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Domingo 27 de agosto de 2017

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Cultural El Duende

Mariano Baptista Gumucio, Premio "Trayectoria Literaria - FIL 2017

27 ago 2017

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El pasado 13 de agosto, la XXII Feria Internacional del Libro de La Paz cerró agenda galardonando al investigador, escritor, historiador, periodista y gestor cultural Mariano Baptista Gumucio con la distinción "Trayectoria Literaria", FIL 2017. Abrió el programa Tatiana Azeñas, Gerente General de la Cámara Departamental del Libro de La Paz. A continuación se presentó un video con palabras de homenaje por Carlos D. Mesa Gisbert, Lupe Cajías, Carlos Antonio Carrasco, Wilmer Urrelo y Clovis Díaz, entre otros. Siguió el discurso de agradecimiento por Mariano Baptista. El escritor Alfonso Gumucio Dagron, rememoró su relación familiar con "El Mago". Cerraron el evento Patricia García, Carlos Ureña y Percy Jiménez con representaciones dramatizadas de algunas páginas de la tercera edición de "Cartas para comprender la historia de Bolivia" editada esta vez por la Biblioteca del Bicentenario.

NO SOMOS HIJOS DEL DESIERTO, NI EL PAÍS NACI? DE GAJO

Discurso de agradecimiento por Mariano Baptista Gumucio

La distinción de la que hoy me hace objeto la Cámara del Libro de La Paz, en el marco de la Feria de Libros, me honra y también a mi familia, en un grado que no puedo expresar. Agradezco profundamente tan noble gesto y lo vinculo en el recuerdo a un hecho que tiene que ver con esta Feria. Me remonto a fines de los años ´70 cuando, en la redacción de "?ltima Hora", me reuní con Jaime Choque Mata, Raúl Botelho Gosálvez y Neftalí Morón de los Robles, preocupados por la falta de pago puntual de los libreros. Entonces decidimos romper el cerco con una feria de libros que no se había hecho antes, en El Prado, y el domingo siguiente, a las 11 de la mañana, no disponiendo, por cierto, de mesas ni quioscos, extendimos unos aguayos y allí pusimos nuestros libros, esperando que se acercaran algunos lectores. Mi hija Rossana, de 10 años, que hacía de cajera, recogió del aguayo para mostrármelo, el libro que había traído Neftalí, fresco de la imprenta con el título de Historia universal de la mujer y que, incluidas las tapas, tenía 18 páginas. Los demás le preguntamos: ¿Neftalí, cómo has podido ocuparte de un tema tan vasto en tan pocas páginas? Y el poeta vallegrandino nos respondió, muy suelto de cuerpo: la imprenta me ha entregado solamente un pliego que es el que podía pagar, me darán el resto del libro, cuando les cancele.

No debimos ganar gran cosa, pero la idea cundió. Después, otros autores de la generación de Moro Gumucio, como Nisttahuz, Bascopé, Vaca Toledo, hicieron lo mismo. Los primeros libreros en unirse a la iniciativa fueron: Peter Levy y Javier Quisbert, a quienes también la Cámara ha rendido homenaje. ¿Pero quién se acuerda hoy de Choque, de Morón de los Robles, o del propio Botelho Gosálvez? De la anécdota de Neftalí podría derivar a la situación de los escritores en nuestra sociedad. Hice semblanzas de 30 de ellos en el libro Bolivianos sin hado propicio, y comprobé que la mayoría vivió en la pobreza y la marginalidad, seguidos por el olvido después de su muerte.

Alfonso Reyes decía que pretender vivir de vender libros, es como levantar una silla con los dientes. Así sucedía en México, aquí el caso se repite, pero no hay que levantar tan solo una silla, sino un sillón. No solamente los lectores son escasos, sino que los amigos -se quejaba Carlos Medinaceli, con amargura- se creen con derecho a recibir un ejemplar gratuito, y además dedicado por el autor. Y en la última década la cosa se ha agravado, pues el hábito de la lectura ha sido arrinconado por la televisión y el internet. Cuando tomo diariamente la micreta que me lleva del sur al centro de la ciudad, me da la impresión de entrar a un velorio, donde reina el silencio interrumpido de vez en cuando, por la frase del argot boliviano, -¿puedo aprovechar?- para que el chofer malhumorado se detenga un momento. La mayoría de pasajeros parecen zombis, están consultando su celular "inteligente", buscando noticias o video-juegos, o charlando con amigos lejanos en un español de símbolos que desdeña la gramática. Hasta ahora no he tenido la suerte de ver a un pasajero leyendo un libro ¿por qué entonces los poetas y escritores se empeñan en publicar o difundir sus obras?, es una pregunta que no trataré de explicar ahora. Pero en todo caso, quiero recibir esta distinción a nombre de mis colegas de todos los tiempos y lugares de nuestra geografía, ellos merecen el bien de la patria.

