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Viernes 15 de septiembre de 2017

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Viernes 15 de septiembre de 2017
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Editorial
El servicio premilitar
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Picadas
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Si no juego, me llevo mi pelota
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La democracia debe permanecer incorrupta
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Cleptocracia
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Feria del Empleo
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Senador Núñez se enteró por el Facebook que estaba imputado
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Recordando su aniversario de creación
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Casos de VIH van en ascenso en relación al 2016
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Sociales
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Empresas públicas son conminadas a transparentar su información ante el Coseep
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Desde las tierras mineras de Catavi "Memorias de un obrero"
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Cuentacuentos en inédita presentación narrará la historia del ´Che´ a niños
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VII Feria del Libro en Oruro busca incentivar a la lectura
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Entre críticas le recuerdan a Romero que Policía tiene un mandato constitucional
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Editorial y opiniones

Si no juego, me llevo mi pelota

15 sep 2017

José Luis Bolívar Aparicio

Los tiempos modernos, la tecnología y sobre todo el Internet y la tele se han encargado de hacer desaparecer miles de cosas, trayéndonos otras a cambio. Algunas de ellas mucho mejores, las más creo yo, peores, pero como son cambios inevitables, hay que aprender a vivir con ellos, adaptarnos, sacarles provecho y quizás hasta disfrutarlos.

Son, por ejemplo, dignos de análisis los factores de modificación en tiempos de la comunicación globalizada, cuando lo que más parece, es que cada vez nos podemos comunicar menos. Canales nos sobran, ahora son abundantes y justamente esa es la razón por la que la comunicación existente es de escasa calidad y en muchos casos de mínimo contacto. He llegado a ver a dos personas chateando entre sí en un mismo cuarto a pasos de distancia. A la hora de la comida, muchas familias han perdido el contacto visual, la comida es ya tercer o cuarto plano, manos y ojos están ocupados en la pantalla del celular y lo que piensen, sientan o quieran expresar los que nos acompañan tiene tan poco valor que les gana y de lejos un simple teléfono celular.

Son tan solo dos medios tradicionales, los que se mantienen luchando por no perder su lugar, aunque también entrando en línea para poder sobrevivir. Por un lado la radio, que parece ser inmortal y cuya principal característica, que es la de acompañarnos, distraernos e informarnos, sin exigir nada más que un poco de atención, permite a los otros sentidos realizar cualquier actividad que precise mayor atención. Trabajar, estudiar, manejar el carro y la mejor experiencia, ver la práctica de un deporte, mientras el cronista nos da de acuerdo al gusto, el toque justo de emoción que necesita la pasión. Y el periódico, que aunque todavía zapatea con buena salud, es consciente que con su mercado ya casi totalmente en línea, su destino es dejar el papel impreso como pieza de museo.

Otro aspecto que también se ha ido perdiendo y terminará de desaparecer pronto es con quién nos comunicábamos. El interlocutor, la persona a la que llegabas a diario o de cuando en cuando, de forma personal y uno de estos receptores de nuestro mensaje era el vecino. Personaje que sigue vigente en físico pero cuya esencia está en directa vía de extinción. La razón principal, la ausencia de barrio, vecindad, casona, condominio y en cierta forma hasta la vivienda propia ya no es el lugar ideal donde poder forjar vecindad.

Tuve la fortuna de conocer uno durante mi infancia, viví en una casona de 6 patios que terminaban siendo seis pisos hacia abajo, con pequeños cuartitos y departamentos distribuidos a lo largo de esa propiedad donde diferentes tipos de familias habitaban y cohabitaban entre ellos de forma armoniosa y belicosa dependiendo de la circunstancia, pero donde sobre todo siempre hubo una buena vecindad.

Pero las buenas noticias no terminaban ahí, a la buena convivencia de esa enorme casa complementaba perfectamente un barrio, el típico barrio de clase media, media baja, que fueron forjando la zona Noreste de la ciudad de La Paz.

Una cuadra entera de la avenida Tejada Sorzano entre las calles Guatemala y San Salvador me cobijaron a mí y a unas 500 personas más, entre las cuales durante unos 9 años conocí la bendición de tener un lugar donde no solo vivir, sino aprender a hacerlo de la manera más maravillosa.

