Sentimos de veras la tragedia que viven los hermanos de varios paÃses debido a las consecuencias causadas por fenómenos naturales, destructivos e imposible de controlarlos y evitarlos. La naturaleza se ensaña con ciertos sitios del planeta y se cumplen lamentablemente desastres que, menos mal, en algunos casos dan tiempo para tomar previsiones y disminuir los saldos altamente negativos de los otros que se producen intempestivamente.
Un hecho considerado anecdótico deja de serlo cuando la realidad muestra la dimensión de los daños actuales y el recuerdo de otro terremoto devastador que se produjo el mismo dÃa en 1985 y que dejó huellas y sentimientos profundos en familias mexicanas. La solidaria reacción de la gente que se salva, la tarea que asumen organizaciones internacionales y el movimiento de especialistas, para rescatar y socorrer a las vÃctimas, moviendo piedra por piedra en busca de salvar más vidas en medio del desastre, son la prueba fehaciente de la solidaridad humana y la muestra indeclinable de amor por la vida, en paz y armonÃa.
Una vez más se comprueba que existen fuertes lazos de unión entre los pueblos latinoamericanos y de estos para el resto de naciones en el mundo o la inversa cuando las tragedias abruman a centenares de miles de ciudadanos. El deseo colectivo de ayuda es impresionante y el desprendimiento es unánime cuando se trata de luchar por la vida y por la paz de la humanidad.
Fuente: LA PATRIA
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