Abandoné la política militante en mi juventud al ver el desmoronamiento de las esperanzas de abril de 1952 advirtiendo, como decía Borges, que las ideas nacen tiernas pero envejecen feroces. Fui nombrado Secretario de Cultura de la flamante Central Obrera Boliviana, que dirigía Juan Lechín Oquendo. Tomé pues partido, de una manera apasionada por la cultura, entendiendo que su fomento y expansión salvará a Bolivia como no pudieron hacerlo el salitre, el caucho, el estaño y el gas y ni siquiera la coca-cocaína, que hasta ahora solo nos han traído desgracias.

Con Marcelo Quiroga Santa Cruz, y otros amigos entrañables colaboré a un gobierno en trance a la democracia, como el del Gral. Ovando y a otros regímenes del período democrático, pero diría que mis incursiones en la gestión pública y en la diplomacia han sido más bien breves. Desde entonces comparto con E. M. Ciorán, la idea de que "bajo cualquier circunstancia debe uno ponerse del lado de los oprimidos, incluso cuando van errados, pero, sin perder de vista que están amasados con el mismo barro de sus opresores". Y hablando de este autor y bajo las difíciles circunstancias que vivimos, quiero añadir un pensamiento que también me impresionó de él, cuando afirmaba que todas las revoluciones empiezan con ángeles y trompetas, pero que concluyen con comisarios y metralletas.

Pasé por el Ministerio de Educación en tres oportunidades cuando, con muy escasos recursos, tuvo lugar una campaña de alfabetización que fue distinguida con una medalla de UNESCO, y diversas obras pedagógicas e instituciones culturales me valieron el premio "Andrés Bello", de la Organización de Estados Americanos. Se logró también, sin costo para el Estado, la recuperación del "Palacio Chico", en la calle Potosí, para sede del Ministerio de Culturas, así como el Museo de Arte Moderno en Santa Cruz.

Mi hogar periodístico ha sido "?ltima Hora", donde creamos la revista cultural "Semana" y la biblioteca popular, que alcanzó a editar 300.000 libros de 50 autores noveles y otros consagrados, distribuidos en las calles por los canillitas, superando con creces la producción de libros que habían logrado hasta entonces el Ministerio de Educación y editoras acreditadas. He trabajado también en otros medios por casi cinco décadas. Publiqué varias obras dedicadas a algunos varones por su valía intelectual o política; quise destacar desde Bartolomé Arzans de Orsúa y Vela, que escribió en un millón de palabras la historia de Potosí, pero al mismo tiempo, un siglo antes de la independencia, prefiguró lo que sería Bolivia, hasta José Cuadros Quiroga, inventor del Movimiento Nacionalista Revolucionario, pasando por Alcides D´Orbigny, Gabriel René Moreno, Franz Tamayo, Man Césped, Carlos Medinaceli, Augusto Guzmán, Wálter Guevara Arze, Augusto Céspedes y Joaquín Aguirre Lavayén. Pensando en las vidas de las que me ocupé muchas corresponden a la generación de mi padre y ahí encuentro otra clave de mi conducta, el reconocimiento a quienes nos precedieron e hicieron obra de bien. El país no ha nacido de gajo y nosotros, los que llevamos el gentilicio de bolivianos, no somos hijos del desierto. Abominar del pasado no solo es cosa de mentecatos sino de ingratos, pues lo que somos lo hemos heredado, con sus luces y sus sombras. Freud ha elaborado toda una teoría sobre el "odio al padre", y las consecuencias que este fenómeno puede tener en la vida social. Sin duda que he cometido errores y pecados pero no he sido parricida, ni intelectual ni políticamente.

Y habiendo pasado en vela algunas noches en el Palacio Quemado, escribí también sobre ese caserón, una biografía desde sus inicios como cabildo de La Paz. El edificio está indisolublemente ligado a la historia de Bolivia; nada tiene que ver con el imperio romano o el español. Además de los tres magnicidios que se cometieron allí, en sus paredes se concentró el poder político por casi dos siglos. En su lugar y a sus espaldas, se ha construido un bloque de cemento de 29 pisos como nuevo símbolo del poder Ejecutivo. El contraste entre ambos es tan grande que el viejo palacio republicano con sus 3 pisos cargados de historia semeja ahora una vivienda para los siete enanitos de Blanca Nieves.

Me ocupé en otro volumen de los jesuitas, que nos legaron los bellos templos y la música barroca de Moxos y Chiquitos, hoy patrimonio de la Humanidad. A pedido de los comunarios de San Cristóbal en los Lípez de Potosí, escribí un libro sobre esa mina de plata, la tercera más grande del mundo y rival del Cerro Rico de Potosí.

Dediqué otras obras al tipo de escuela y de educación que aún perviven en Bolivia, pues desde mi años de escolar hasta los de Ministro, consideré que era cruel y además insignificante en términos de rendimiento, el encerrar a los niños y jóvenes por doce años en aulas que muchas veces parecen cárceles, mientras el mundo, sobre todo en las últimas décadas, ofrece tan maravillosas posibilidades de educación, con el apoyo de los modernos sistemas electrónicos. De ahí que, para predicar con el ejemplo, mantengo desde hace 16 años, sin faltar una sola vez, el programa televisivo semanal "Identidad y magia de Bolivia", que me ha permitido recorrer varias veces el país.

