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Domingo 27 de agosto de 2017

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Cultural El Duende

Herencias de la literatura boliviana

Jesús Lara: un hombre de pueblo

27 ago 2017

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El escritor vive en una casa como todas las que se encuentran en la zona céntrica de Cochabamba. Un frente silencioso y liso, quizá una ventana y, detrás de la puerta, una sucesión de patrios estrechos y habitaciones. Finalmente, donde todo parece terminar, la pequeña trinchera de libros en la que diariamente vuelta su espíritu en una pequeña hoja rayada -nunca en otro papel- y a lápiz -jamás a máquina-, un hombre canoso, casi alto, definido por unos anteojos y una boina azul.

Y ese hombre recuerda:

-Yo nací en un pueblecito que se llamaba Muela y que hoy es Villa Rivero, en la provincia de Punata, el primer día de 1898. Nací en un hogar pobre y humilde, y mi infancia tuvo todas las particularidades que rodean la vida de los niños pobres. Mi adolescencia transcurrió en la misma forma, sin grandes satisfacciones, en medio de grandes privaciones.

Jesús Lara, también debió, en algún momento, iniciar la educación formal, y su caso es símbolo de un problema educativo muy nuestro. "Estudié cuatro años en mi pueblo pero no aprendí nada. Yo hablaba solamente quechua y el maestro era un sastre que, tampoco sabía mucho de castellano, así que no nos podía enseñar el idioma. Nos quería meter el castellano a base de palmeta y látigo". Y el niño que solamente repetía frases en castellano sin entender nada de ellas, vuelve a la mente del escritor, entremezclado con las páginas de Paqarin. "Solo pude leer años más tarde, en la escuela fiscal de Arani, a la que me llevaron mis padres".

La historia de Jesús Lara, bachiller, es también sencilla y generalizada.

-No hice estudios en la Universidad porque aquí no había otra Facultad que la Derecho, y los profesores eran tan malos como los actuales. No atraían a los estudiantes, por lo menos a mí no me pudieron atraer; todo lo contrario -dice intentando sonrisa.

"Huyendo de Derecho" fue a La Paz, donde trabajó durante un buen tiempo como corrector de pruebas de "Hombre Libre" - "un diario radical fundado por Franz Tamayo, quien en ese tiempo no era querido en La Paz, era prácticamente abominado por la crema de la juventud paceña, que era liberal".

Por ese entonces Jesús Lara ya escribía poesía, había vencido su primera batalla contra los libros "gracias a los fondos de mi madre", como dice hoy.

Desde sus primeras lecturas, robadas a las horas de estudio, las aventuras de Robinson Crusoe, Simbad el Marino, Blancanieves y Buffalo Bill; hasta los primeros versos escritos alrededor de los quince años, solo media la influencia del poeta Juan José Quesada.

-Yo no tenía recursos para comprar libros -dice-. Engañaba a mi madre y le decía que en el Colegio nos habían pedido libros; cuando se trataba de libros me madre no hacía objeciones: iba con ella a la librería, yo escogía los libros y ella pagaba.

Hace una pequeña pausa y luego:

Así me encontré con los románticos mexicanos, el primero fue Juan de Dios Peza, que tiene una historia muy particular. Yo estaba enamorado y no podía redactar una declaración en prosa ni en verso, compré un libro que titulaba "Secretario de los amantes" y de allí copié algunas líneas en una tarjeta y la mandé a la dueña de mis pensamientos. Ella no me llevó el apunte, al contrario, me puso en ridículo. Tiré el libro y un pariente mío, al verlo, me lo cambió por otro de Juan de Dios Peza. Esa fue para mí una verdadera iniciación, descubrí un mundo extraordinario.

Poco después, y siempre con los recursos de mi madre, fui adquiriendo Manuel Acuña, Manuel María Flores, Antonio Plaza y todos los románticos mexicanos.

Las cosas hubieran seguido así, pero unos compañeros de colegio me introdujeron en un círculo de estudiantes que llevaba el pomposo nombre de "Ateneo de Estudiantes"; nuestro presidente honorario era Joaquín Espada, el político. Fue allí donde yo encontré el camino definitivo; en el Ateneo tuve relación con los modernistas, empezando por Rubén Darío.

En: "Tapuy Jayniy - Entrevistas a Jesús Lara" de Luis H. Antezana

Jesús Lara. Cochabamba, 1898 - 1980. Poeta, novelista, dramaturgo y difusor de la literatura quechua.

En la revista Hipotésis (de Luis H. Antezana), el poeta confiesa:

En todos mis libros ha habido un hilo conductor permanente: mi propósito de escribir como un hijo de mi raza. Siempre he creído que en mis venas corre más sangre indígena que española. Aunque no he olvidado que soy mestizo, toda la vida he tratado de identificarme con el indio.

Desde mi tierna infancia he vivido junto a él, he dormido en su choza, he comido su lawa y compartido sus piojos. He visto miseria, sus frustraciones, su desventura. Siempre me he sentido en deuda con él y por tanto he tratado de trasladar su vida a mis novelas como una denuncia, como una protesta.

Producción literaria: Poesía: El monte de la myrrha (1923); Flor de loto (1960); Catira y Arawaki (1964); Qheswataki: coplas quechuas (1975); Pauqarwara (1977). Narrativa: Repete (1937); Surumi (1943); Yanakuna (1952); Yawarninchij (1959); Sinchikay (1962); Llalliypacha (1965); �ancahuazú (1969); Sujnapura (1971); Paqarin (1974); Sasañan (1975); Wichay uray (1977). Antología y Crítica: La poesía quechua (1947); Poesía popular quechua (1956); La literatura de los quechuas (1960); Leyendas quechuas (1963); Mito, leyendas y cuentos de los quechuas (1973). Ensayo: La cultura de los inkas (2 v., 1966-67); Guerrillero Inti (1971). Teatro: Ollanta (1977); Tragedia del fin de Atawallpa (1989). Otros: Wichay Uray - Cuesta arriba, cuesta abajo (1977); Wiñapaj. Para siempre (1986).

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