Y son sus versos los que logran conservarla ante ese mismo mundo: la poesÃa la obliga a vivir "A pesar de que en mi alma se albergan lastimeras cuitas se ilumina/ mi rostro al reÃr...", y sigue más adelante:
"Maldigo y es de tal manera armónico el gesto de mis brazos en su/ apóstrofe dolorido, que dirÃase que ellos se levantan a impulsos de una/ fuerza extraña...". Para concluir diciendo: "¡Oh siglo agonizante de humanas vanidades! he cultivado un pedazo/ de terreno fecundo, donde puedes desparramar las primeras simientes/ destinadas a la Tierra Prometida".
La poeta, en sus cortos veintiocho años de vida escribió varios libros, hoy extraviados entre el olvido y el polvo de algún rincón del tiempo. Entre su obra podemos mencionar además de Páginas de mi Diario: Inquietudes Sentimentales (1917): En la Quietud del Mármol (1918) y Anuario (1918) con prólogo de Valle Inclán. En sus poemas se puede encontrar toda la ansiedad de un corazón joven y desolado por el desamor, por el drama cotidiano que suele compungir los grandes espÃritus rebeldes:
Se fue a su manera, a su respetable y maravillosa manera: "Nada tengo, nada dejo, nada pido/ Desnuda como nacà me voy/ ¡tan ignorante de lo que en el mundo habÃa! Sufrà y es el único bagaje que admite la barca que lleva al olvido"; pero sà nos dejó algo, nos dejó su poesÃa que hará que nunca la olvidemos.
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