Me he detenido en monumentos precolombinos, iglesias, museos, universidades, hospitales, hoteles o campos de cultivo. Mi propósito fue hacer conocer al público, nuestro territorio en toda su estupenda diversidad, el mismo que infortunadamente, arde anualmente por los cuatro costados, no figurativa, sino efectivamente a través de los chaqueos, provocados por semi alfabetos u otros, a quienes en la escuela, no les enseñaron sobre ecología y respeto a la naturaleza, cuando no es envenenado por los químicos que se emplean en la elaboración de la cocaína

Tuve oportunidad en estos recorridos, de conocer y exaltar la labor de filántropos anónimos, entre los que quiero recordar al ingeniero Luis Urquieta Molleda, editor de la primera edición de estas Cartas para comprender la historia de Bolivia, y también de "El Duende" de "La Patria" de Oruro, el mejor suplemento literario de Bolivia. Entrevisté a escritores, historiadores, artistas plásticos y escultores, músicos, médicos, sacerdotes, artesanos y campesinos, hombres y mujeres que aportan a Bolivia con su labor creadora. El propósito subyacente de este emprendimiento fue además el de elevar la autoestima y la fraternidad entre los bolivianos. No ha sido tarea fácil, pues de no haber mediado invitaciones, me habría sido imposible trasladarme de un sitio a otro. Tampoco las condiciones de locomoción son fáciles y además quedé en más de una oportunidad inmovilizado por bloqueadores abusivos, que no entienden que el derecho de uno termina donde empieza el de los demás.

"En todo momento -dice Giovanni Papini- somos deudores para con los antepasados y acreedores en relación con los descendientes y todos responsables, los unos para los otros, tanto los que duermen en los sepulcros, como los que nacerán dentro de algunos siglos. Hay una comunión de épocas, como hay una comunión de santos y una comunión de delincuentes". En mérito a esa comunión con el pasado, permítanme, invocar en esta ocasión grata para mí, las sombras de mis mayores: la de José Manuel Baptista, mi tatarabuelo, a quien el Presidente José Ballivián distinguió con una medalla, que dice: "Salve mi patria y su gloria en Ingavi"; a Mariano Baptista Caserta, mi bisabuelo, ex Presidente de la República, que tuvo entre otros méritos, el de negociar con la Argentina el reconocimiento de Tarija como parte definitiva del territorio boliviano y el tratado de 1895, con Chile, por el que ese país reconocía un puerto soberano para Bolivia, en el Pacífico; a Luis Baptista Terrazas, tío abuelo, que a sus 20 años perdió la vida en la batalla del Segundo Crucero, en Oruro, en la revolución federal y a Mariano Baptista Guzmán, mi padre, que combatió en Nanawa, (donde cayó bajo la metralla paraguaya mi tío José Vallejos Baptista), Gondra, Alihuatá y Puesto Moreno. A su retorno del Chaco, mi padre nunca recuperó su plena salud.

De niño, fui horrorizado espectador del sacrificio del Presidente Villarroel, cuyo cuerpo desnudo, baleado y perforado por punzones quedó balanceándose de una soga en un farol, luego de que una poblada asaltara el Palacio Quemado y pienso que desde entonces, mucho antes de saber de Ghandi, me hice un practicante de la no violencia, sin que ello negara mi convicción de que en la vida, se debe luchar por lo que uno cree que es justo, y ayudar a los que no pueden hacerlo, por su indefensión, su edad o su sexo.

Paralelamente a mi actividad en la televisión, he consagrado los últimos años a publicar nueve antologías de viajeros, acerca de las ciudades y Departamentos de Bolivia, del siglo XVI al XXI, como otra manera de buscar la comprensión entre los bolivianos y la autoestima de cada región.

He escrito 4 libros sobre Potosí y 5 sobre La Paz. Los bolivianos estamos en deuda con la primera ciudad, pues sin Potosí, no existiría este país. Sin embargo, de allí vienen periódicamente las gentes más pobres a recorrer estás calles, extendiendo la mano.

Nacido en Cochabamba, no quiero olvidar a un coterráneo singular, que viajó a Europa a principios del siglo XIX, buscando a un general napoleónico capaz de conducir a los pueblos americanos a la libertad. Por entonces Bolívar era un niño. Les hablo de Manuel Aniceto Padilla -no confundirlo con Manuel Ascencio, esposo de Juana Azurduy- personaje singular del que se ha olvidado la historia. En esta ciudad, escribí un libro probando la inocencia de Alfredo Jáuregui, fusilado después de 10 años de cárcel, acusado falsamente del asesinato del Gral. José Manuel Pando, quien murió víctima de una embolia cerebral. La justicia no ha mejorado desde entonces, hoy está peor que nunca.

Les reitero mi agradecimiento y hago votos porque esta Feria se prolongue en el tiempo, para deleite y solaz de paceños y bolivianos.

Para tus amigos: