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Domingo 27 de agosto de 2017

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Cultural El Duende

En torno a Los trabajos y los días, de Benjamín Chávez

27 ago 2017

Discurso pronunciado por el poeta y escritor Carlos Condarco Santillán en la presentación de la obra el pasado miércoles 16 de agosto, en el Club Oruro

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Para referirnos a Benjamín Chávez es acertado utilizar el término "literato", porque Benjamín no solo es un eximio cultor de la palabra, que sería bastante. Es, y aquí encontramos una de las más generosas venas del rico hontanar de sus concepciones poéticas, un conocedor del amplísimo mundo de la Literatura. En su teoría, diferentes períodos, latitudes, autores y, ¡por supuesto!, obras. Conoce a los clásicos y a los modernos. Ha conseguido, como buscador de tesoros, apropiarse de un rico botín. Por eso está en poder suyo la sabiduría de unos y de otros. Pero no es un mero imitador, obnubilado por la grandeza impresionante de los maestros. No. Tiene su propia magia. Su propia alquimia. En el atanor coruscante de la creación, destila sus propias quintaesencias.

Los Trabajos y los Días, hermosa y declarativa denominación de la obra que Benjamín, con reverente actitud, la tomó del poeta griego Hesíodo, autor del Período Arcaico de la literatura griega. Nació en Ascra, en la Beocia. Entre sus obras se cuenta Los Trabajos y los Días, donde se ocupa de las edades de la humanidad y de los trabajos agrícolas, de acuerdo a su propio ciclo. Su contenido no es solamente narrativo, sino reflexivo y moralizante. Enuncia profundos pensamientos sobre la condición y el destino del hombre. Y es aquí donde encuentro un vínculo sutil que une ambas obras que comparten un mismo título: Los Trabajos y los Días.

Así como el griego, Benjamín se enfrenta con la condición del hombre; pero si la visión de Hesíodo está velada por un innegable pesimismo, la de Benjamín tiene el vigor del optimismo. �l permanece, constante con sus sentidos puestos en la realidad del mundo exterior y de sí mismo. Es hijo del asombro por las maravillas del Universo. Sus percepciones se polarizan en su espíritu sensible y su inteligencia atenta y cultivada. Con la magia que sabe imprimirle, las emociones toman expresión y nace el poema.

El poeta argentino Arturo Carrera dice de la obra de Benjamín: "Ciudades visitadas, diarios de viajes, sensaciones, pero también sociedades, culturas, tensiones, música. Y un exilio: la poesía como el acercamiento, el apaciguado efecto, donde la sensación no es sino el común denominador de los sentidos y el sentido un ritmo por un instante avasallante, nítido (�) Y así Bolivia, país natal de Benjamín Chávez, recupera a cada página su ternura y su grandeza".

A lo largo de su fecunda existencia, Benjamín ha recorrido buena parte del planeta. En esos viajes cosechó y sembró poesía, como hubiera deseado Hesíodo. No obstante, este poético periplo siempre lo trajo de vuelta a la tierra natal, con un opulento esquilmo lírico, porque, ante todo, Benjamín siente que en alma y vida, en pensamiento y emoción, se encuentra la profunda Bolivia y que a ella se debe. La tierra es el hombre: "Humus, homo". Esta concepción, determina que los motivos de su creación sean tomados con notable perspecuidad de los ricos contenidos de la patria: hombres y mujeres, estampas, anécdotas, literatura, música, etc. Pero estos motivos no lo son todo. A Benjamín lo enriquecieron, envidiablemente las experiencias propias tanto como sus profusas lecturas, sostenidas indeclinablemente desde su temprana juventud.

Los trabajos y los días, es resultado de una deliberada creación artística literaria. El lenguaje ha sido tratado morosa y amorosamente. La construcción se distingue por su esmerada estructura sintáctica; por la paciente búsqueda y elección del término preciso. De la palabra insustituible.

Sin exceder los límites del buen gusto, teniendo presente la voz admonitoria del viejo Horacio, autor caro para Benjamín: "Ne quid nimis". Memoria feliz, que pone a disposición del autor la cita exacta en el momento oportuno. Sensibilidad exquisita y ojos siempre abiertos, son las columnas en las que se asienta la obra de Benjamín Chávez.

Muchos de los textos de la obra pueden ser considerados como ensayos breves, donde lo didáctico -aunque no hubiese sido intención del autor- se funde en el tratamiento poético del lenguaje. Sin excepción, la prosa discurre con destreza y soltura. Los contenidos se van enriqueciendo constantemente, sin distorsionar el hilo rector del pensamiento. No es una prosa que estorba las digresiones haciéndola enfadosa. Es como un regato que fluye libre, espontáneo, cristalino y, a veces, en un meandro nos señala un nuevo hallazgo.

En esta obra veo una renovada ofrenda a la tierra natal y un regalo para quienes eligen y disfrutan la buena lectura. Benjamín Chávez nos ha hecho nada más y nada menos que el presente de la alegría pues él lo sabe, como lo sabía John Keats, cuyas palabras inscribe como epígrafe del texto Quiosco de la meditación: "Una cosa bella es un goce eterno" (A thing of beauty is a joy forever). Nada más cierto y afortunado.

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