Miercoles 11 de octubre de 2017
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El balance del tema educativo no es muy halagüeño: a tantas reformas, otros tantos fracasos. ¿Cuándo tendremos éxito en ese campo? El día que eso suceda, hasta el mar nos vendrá de yapa, decía el otro día mi vecino. Bromas aparte, el problema es serio, demasiado serio como para desentenderse. Los llamados tigres del Asia apostaron su progreso a la educación; pero como somos "ilusos y descreídos", ni ellos pudieron convencernos.
En la perspectiva del tiempo, fueron tres las grandes reformas que Bolivia realizó en el siglo pasado. En el periodo liberal se fundó en Sucre la primera Escuela Nacional de Maestros (1909), y se publicó Creación de la pedagogía nacional, "un libro de reflexión y de batalla", según dijo su propio autor: Franz Tamayo (1910). Después, casi a un siglo, el MNR incorporó a su paquete de cambios estructurales la Reforma Educativa (1955). Finalmente, la que se implantó en 1996. Las tres coincidieron en valorar, por lo menos en teoría, el rol de la docencia.
Ninguna reforma es actividad aislada. Se da en el marco de una realidad histórica; su eficacia depende más "de la atmósfera cultural en que íntegramente flota que del aire pedagógico artificial creado en las aulas". Lo ideal es que las condiciones y la necesidad de aplicarla tengan el mismo signo de prioridad; lo que se suele llamar el tiempo político que sostiene y alimenta. Esos factores se dieron con el Nacionalismo Revolucionario que desplazó del poder en 1952 a la oligarquía minero - feudal. El gobierno del MNR estimó entonces necesario adecuar la educación a la nueva realidad el país.