Domingo 15 de octubre de 2017
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Editorial y opiniones
Animadversión al imputado en la justicia
15 oct 2017
Raúl Pino-Ichazo Terrazas
Es normal que el interrogatorio como objetivo prioritario hace menester que el funcionario interrogador no deje entrever con demasiada nitidez los juicios desfavorables que origina la lectura del expediente y de la impresión personal que le causa el imputado; incluyendo las pesquisas en los delitos por depravación, violaciones y violencia a la mujer, causando una impresión desagradable y viva repulsiva a una persona normal. Así, al funcionario interrogador le abate la sensación que se rebaja solo por estar ocupándose del caso y si deja trasuntar esa sensación, es admisiblemente lógico que la pesquisa no avanzará, mientras que el imputado acogerá con agradecimiento una conducta desprejuiciada que la ponderará o premiará con franqueza, y su ánimo se dispondrá entonces a deponer declaraciones que de otro modo jamás se habría podido arrancar.
Es por interés humano, excepto en casos especiales, que el interrogador y receptor de la declaración puede exteriorizar perfectamente comprensión por el hecho. El lector convendrá que al sospechoso culpable le resulta más benigno reconocer la verdad si ve al frente a un funcionario interrogador que, a pesar de la reserva obligada por el asunto que se investiga, no se muestra enteramente insensible. Por ello el mismo lector que lee esta columna aceptará que la relación puramente humana que inicialmente parecería secundaria, es de vital importancia, hasta decisiva, para el éxito del esclarecimiento definitivo del caso.