ElÃas ha de huir de las iras del rey a quien patentizó la amenaza de Dios, mientras los sacerdotes del Ãdolo Baal quedaban en ridÃculo al no poder conseguir la lluvia del cielo. Fracasan de nuevo los bahalistas, triunfa ElÃas, haciendo descender del cielo fuego que devora su sacrificio. Convencido el rey deja que ElÃas ejecute la justicia degollando a los sacerdotes de los Ãdolos, sólo cuando destruyeron los Ãdolos, aceptaron el poder del Dios verdadero, ajusticiaron a los culpables y se humillaron a la majestad divina, mandó ElÃas de parte de Dios y la lluvia cayó abundante (Cf.: 1 Reyes 18, 41-45).
Con estos textos magnÃficos y expresivos del Antiguo Testamento, ¿No le parece a Usted que la situación de pecado y de abandono de las obligaciones, del tiempo de JeremÃas o de ElÃas, se parece demasiado a la ola de inmoralidad, pecado y abandono de nuestros dÃas?
A causa de haberse miserablemente separado de Dios y de Jesucristo, los hombres han decaÃdo de su felicidad pasada en este abismo de males (Cf.: P. A. Philippe, C.SS.R, Catecismo de la Realeza Social de Jesucristo).
«Algo que la Historia registra y que la TeologÃa de la Historia indica como cierto, es que las grandes catástrofes de los pueblos son castigos. Este es un principio incuestionable de la TeologÃa de la Historia. Cuando un pueblo sufre una gran calamidad, esto es un castigo.
«Queda bien claro -dice San Juan Crisóstomo- que el terremoto viene de los pecados, de la avaricia, de las injusticias, de las prevaricaciones, del orgullo, de la sensualidad y de la mentira». Cuánto no del abominable pecado del aborto.
Ya nos advirtió San AgustÃn: «Dios quiere ser rogado, forzado, vencido, por nuestras importunidades». Recordemos el ejemplo propuesto por el mismo Jesús: de un amigo que visita a otro a media noche, para pedirle pan, y a pesar de las negativas insiste, hasta conseguir lo que se le habÃa negado varias veces, para que no siga molestando a su amigo y a su familia (cf.: Lucas 11, 5-13). Debemos regresar a la oración incesante, a la reparación y la adoración del Dios Verdadero.
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