Miercoles 11 de octubre de 2017
ver hoy
En 1967 no hubiera podido ocurrir lo que ocurre ahora, cincuenta años después. El coronel Luis Reque Terán en Camiri o el coronel Joaquín Zenteno Anaya en Vallegrande, no hubieran podido pasarse a las filas del Che Guevara. Y menos el general Alfredo Ovando Candia, comandante de las Fuerzas Armadas, ni el general Juan José Torres. Ni siquiera se le hubiera ocurrido hacer eso al general León Kolle Cueto, comandante de la Fuerza Aérea, hermano del segundo hombre del Partido Comunista.
Si lo hubieran hecho, habrían sido considerados desertores, llevados a un tribunal militar y quizá fusilados. Ellos representaban a Bolivia en una confrontación con una fuerza invasora enviada por una potencia extranjera.
Ahora ocurre, ante el asombro de los bolivianos y de todo el mundo, que el capitán general de las Fuerzas Armadas de Bolivia, el Presidente Evo Morales, se declara admirador y seguidor de aquel invasor, desprecia a los combatientes bolivianos y tiene castigado, con detención domiciliaria, al general Gary Prado, que capturó al Che. Pero además hace homenajes al Che, jefe de una banda que mató a medio centenar de soldados bolivianos, a quienes nadie ha rendido homenaje. Ni a los sobrevivientes de aquella contienda, que estaban pidiendo alguna atención o del periodismo o de las autoridades, en vano.