Seguramente que en lo que a mí correspondía, viví toda esta temporada de mi infancia y pre adolescencia acompañado por unos 15 contemporáneos entre chicos y chicas, y entre todos nosotros hicimos de este barrio una experiencia de vida inolvidable.

Jugamos todo lo que se podía jugar, absolutamente todo y si nos aburríamos inventábamos algo más para jugar y el género nunca fue impedimento. Hombres y mujeres hacíamos todo por igual, desde las bolitas hasta las muñecas, la diversión era sumamente democrática en esa cuadra.

Pero sin lugar a dudas, el rey de los juegos y deportes para todos fue el fútbol y noche a noche, corríamos de un lado al otro de la acera pateando tejetas y bolas hechas de trapo que servían para jugarnos generalmente las fichitas del álbum de moda o una vuelta más en la bici comunal.

Alguna vez uno de nosotros había pedido una pelota de fútbol para Navidad, y de cuando en cuando teníamos el placer de jugar con una bola de verdad, pero era en esas ocasiones cuando ciertas discordias aparecían y una situación especial se hacía presente. Resulta que el dueño de la pelota, no quería salir si le tocaba salir y cuando no había otra terminaba amenazando a todos, o juego, o me llevo mi pelota.

Frase atemorizante tal vez para ese entonces pero que nunca se llevó a cabo pues preferíamos mil veces que el gordito inútil juegue de centro estorbo a tener que patear trapos de nuevo, pero esta vil extorsión vino de nuevo a mi mente el miércoles pasado cuando el Ministro de Gobierno don Carlos Romero en plena rueda de prensa, amenazó a la ciudadanía en general y al Estado en su conjunto, de que si tanto los afectados como los periodistas no dejaban de hostigar a la Policía, quizás esta, la próxima vez que haya un atraco no asista a cumplir sus funciones.

Amenaza por demás preocupante no por el mensaje en sí, que sabemos que es algo sin pies ni cabeza y que más bien fue dicho en un momento de absoluta ofuscación, sino por quién lo dijo.

Si una imagen guardo del ministro Romero es la de la palabra eficiencia. Desde que fue constituyente, para ser luego viceministro y ministro posteriormente, exceptuando su campaña como candidato a senador, su accionar en el ejecutivo ha estado siempre precedido de un mensaje sereno, moderado, muy acertado y aun cuando ciertas circunstancias le sacaban de quicio, también supo ser punzante y muy ácido con sus enemigos políticos pero jamás abandonó el cuadro.

Esta vez perdió los estribos y es triste en especial saber el porqué, en su condición de ministro de Gobierno, se ha puesto en el plano corporativo de defensa de la Policía Nacional con un apasionamiento tal que no le está permitiendo ser debidamente objetivo.

La institución del verde olivo, no necesita que alguien la defienda de esa manera, su prestigio y pundonor se lo ha ganado a brazo partido y, pese a grandes fallas y a muchos episodios negros sobre todo de corrupción que han dañado su imagen alguna vez, su historial tiene de sobra para equilibrar la balanza a su favor y sacar ganancias.

Sin embargo, el caso EuroChronos es distinto, las circunstancias diferentes, acá no debe defender a la Policía con espíritu de cuerpo sino que aparte de hacer un acto de conciencia y emplear los medios audiovisuales para que la verdad salga a la luz, debe aprovechar este triste episodio para un análisis profundo de su realidad, en especial en lo referido a su preparación y dotación de parque.

No solo hay civiles (incluyendo a los delincuentes) muertos, también hay un efectivo de sus filas y eso enaltece su accionar, que también fue rápido y efectivo de cierta manera, y eso les da muchas razones para ponerse al frente. Pero la Policía debe reconocer que este asalto los agarró con los pantalones abajo, nuestros efectivos no están debidamente preparados para un acontecimiento de este tipo y tampoco pueden convertirse en los vengadores, no pueden acudir al gatillo fácil, no está en su formación el tomar venganza y cobrar el ojo por ojo.

Sin hacer caso a la advertencia extraviada del ministro, espero que nuestra querida Policía Nacional haga un mea culpa y se dé cuenta que lo que más necesita es estar permanentemente preparada y en buen estado físico.

(*) Paceño, stronguista y liberal

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