"Su más antiguo servidor, lo encontró flotando en las aguas de la bañera, desnudo y con los ojos abiertos?". Así empieza Gabo la novela. Y ya casi al final, ante la realidad que le rodea, el libertador exclama: "Carajos, cómo voy a salir de este laberinto".
Concluida la campaña en el norte, el Libertador dirige su mirada hacia el sur. Argentina, Chile y Perú ya son libres. El Gral. San Martín, tras la entrevista con Bolívar en Guayaquil, se aleja definitivamente. Ahora tiene Bolívar el camino expedito para consolidar la independencia. Hasta aquí, 40 años vividos con una intensidad sin tregua. Pero ya la gloria está conquistada. El guerrero invulnerable, el caballero de la epopeya, el soldado filósofo, el héroe y poeta, en fin, ya tenían su altar ganado en la historia.
Con la batalla de Ayacucho, en diciembre de 1824, se cierra virtualmente el periplo victorioso de los libertadores. Pero la situación en el Alto Perú tiene aristas sorpresivas. Los españoles están divididos. Pedro de Olañeta resta su concurso al esfuerzo del ejército realista, y es derrotado en Tumusla por el Gral. Carlos Medinaceli, el 1 de abril de 1825. Luego, las tropas colombianas ya no necesitan disparar ni un solo tiro. Pero Bolívar hubiera querido ascender al Sumaj Orcko como vencedor de la última batalla. El azar le jugó una mala pasada.
Ahora el desafío es el proceso político de fundación. Sucre se siente incómodo con las instrucciones de Bolívar. "Siendo yo un hombre sin aspiraciones y sin interés propio - le dice en una carta -, sigo de buena fe lo que usted me previene". De todas maneras, él emite la convocatoria a la Asamblea Constituyente y Bolívar le desautoriza y la desconoce. Entonces, Casimiro Olañeta y sus seguidores recurren a una estratagema para doblegar la voluntad dictatorial de Bolívar. El artículo primero del proyecto de ley de la Asamblea, dice: "La denominación del nuevo Estado es y será para lo sucesivo República Bolívar". Arguedas, disconforme, anota: Por esa determinación, "un pueblo se prosterna a las plantas de un hombre, con todos los signos de la servidumbre".
Es que a la hora de las decisiones, el Alto Perú era la tierra de nadie. Haciendo del defecto una virtud, se suele ensalzar la acción de las masas sin conductor. Pero eso no es cierto. "Tuvimos la desgracia de no contar con sobresalientes capitanes - dice el autor de La Chaskañawi -, hombres de alto vuelo político e intelectual, que superando a sus iguales hubieran asumido la dirección general de los acontecimientos". Por eso duró tanto tiempo, 15 años, la guerra. Ante la avasalladora presencia del dictador, nadie fue capaz de decir: ¡Señor, un ratito?!
El insólito homenaje le impactó. Dijo que no lo merecía y llamó a Bolivia "su hija predilecta". Gabriel René Moreno, después de revisar muchos documentos, llegó a la conclusión de que "jamás el Libertador tenía derecho de prestar su nombre a la nueva nacionalidad". El despojo de la identidad generó graves consecuencias. Muchas desdichas que hasta hoy arrastra el país tienen ese origen.
(*) Escritor, miembro del PEN Bolivia
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