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Domingo 03 de septiembre de 2017

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Revista Dominical

50 años de mi parroquia Jesús Obrero

03 sep 2017

Por: P. Guillermo Siles Paz OMI - Misionero Oblato de María Inmaculada, actualmente vive en Santa Cruz

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Hace 50 años nació la parroquia Jesús Obrero, en la ciudad de Oruro. Yo la tengo como mi parroquia madre. Ahí recibí algunos sacramentos de mi vida cristiana, los cuales me ayudaron a tomar mi camino. En esta parroquia viví y compartí mi juventud. Ahí celebré mi primera misa. La parroquia Jesús Obrero, estaba ubicada en la zona Este de la ciudad de Oruro, en un barrio, pobre y marginado. Es más, esta zona era considerada peligrosa, porque había muchas cantinas, chicherías, lenocinios, había mucha delincuencia y los vecinos vivían muy olvidados, eran menospreciados.

Muchas de las calles eran de tierra, que cuando llovía había mucho barro, hasta que parecía que el desarrollo nunca llegaría. La Parroquia había sido inaugurada un 3 de septiembre de 1967. El de la idea, era el padre Andrés de Roo, compró un terreno para hacer el templo, fue difícil de convencer a los vecinos de las propuestas. Aunque ya se había conversado con las iglesias vecinas, El Rosario y San Martin de Porres. Sin embargo se encontró con la familia Rivera y su amigo entrañable, el Dr. Leónidas Torrico, que llegó a tener una gran amistad y con ellos lograron conseguir los terrenos de la familia Canedo, donde hoy está el centro Parroquial, en la calle Tacna y Ayacucho, era un basural.

Yo de niño conocí al Padre Andrés de Roo, un hombre alto, fornido y con una fuerte voz, era de nacionalidad Belga, había llegado como laico a fines de los años 50, justamente acompañando a un grupo de voluntarios de la Juventud Obrera Católica (JOC). Como había decidido ser sacerdote, fue enviado a La Paz, Sucre y también a Chile y fue ordenado por el obispo de Oruro, Mons. Jorge Manrrique en marzo de 1964, estuvo poco tiempo en el Cañadón Antequera, (Avicaya) y luego su celo apostólico le llevó a ser el fundador de este sueño tan lindo, de hacer una nueva iglesia. Quién le conoció puede recordar, que él era una persona de grandes ideales de solidaridad, entrega y amor a Dios. Pero también le teníamos miedo por su forma de ser, era muy estricto, serio y que nos desafiaba con frecuencia. Recuerdo aún, cuando íbamos a jugar básquet, él nos decía que éramos comunistas y vagos, claro muchos no íbamos a su misa, pero un día nos convenció para acercarnos y participar en la iglesia y nos permitió crecer en la fe. Yo siempre prefería irme a la misa del Rosario, donde los padres Jesuitas que eran más populares y no te reñían. Pero desde que acepté la invitación, nunca olvidé a mi parroquia, la llegué a querer mucho, a la gente, a mis vecinos y aun al mismo padre. Nos motivamos a ser parte, junto con mi hermano y mi sobrino, en los grupos de jóvenes y niños.

La Parroquia debía tener una infraestructura sencilla pero adecuada para compartir como comunidad, se tenía una cancha de básquet, una vivienda para el padre, una casa para la cooperativa y el salón multifuncional, donde se celebraban las misas, y no tenía imágenes, más que un crucifijo, la capilla era muy sencilla, acogedora y bien cuidada. Las misas siempre empezaban a la hora exacta y con la misma música electrónica, éramos convocados. En su interior había una inscripción que decía: "Ven, Espíritu Santo, Llena los corazones de tus fieles y renueve la faz de la Tierra". Así todos los domingos estábamos los cristianos militantes, participando en las misas.

La parroquia tenía un modelo muy particular, aunque era tan evidente el choque cultural y religioso que vivió el párroco. Pero no se dejó vencer y construyó una pastoral muy comprometida y militante. Tenía la pastoral catequética, la pastoral de acompañamiento a las familias, había la cooperativa de ahorro y crédito, donde la mayoría de los socios eran los mismos vecinos, fue de gran ayuda. Muchos laicos trabajaban a su alrededor, eran verdaderos colaboradores y muy apreciados por toda la comunidad. El liderazgo de Padre Andrés marcó mucho. �l decía, que toda la formación que nos daba, era para que seamos verdaderos seguidores de Cristo, y ser soldados de Cristo capaces de enfrentarnos a la gente desde nuestra misma realidad.

Aprendí que, al mismo tiempo de formarnos en la catequesis, deberíamos de estar en las misas todos los domingos. Nos controlaba, nos hacía un seguimiento, porque nos conocía muy bien a todos los jóvenes y familias. Yo nunca falté a la misa de mi parroquia, porque los sermones eran muy apasionados y profundamente humano-cristianos, además nos encontrábamos con la comunidad.

Tal vez podría yo describir con facilidad a las mismas familias que le acompañaban en la pastoral, pero más allá de eso, me quedó claro que éramos cristianos formados para vivir nuestra fe en el trabajo, en la familia y sociedad. Que nuestra experiencia de fe no puede ser superficial, "ni deberíamos de ser cristianos de fachada", expresión muy repetida por el Padre Andrés. �l quería que seamos capaces de vivir nuestra fe hecha vida, aunque no lograba entender todas las tradiciones populares, ahí estaban las luchas e incomprensiones, pero mirando hoy, la Parroquia quería llevarnos a vivir, un cristianismo, auténtico, Jesús debería de ser el centro de nuestras vidas y no las antiguas creencias y supersticiones.

Los laicos que le acompañaban el caminar de la parroquia eran muy dinámicos y con frecuencia constructores de ideas nuevas. Teníamos noches inolvidables, las veladas artísticas, las kermeses tradicionales, los juegos populares, los viacrucis en semana santa, las reuniones de cooperativa multiactiva, todos estos momentos eran vivencias de la comunidad, eran como la reunión de la familia grande de la parroquia. Por eso el 18 de septiembre de 1988 se inaugura el nuevo templo.

Cuando decidí ser sacerdote, conversé con él, los primeros años él tenía un poco de distancia, pero ya cuando hice mis votos religiosos el apreció mi entrega y fue ahí, en este templo, que celebré mi primera misa en abril d 1993. Pero creo que fui marcado profundamente, por la forma de mirar la iglesia, la comunidad, y el compromiso, que debe ser laical y misionero. Que debemos de hacer una evangelización integral.

La comunidad cristiana de la parroquia Jesús Obrero ha crecido permanentemente, gracias al aporte de todos los sacerdotes responsables. El fundador, P. Andrés de Roo murió un 8 de octubre de 2003, a sus 79 años, Posteriormente le sucedieran el P. Juan Tórres, P. Florencio Tórres, P. Simón León, que era su gran amigo, el P. José Bialasic, y el actual P. Marco Ocaña. Creo que ellos vivieron acompañados por el pueblo y comunidad cristiana. Hoy ya han pasado 50 años, sigue en al frente la gente animada y comprometida. Se siente comunidad, se siente a una parroquia viva, con un espíritu de servicio e innovación. Todas las veces que participé, me he sentido muy acogido y querido. Por eso celebrar los 50 años es una gran alegría para Oruro y para tanta gente sencilla que hoy vive su fe y camina feliz. Siento que hoy es un modelo de parroquia misionera, en la iglesia boliviana.

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