Mi primera y afortunadamente única experiencia con un acto de terrorismo tuvo lugar el 6 de diciembre de 1988 y dejó en mi mente una imagen imborrable, tanto de la frialdad a la que pueden llegar algunos seres humanos cuando cometen crÃmenes por pasión polÃtica como de la incapacidad que tienen otros de reaccionar ante escenarios que lo dejan a uno prácticamente petrificado.
Desde el origen de la insurrección en las sierras de Ayacucho, hasta el dÃa de hoy inclusive en otros puntos del Perú, los terroristas diseminaron su actuar destrozando la voluntad del pueblo y creando una zozobra tal, que en determinado momento, la gente tenÃa miedo hasta de salir a la puerta de su casa.
Poco antes de la captura de su lÃder, Abimael Guzmán Reynoso, el 12 de septiembre de 1992, sendos atentados con explosivos en pleno centro de Lima como los de la calle Tarara o el peor de todos en Miraflores, estuvieron a punto de poner de rodillas al gobierno y lograr su cometido.
Bolivia no fue la excepción, no por nada tenemos una enorme frontera y comulgamos las mismas caracterÃsticas de población y territorio, en especial las de su zona de mayor influencia, el departamento de Ayacucho. Varias incursiones en el altiplano boliviano dieron fe de su permanente accionar en suelo boliviano, la mayor de ellas fue una incursión en la población de Sorata.
Pero el episodio de mayor connotación donde el terror no estuvo ausente tuvo lugar en la ciudad de La Paz y quien le escribe fue testigo directo de ese episodio que dejó en mà una muy ingrata experiencia.
Una cuadra hacia el norte, en la conjunción de la 6 de Agosto y AgustÃn Aspiazu, tenÃa lugar casi siempre una situación especial. En ese entonces no habÃa en La Paz los hoy en dÃa angustiantes minibuses, y los únicos medios de transporte masivo eran los micros. Justamente en esta esquina, el de la lÃnea número 2, hace un giro rumbo a Sopocachi, por lo que tanto quienes bajaban como los que subÃan a este transporte, se aglomeraban y provocaban un tumulto desordenado que impedÃa el paso de quien estuviera subiendo o bajando por la acera oeste de la ya mencionada avenida.
Los gritos y descontrol de la gente empezaron en esos instantes, vi gente auxiliando a la señora caÃda en el plena acera, la señora del quiosco de la esquina estaba bañada en sangre y blanca como un papel, pero nadie logró reaccionar como para poder ir tras los delincuentes o algo similar.
Es muy difÃcil estar preparados para ese tipo de situaciones, honestamente si volviera a vivir un episodio similar, estoy seguro que ahora estoy preparado para asumir otra reacción y tener un actuar más efectivo, quizás ahora empujarÃa al hombre que viene a toda velocidad para que ruede las gradas, aunque probablemente me vuelva a asustar y cuidando mi vida no actúe, es muy difÃcil en honor a la verdad vaticinar lo que podrÃa hacer.
De lo que sà estoy seguro, es que no voy a permitir ni ahora ni nunca, que el terror me gane la moral, que me derrote, que logre su objetivo en mà o los mÃos y voy a llevar permanentemente un mensaje esperanzador para que la gente de bien no caiga nunca en el objetivo que tienen estos malditos cobardes que sólo quieren vencernos en base al pánico y la confusión.
Luego del trágico episodio de este jueves en Barcelona donde un inadaptado dio fin a muchas vidas e hirió otras tantas, tenemos que hacer un acto de conciencia y prepararnos, pues es notorio que este tipo de actos fanáticos están muy lejos de terminar y más cerca de intensificarse.
No debemos ceder, no nos pueden vencer, somos más fuertes que la cobardÃa y con Dios de escudo debemos repudiarlos y enfrentarlos con moral, fe, esperanza y alegrÃa, que es lo que más odian y ante lo que se rinden las bestias del terror.
(*) Paceño, stronguista y liberal
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresÃa Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del dÃa en PDF descargable.
- FotografÃas en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.