No le quedó otra cosa a los pueblos de aquella región que migrar en masa rumbo a las capitales departamentales, donde buscaron por un lado la asistencia gubernamental y por el otro la solidaridad de los habitantes de las urbes, para acogerlos entre sus calles, y darles aparte de su caridad, las condiciones para que pasen lo mejor posible este ingrato episodio de sus vidas.
Para su mala suerte, Bolivia atravesaba una crisis económica de caracterÃsticas fatales. Una hiperinflación astronómica era acompañada de una escasez general de alimentos, donde sobraba plata para comprar lo que sea, pero no habÃa nada para adquirir y lo poco que se encontraba valÃa su peso en oro.
Pero incluso en ese ambiente tan difÃcil de sobrellevar, la ciudadanÃa no esquivó su espÃritu generoso y asistió a los visitantes lo mejor que pudo. Comida y todo tipo de vituallas llegaron a manos de quienes tÃmidamente trataban de acomodarse en una urbe que era diametralmente diferente a sus calmos pueblos.
Al año siguiente, los informes de meteorologÃa cambiaron la sequÃa por las inundaciones y todo lo que no habÃa llovido el 83 lo hizo el 84, y claro, esta vez los afectados fueron otros bolivianos. En el altiplano los pobladores de orillas del Lago Titicaca y en el Oriente todos los afectados por el desborde del rio PiraÃ. Sin embargo en la ciudad de La Paz y otras capitales del paÃs el paisaje no cambiaba mucho, y los ya parroquianos ex campesinos de triste vestir, seguÃan en las mismas esquinas, mano alzada de por medio sin la más mÃnima intención de volver a sus pagos.
Ravelo, OcurÃ, Macha, Colquechaca, Pocoata, Taconi, Chuquiuta, Chayanta, Cala Cala, UncÃa, Llallagua, Caripuyo, Sacaca, Vila Vila, San Pedro de Buena Vista, Acasio y uno de los lugares más hermosos del planeta, Toro Toro, recorrà todos y cada uno de esos pueblos, en dos oportunidades.
La imagen que guardaba de esta región como referencia en mi mente, era la de un altiplano árido y agreste, visión que cambió por completo a medida que fui transitando por estos bellos lugares que son más bien cabecera de valle y valles, sumamente verdes y con grandes condiciones para la agricultura. Además a medida que se acerca la cordillera, la zona es plagada de minas de varios recursos mineralógicos.
En todo caso, fue para mà digno de análisis el ver como en una zona asistida por una carretera que dentro de poco estará asfaltada en todo su recorrido y con tanta ayuda del Estado y diferentes entidades, los estados de pobreza eran los únicos que gozaban de buena salud en toda la zona y sigue existiendo una franca voluntad de permanecer en esa condición por mucho tiempo más.
En pleno desarrollo de la Asamblea Constituyente, algunos dirigentes de Sucre, al amparo de la frase "Ahora o Nunca", pidieron el traslado de la sede de gobierno a la Capital de la República, justificando que a la ausencia de estos edificios de gobierno se debÃa el retraso de la ciudad de los cuatro nombres y por ende del departamento entero. Lógicamente no podÃa haber algo tan absurdo como dicha afirmación. Para muestra basta un botón, sin ser sede de nada Santa Cruz, departamento y capital han dejado rezagados a los otros 8 departamentos tan lejos que ni la misma La Paz tiene chances de alcanzarles.
La única vÃa para el progreso, para que lleguen los beneficios de la vida y todo lo que se supone les falta a los "pobres y desplazados" habitantes del Tipnis, es el trabajo, un empeño leal, bien intencionado, con el deseo de que se beneficien los verdaderos dueños del territorio y no un grupo polÃtico afÃn al oficialismo, que lo único que desea es nuevo territorio para seguir plantando veneno.
Cambien su pardo discurso señores, que no convence a nadie y sólo muestra su nefasta intención sobre un parque que quiere dar vida a todos los hijos de esta Patria.
(*) Paceño, stronguista y liberal
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