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Domingo 03 de septiembre de 2017

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Revista Dominical

La usura

03 sep 2017

Por: Álvaro Villarreal Alarcón - carabantxel@outlook.com

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El concepto que se halla en el corazón del sistema capitalista, y también en la raíz de todos los desórdenes económicos y morales que hoy padecemos, es sin lugar a dudas la usura, en el lenguaje corriente entendemos por usura el cobro de un interés excesivo por el préstamo de un capital, pero antes de entrar a fijar cuál es el interés excesivo, y cuál el interés lícito que puede cobrarse por el préstamo de un capital, debemos reparar en una cuestión que de tan gigantesca suele pasar por inadvertida, y es que la usura se sustenta sobre una aporía es decir sobre una afirmación irracional, tal aporía consiste en aceptar que el dinero puede reproducirse y que pasado un tiempo quien ha prestado por ejemplo cien monedas puede reclamar 110 con independencia del uso que se haya dado a esas monedas. Pero lo cierto es que el dinero es un bien consumible que no se reproduce, y que el tiempo no es una mercancía que se pueda vender.

En el antiguo testamento se condenan repetidamente los contratos usurarios, "no darás a tu hermano dinero a usura y no le exigirás más granos que los que le hubieres dado" leemos por ejemplo en el levítico. Y en el evangelio de San Lucas, Jesús proclama: "amad a vuestros enemigos, haced bien sin esperar nada a cambio". Aristóteles consideraba execrable y contranatura el tráfico de dinero que saca ganancia de la moneda. Los Santos padres y Doctores de la Iglesia reprendieron severamente la usura, y el derecho civil de la edad media lo declaró delito. En su encíclica VIX Pervenit de 1745 el Papa Benedicto XIV condena el pecado de usura que se comete cuando se hace un préstamo de dinero, y con la sola base del préstamo, el prestamista demanda del prestatario más de lo que le ha prestado, y todavía León XIII en su encíclica Rerum Novarum habla de la usura devoradora como un demonio condenado por la iglesia, de todos modos practicado de modo engañoso por hombres avarientos.

La condena de la usura en el ámbito católico ha sido pues constante siquiera hasta la ruptura de la cristiandad, ocasionada por la reforma. Mientras los escolásticos del ámbito católico seguían esforzándose por establecer cuál era el interés justo; los gobiernos de los países protestantes empezaron a introducir legislaciones que socapa de favorecer el comercio y el sistema bancario confundían la usura con el lucro legítimo, así hasta que el pensador inglés Jeremy Bentham padre del utilitarismo publicó en 1797 su celebre defensa de la usura. Muchos pensadores del ámbito protestante han apoyado su defensa de la usura en la parábola evangélica de los talentos, en la que merece el nombre de siervo bueno, y fiel el que con cinco talentos gana otros cinco, y de siervo malo, y perezoso el que esconde un talento bajo tierra y lo restituye sin ganancia: debiste haber entregado mi dinero a los banqueros y al volver yo habría recibido mi caudal con los intereses, le dice su señor. Seguro que quienes ven en la parábola de ´los talentos´ la aprobación divina de la usura, no estarían de acuerdo si con la de ´los viñadores´ hacemos una ley para que los médicos cobren como las limpiadoras y los trabajadores a media jornada como los amigos de las horas extras, ¿o no pasa eso en la parábola? Por cierto, que al hablar de enriquecidos y empobrecidos en ´Sollicitudo Rei Socialis´ Juan Pablo II citó la parábola de ´los talentos´, eso sí, refiriéndose como el Señor al trabajo por el Reino y los demás, y no al propio negocio; y concluye diciendo que a nadie le es lícito permanecer ocioso ante la injusticia

Todos los filósofos clásicos tenían claro que el dinero es en sí mismo estéril, a diferencia pongamos por caso de las ovejas o los manzanos, así por ejemplo Aristóteles condena la usura como contraria a la naturaleza de las cosas, puesto que el dinero tiene como fin servir al intercambio de bienes y no el de reproducirse, los intereses se convierten en un modo de adquisición contraria a la naturaleza y por lo tanto deben ser reprobados. Santo Tomás de Aquino establecía que cobrar usura por el dinero prestado es en sí mismo injusto, porque es vender lo que no existe, lo cual conduce inevitablemente a la desigualdad que es contraria a la justicia.

No se trataría pues de poner un límite al préstamo con interés, sino de negar que el interés sea fruto del dinero prestado, por la sencilla razón de que el dinero no puede reproducirse. Sin embargo del mismo modo que afirmó que el dinero en sí mismo no puede reproducirse, no es menos cierto que mediante nuestro trabajo, entendido en un sentido amplio como: fuerza, ingenio, riesgo, capacidad imaginativa, emprendimiento etc. El dinero puede generar un beneficio, pensemos por ejemplo el propietario de un terreno que pide un préstamo para montar un sistema de riego que le permita multiplicar por diez los frutos que ese terreno le brinda. Sería plenamente justo que quien prestó el dinero que permitió al propietario multiplicar por diez sus cosechas gane un interés, porque lo que hace que un interés sea o no legitimo no tiene que ver con que sea más o menos alto sino con el hecho de que el capital prestado habría servido para generar un beneficio. La participación del prestamista en la riqueza generada por su préstamo no puede considerarse usura. Usura consiste en creer que el mero préstamo de dinero devenga interés, usura es por lo tanto el cobro de intereses sobre un préstamo improductivo o de intereses superiores al incremento de riqueza real generado por un préstamo productivo.

Pero el sistema capitalista se niega a establecer una división entre préstamos improductivos y productivos, e impone el cobro de un interés como fruto del dinero prestado independientemente de su uso. Así no solo ha erigido un dinero desarraigado de la riqueza natural, elevado a la categoría abstracta, una niebla de las finanzas que se reproduce fantasmaticamente en patrón y medida de todas las cosas, sino en estímulo y fin de toda la actividad humana. El dinero para el capitalismo puede reproducirse por arte de birlibirloque desligado de los bienes a los que representa, y sin intervención del trabajo humano. Así aceptando tal aporía, la economía se convierte en crematística, en enriquecimiento sin límites. Pero al enriquecimiento sin límites de una parte se corresponde inevitablemente un empobrecimiento también ilimitado de la otra. Así mediante la consagración publica de la usura las sociedades y los estados caminan hacia la ruina económica y moral, mientras son despojados de libras de su propia carne.

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