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Domingo 13 de agosto de 2017

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Revista Dominical

Los seductores tatuajes

13 ago 2017

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Todos los escritores conocemos que la investigación de los temas que se acometemos constituyen un mundo insondable pues no se sabe en qué conclusión decantará la recolección de datos; ahora, ante la explosión de la demanda por tatuajes en el mundo, se me ocurrió brindar al lector una aproximación a esta tendencia que parece ser la moda que todos imitan; aunque confieso que soy contrario a la mínima agresión a los 4 o 5 metros cuadrados de piel que dispongo como otros humanos sin fustigar a los tatuajes, y los proclives al tatuaje no solo pueden tatuarse su biografía sino la Biblia entera sin agravios comparativos para nadie; como comprobará el lector en el desarrollo de esta columna, amparada en datos científicos de dermatólogos alemanes:

Los tatuajes han asumido una importancia de cobertura existencial sobre todo en los jóvenes, así, en los años 80 los tatuados lo hacían para distanciarse de la sociedad convencional y demostrar abiertamente su subcultura, como una identidad para proveer un lenguaje visual.

Hoy se tatúan fechas, figuras optimistas, otras tenebrosas y sucesos traumáticos, así como biografías en los cuerpos de mujeres y hombres para convertirse en una declaración andante; todos lo que se tatúan tiene un personalísimo motivo, pero ¿Qué es tatuar?, simplemente introducir el color debajo de la piel, con un aguja de alta velocidad. Como podrá inferir el lector se define rápido, sin embargo, se debe analizar cómo actúa o qué genera el color debajo de la piel; en primer término el color no se queda inamovible en su lugar primigenio sino se desplaza pues como elementos extraños el cuerpo humano reacciona en la mayoría de los casos con una inflamación interna o externa y las células de defensa o linfocitos resuelven expulsar a esos colores, aunque algunos de ellos, según su composición, se transforman en nódulos y se alojan preferentemente en las axilas.

Singular es el desplazamiento al cual está sometido todo cuerpo extraño por el sistema inmunológico del cuerpo, entendiendo que inmunológico significa la acción de los linfocitos de diferentes tipos y objetivos, así, un 80% del color cuando se muda de lugar desaparece ¿a dónde?, todavía es una incógnita, aunque el sol también ataca a los colores de los tatuajes y se produce una decoloración unida a un molestoso e intermitente escozor que infiere la existencia de una herida y el color podría permanecer en el organismo de por vida debido a las diferentes traslaciones a que está sometido constantemente por el sistema de defensa de las células, que no descansa ante la presencia de un cuerpo extraño.

Todavía es una incógnita, pues los fabricantes por el afán comercial y la alta demanda, no desvelan exacta y responsablemente la composición que reside en los colores y los pigmentos, sin delatar su inocuidad o peligrosidad; se ha comprobado que contienen zinc, cadmio y níquel y no se sabe cómo actúan estos elementos químicos de la tabla de Mendeleyev en el organismo; estos mismos elementos se los usa en la cosmética que se aplica sobre la piel, sin embargo, como se afirmaba no se conoce exactamente la reacción que pueden generar debajo de la piel, además, para mayor preocupación de los adeptos a los tatuajes, los colores contienen otros químicos no declarados con subproductos extremadamente peligrosos que desencadenan rebeldes alergias de irrupción imprevista, peor aún, algunos colores fabricados y no verificados en su exacta composición, en el decurso del tiempo, han desarrollado células cancerígenas.

Como colofón a esta columna, es imperativo ante una irresistible atracción hacia los tatuajes, razonar que sus efectos requieren mayor investigación y sólo un estudio constante, exhaustivo y científico de los colores que se aplican y fundamentalmente de su procedencia, pueden garantizar un tatuaje con menos consecuencias, escribí menos pues aunque el color sea benigno sufrirá mutaciones y desplazamientos en el cuerpo, cuya causa es el sistema inmunológico que es inexorable e incorruptible en su misión.

Por: Raúl Pino-Ichazo Terrazas - Abogado, posgrado en Interculturalidad y Educación Superior, Conciliación y Arbitraje, doctor honoris causa, docente, escritor.

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