Se inicia la etapa de gobiernos municipales y de flamantes gobernaciones en el marco de un nuevo diseño territorial, después de 200 años de centralismo con aquel breve y fracasado intervalo de una guerra, mal denominada “federal”, hace una centuria.
El desafío histórico es enorme para todos, para los servidores públicos electos como alcaldes o como gobernadores, para los electos como concejales o como asambleístas departamentales, para el gobierno central y para los ciudadanos. Los bolivianos debemos demostrarnos a nosotros mismos si somos capaces de encarar el nuevo siglo con las oportunidades que nos trae.
Al parecer existen dos caminos posibles que hemos denominado el de “romero” y el de “surco”, una misteriosa coincidencia de nombres ligados a la tierra, a sus labores y frutos, a la semilla que cae en tierra fértil o al grano de mostaza desperdiciado.
La referencia alude a la actitud, al comportamiento y a los resultados que logra el actual ministro Carlos Romero a favor de su causa y la actitud y los frutos paradójicos que provoca el senador Fidel Surco para el proceso de cambio.
Romero tiene una larga historia personal de trabajo al lado de los desposeídos, los más pobres entre los pobres, en medio del entorno hostil que tuvo que enfrentar en el Departamento de Santa Cruz. Lo conocimos en esas batallas y en las largas negociaciones que emprendía para conseguir metas sin violencia.
En estos últimos años, desde el poder, usó más el efecto de la palabra que el daño de la piedra y consiguió más para su partido y para su gobierno. Fue la figura visible que consiguió desenredar el abultado ovillo donde se ahogaba la Constituyente. Sin insultos, sin amenazas, sin discursos pendencieros consiguió lo que parecía imposible y la nueva Constitución Política del Estado fue aprobada, aún con sus muchas limitaciones de redacción y de coherencia. Esa salida alejó el fantasma temido de la guerra civil y además fue victoria oficial, traducida en el momento de mayor apoyo al Presidente Evo Morales, dentro y fuera del país.
Por el otro frente tenemos el camino del cerco, de la violencia y de la amenaza, el “palo” que utiliza Fidel Surco. Consigue también victorias, pero momentáneas, motivadas por el miedo y no por el convencimiento, por el fuego y no por la razón. El fue el protagonista principal de los métodos antidemocráticos para obligar a los parlamentarios a firmar alguna resolución, sin respetar el espacio de los argumentos y razonamientos. Surco trae críticas nacionales e internacionales a su gobierno, daña su imagen para un posible Premio Nobel de la Paz. A nivel local. El rechazo es creciente y no sólo en Caranavi sino en otras poblaciones yungueñas que lo califican como el vocero de la nueva rosca, la de piel morena, más oportunista que militante convencida.
Ahora, en cada municipio y gobernación, los opositores de uno u otro bando tienen esos dos caminos: coadyuvar a avanzar, que a larga es potenciar a su propio partido o ideología; u, obstaculizar, poner piedras y palos en el camino, lograr “fregar” al adversario, triunfos pírricos. Los ciudadanos, como ya lo demostró el estudio del PNUD y otras encuestas quieren paz, desarrollo, propuestas y no peleas. El día a día nos mostrará quiénes son los inteligentes, quiénes los provocadores.
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