Si los archivistas son los guardianes de la memoria, los cronistas son los encargados de almacenarla.
En esencia, un cronista es una persona que recopila hechos, pasados o presentes, y luego los escribe.
La primera crónica fue la literaria, que consistÃa en la recopilación de hechos históricos o importantes narrados en orden cronológico. AsÃ, cumplÃa las funciones que ahora tiene la historiografÃa.
Si aún ahora hay confusión, esta era mayor en el pasado. Asà se explica que muchos de los hechos narrados por cronistas medievales incluyan sucesos fantásticos o simplemente leyendas en sus textos.
En el caso de nuestro continente, pocos son los que podrÃan considerarse rigurosamente históricos. Desde la relación atribuida a Juan de Sámano y Francisco López de Xerez hasta los últimos postoledanos, la imaginación y fantasÃa aparecen en los textos que, pese a ello, son considerados fuente válida para los historiadores actuales.
Su crónica es tan importante que Carlos Medinaceli le dio la categorÃa de poema nacional, Mariano Baptista Gumucio la llama "el libro fundacional de Bolivia" y Ramón Rocha Monroy dice que "somos el paÃs de Arsanz".
Pero mientras las crónicas coloniales son consideradas referentes de la historia en otros paÃses, los bolivianos hemos agarrado nuestro "poema nacional" y le quitamos su rango de fuente histórica para llevarla al terreno de la literatura. La incluimos entre las novelas fundamentales de Bolivia y, de esa manera, la rodeamos de un tufo a ficción que cada vez parece más difÃcil de quitar.
Arsanz no se merece eso. No tanto por gratitud a un hombre que es más apreciado en el exterior que en nuestro propio paÃs como por la necesidad de revalidar la única crónica colonial boliviana, deberÃamos recuperar a la "Historia de la Villa Imperial de PotosÃÂ?" como fuente historiográfica.
(*) Premio Nacional en Historia del Periodismo
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