Sin ninguna exageración no hay día que no se conozca algún accidente, sea en la ciudad o en las carreteras, hablando sólo de la jurisdicción departamental, lo que nos muestra una terrible realidad que tiene que ver con algunas condiciones de irresponsabilidad de quienes conducen vehículos de servicio público, como el transporte de pasajeros y también de conductores particulares.
Los accidentes están a la orden del día y se producen en alto porcentaje por las condiciones irregulares de quienes manejan motorizados bajo efectos del consumo de bebidas alcohólicas.
Choques entre motorizados, estrelladas contra objetos fijos, generalmente postes de luz, no se salvan del impacto jardineras públicas y hasta domicilios particulares. Lo peor es que además esos vehículos sin control, trepan con violencia a las aceras y atropellan a transeúntes, en algunos casos con resultados fatales. Hay también un alto registro de vuelcos de movilidades, por exceso de velocidad, por imprudencia, por la violencia de un infractor contra otra movilidad en circulación o estacionada, de algún modo el accidente ocasiona graves daños en la humanidad de personas, en los motorizados, en el ornato público y en cualquier inmueble que sirvió para frenar alocadas carreras de chóferes ebrios.
Los accidentes en carretera si bien tienen otras connotaciones, tampoco están ausentes las causas de irresponsabilidad de conductores, con la agravante de que en varios casos se trata de accidentes de omnibuses que transportan decenas de pasajeros o el caso de vehículos familiares, igualmente con viajeros que sufren las consecuencias de imprudentes conductores.
Las fallas mecánicas son parte de las causas que producen los siniestros en calles y especialmente en los caminos. Demás está decir que también en mínimo porcentaje se registra el descuido de peatones, lo que implica otro detalle pero el de menor incidencia en los cotidianos accidentes de tránsito.
Y ahí está el detalle, se trata de accidentes de tránsito, conductores, vehículos y terceras personas en el recuento de damnificados, un número que suma de manera alarmante más y más víctimas, algunas fatales y decenas de damnificados con la secuela de daños irreparables y otros de costosa magnitud alterando presupuestos, dividiendo el clan familiar y comprometiendo responsabilidades por tiempo futuro.
¿Qué es lo que está sucediendo? Algo está fuera de control y hay necesidad de encontrar ese punto negativo para combatirlo abiertamente, pues la frecuencia de los accidentes, el número de comprometidos en estos hechos, irresponsables en la conducción de motorizados, deben ser ejemplarmente sancionados, pero además deben revisarse los códigos de control, establecer también la otra parte de las responsabilidades, esas que competen exclusivamente a las autoridades del ramo y para decirlo concretamente a los efectivos de la Policía de Tránsito, por un lado y la Policía Caminera por el otro, ambas unidades con las atribuciones necesarias para ejercer control de toda la circulación vehicular y también el movimiento peatonal.
Ahora bien, las cosas están planteadas en esa dimensión, pero resulta que en los dos sectores las fallas son contundentes, es decir entre los que infringen las normas y entre los que deberían controlarlas. Hay una marcada ausencia de efectivos de tránsito para el control en los servicios de transporte en la ciudad, pero es más notoria la falta de personal y motorizados de la Policía Caminera para ejercer su labor no sólo en las trancas o retenes, sino con planes especiales de frecuente recorrido en las carreteras, especialmente en esas en que los siniestros tienen mayor incidencia. Ya es tiempo de poner remedio a este terrible mal.
Fuente: LA PATRIA
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