Y el panorama no es más claro ni siquiera al reducir el campo a los compositores actuales que se llaman "clásicos" a sà mismos, en tanto que allà estarÃan juntos, por lo menos en teorÃa. Philip Glass y Silvestre Revueltas.
La idea de lo clásico, instituida por una clase social para clasificarse a sà misma, mezcla, desde ya, varios conceptos. Uno es el de "lo artÃstico". De hecho, la musicologÃa anglosajona llama art music a lo que el mercado identifica como clásico. Pero, como se ha visto, ni todo lo clásico es artÃstico ni todo lo clásico deja de serlo.
Y en ese sentido conviene despejar un malentendido.
La música contemporánea muchas veces no tiene el mismo público que la música clásica. Pero eso no significa que no tenga un público.
Y además, en relación con la falsa dicotomÃa planteada por la revista Gramophone -la austeridad de Schonberg vs. el amor de los oyentes, y con la solución norteamericanizante propuesta-, debe señalarse que ni la música contemporánea "dura" tiene tan pocos oyentes ni el minimalismo y sus sucesores tienen tantos, por lo menos fuera de Estados Unidos e Inglaterra. Y, por otra parte, el (anti)canon de la Gramophone oculta matices que están lejos de ser intrascendentes. En principio, el error no estarÃa tanto en los compositores que incluye como en los que intencionalmente excluye.
Quizá no haya canon por la sencilla razón de que un canon no es posible. Por un lado, la Gramopbone, o un crÃtico como el escritor Benoit Duteurtre, autor de Requiem pour une avant-garde, que atribuye la buena consideración de la "vanguardia atonal" al complejo de la burguesÃa por los pecados pasados y a su "miedo a no entender a Van Gogh", bregan por compositores que, en algún sentido, recuperan la tonalidad y ciertas sonoridades menos crispadas. Por el otro, algunos creadores y algunos oyentes siguen pensando la música como un desafÃo de otra naturaleza.
Más allá de la pretensión de todos ellos de autoerigirse como única realidad posible, ni unos ni otros tienen el monopolio de un terreno que, para peor, ya ni siquiera le pertenece con exclusividad a esa música que, empecinadamente, se sigue llamando clásica.
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