Jueves 28 de septiembre de 2017
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Todo indica que el principal problema de Bolivia no está en el empeño oficialista de desconocer la constitución vigente; tampoco en las políticas económicas erráticas y equivocadas, ni en la sujeción política a Venezuela y Cuba. Se trata de uno de mayor trascendencia: la paulatina pérdida de los valores morales y de los principios democráticos, tal como ya sucede en la Cuba castrista y en la Venezuela chavista. Esto se agrava por una suerte de inercia, que raya en la complacencia con la corrupción, el narcotráfico, la prepotencia represora y el capricho de quienes, con proyectos enormes e inútiles, pretenden justificar su paso por el gobierno.
Lo anterior muestra, además, que pese a una próxima crisis que ya asoma por la caída del precio internacional de los hidrocarburos, no hay señales de que se vaya a corregir rumbos, pese a los ejemplos de derrumbe económico cuando los gobiernos se empecinan en seguir políticas fracasadas y propias del estatismo secante. Es más: persiste la porfía de extender ilegalmente la permanencia en el poder, continuando con el despilfarro en obras inútiles, manteniendo empresas estatales deficitarias y, lo que es peor, se desprecia la legalidad y la institucionalidad republicana.