Lunes 18 de septiembre de 2017
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PodrÃan hacerse estadÃsticas sobre qué palabra ha sido más utilizada por el Papa en sus intervenciones: "paz", como la meta buscada, o "reconciliación", como el camino adecuado para lograrla (ver El Tiempo, Bogotá 10.08.2017).
En Colombia, ese paÃs tan internamente dividido tras 60 años de conflictos irresueltos, salpicado de muertos, es más evidente lo que yo ya decÃa en aquella columna. Cuando el conflicto es tan crónico y ha dejado tantas y tan hondas heridas, lo más urgente es esa tarea lenta de una reconciliación. No es el tÃpico "borrón y cuenta nueva" ni tampoco el fácil recurso de la cárcel: "que se pudra en la cárcel" lo que a veces más bien recalienta y endurece las heridas. El énfasis del Papa Francisco en los jóvenes para que trabajen de manera creativa en esa nueva cultura de la reconciliación es parte de lo mismo.
Incluye también otros medios complementarios de reencuentro, empezando por el perdón, pedido por los victimarios y otorgado por las vÃctimas; o a veces, primero otorgado y recién después aceptado por el agresor. Como hemos visto en algunos de los testimonios de Villavicencio. Ese perdón ya fue desde un principio otorgado a todos por el Dios Misericordioso. Incluye también otras nuevas formas de justicia, para la que se ha acuñado ya el nombre de transicional, que supone todo un proceso de creativas formas de resarcimiento de los daños causados, mucho más eficientes de cara al objetivo de la reconciliación. Los acuerdos de La Habana, refinados después de haber perdido por un pelo el referendo, pueden haber ayudado a ello.