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Domingo 22 de octubre de 2017

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Cultural El Duende

Herencias de la literatura boliviana

22 oct 2017

Bases para el estudio de las letras bolivianas

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Primera de dos partes

Bolivia, como muy pocos países en el continente americano, es heredera de una tradición cultural cuyos vestigios arqueológicos nos hablan de su grandeza. Su literatura es la resultante de una serie de factores étnicos, históricos, sociales y culturales que determinan su ser sustancial. Sus bases no pueden ser medidas partiendo de esquemas europeos, porque, si como ocurre con Enrique Finot, por ejemplo, se pretende aplicar el método que Taine utiliza para su "Historia de la Literatura Inglesa" -en relación a tres fuerzas que él llama "primordiales": la raza, el medio y el momento histórico-, con la ilusión de tomar en consideración esas fuentes siquiera de "una manera relativa", y el frustrante desengaño de que la raza, "propiamente hablando, aún no está formada o más bien carece de unidad", se logra una aproximación superficial a nuestras letras, con la convicción, además, de que Pío Baroja tenía razón al afirmar que "la América de habla española solo ha producido hasta ahora imitadores más o menos serviles y más o menos felices de los escritores y artistas de Europa". Absurda subalternización que ni siquiera sospecha que nada puede ser original ni en Europa ni en América. Lo contrario implicaría fosilizar las letras e ignorar sus raíces asiáticas. Los indios, persas, árabes y hebreos han propiciado y enriquecido la formación de las lenguas y las literaturas nacionales de la vieja Europa. Posteriormente su deuda con nuestra América es inmensa, al punto de que también se ha hablado de una americanización de las letras de allende los mares.

Otro aspecto erróneamente planteado por Finot es el relativo a la falta de unidad ambiental, lingüística y racial.

"Las lenguas autóctonas -dice- son tantas y tan diferentes entre sí, que contribuyen a aumentar el caos. En cuanto al medio, de suyo diverso, aún dentro de una misma nacionalidad, como ocurre en México, en el Perú, en Bolivia, con diferentes climas, producciones y formas de vida, tampoco es elemento de fusión capaz de gravitar en la formación de un alma colectiva". Pensamos que la verdadera riqueza cultural de un país está en su variedad y no en la monotonía de una unidad mal entendida. En los hechos, las grandes culturas son el resultado de otras, así la cultura inglesa, por ejemplo, es una mezcla de las dos grandes tradiciones de la Europa moderna: la latina y la germánica. La culta Suiza se expresa en cuatro idiomas: alemán, francés, italiano y romanche, sin que ello atente su identidad nacional. Ahora bien, Bolivia, país multinacional, que participa de la meseta andina y de los llanos amazónicos, se enriquece con las tradiciones colla y guaraní. Los collas, aimaras y quechuas, prefiguran la puna y los valles. Los cambas y guarayos, las selvas orientales.

Fernando Diez de Medina, otro historiador de las letras nacionales, comienza su libro con esta interrogante: "¿Es lícito hablar de literaturas nacionales en Sudamérica?", insinuando su punto de partida dependiente del pensamiento europeo para luego proseguir con su manido reclamo sobre la falta de originalidad en los escritores sudamericanos, en un juego dialéctico poco serio por sus exabruptos: "El escritor sudamericano", -dice- "pobre en ideas y en cultura escaso, cubre su desnudez con la vegetación verbal: habla, pinta, gesticula, grita. No ha dicho nada". Luego, siempre generalizando, sin previo análisis, concluye: "Los dos mayores males de la producción literaria en la América Meridional: la falta de originalidad en el concebir, la ausencia de una técnica formal para expresar", como si el éxito de toda obra literaria surgiera de una receta definida. En otro acápite lanza su "mea culpa" con: "Nuestra literatura no se agrupa por tendencias generales ni se manifiesta en escuelas definidas. Las que adoptamos acaso parezcan arbitrarias, más no dejan de constituir hitos auxiliares para facilitar una comprensión ordenada del proceso literario. Cada escritor boliviano tomó rumbo solitario; la libertad anárquica es su Ley. Todos vuelven al observador atento por la misma vorágine; autodidactos, desordenados, eclécticos, caudalosos, poliformes, desconcertados y desconcertantes todos. Polígrafos sin disciplina, ambiciosos de saber y de expresar, los bolivianos padecen la fiebre de publicar". No podemos tomar en serio este juego tautológico que, en definitiva, no hace otra cosa que mostrar cómo su autor emprende el estudio de las letras nacionales.

El que Santiago Vaca Guzmán comience en 1883 su "Literatura Boliviana" a partir del período republicano, tiene su justificativo en las limitaciones de su época y lo mismo se puede decir de otros estudios anteriores, como el que apareció en 1863, en la revista "La Aurora Literaria", firmado por don Manuel María Caballero, que tuvo la honradez de manifestar su desconocimiento de las letras primitivas o precolombinas, diciendo: "Cuando faltan datos, es necesario resignarse al silencio que vale más que un juicio imprudentemente aventurado".

Continuará

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