Dice San Pablo en su Carta a los Romanos: « Ellos trocaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y dieron culto a la creatura antes que al Creador» (Romanos 1, 25).
El rechazo de Dios desde el corazón, es decir, desde el intelecto y la voluntad, es una expulsión del propio objeto de estas facultades, que es Dios bajo el aspecto de la Verdad y el Bien infinitos respectivamente: dado que el intelecto ha sido creado para conocer a Dios bajo el aspecto de la Verdad, y de amarlo bajo el aspecto del Bien; y una vez que Dios ha sido desechado del corazón, una vez que el corazón ha perdido la orientación a su propio objeto, se oscurece y cae en objetos sustitutos: en cosas creadas, ídolos: demonios, hombres, animales, o esculturas.
Existe también una idolatría, que no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. La idolatría es una tentación constante de la fe, consiste en divinizar lo que no es dios. Hay idolatría desde el momento en que la persona honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios, trátese de dioses o de demonios, trátese del poder o del placer, o de la raza, o de los antepasados, o del Estado, o del dinero, la idolatría rechaza el señorío único de Dios, es por tanto incompatible con la comunión divina (Catecismo de la Iglesia Católica nº. 2113).
Lucifer quiso destronar a Dios después de haber sido creado para ser uno de los más perfectos ángeles. Fue separado de Su presencia, y desde entonces sigue su frenética acción para convertirse en el dios de la tierra. Ha estado buscando esta gloria desde la creación del hombre, lo sigue intentando con más intensidad en nuestra época.
El Pueblo Escogido de la Antigua Alianza, tuvo un gran problema con la idolatría, cayó en ella, y aunque se arrepentía volvía a caer una y otra vez.
Yahvé exigía un culto único, por ser el verdadero Dios y aborrecía toda idolatría, por lo que por medio de sus profetas, condenó la actitud de su pueblo tan aficionado a los ídolos. Lo consideraba como el mayor pecado desde el momento que suponía elevar un trono de gloria, a personajes míticos o a elementos de la naturaleza.
En nombre de Dios, los profetas señalan que la alianza con Dios es como la unión conyugal, que exige fidelidad absoluta, de modo que al admitir otros dioses se comete un adulterio y hasta una prostitución. Por eso los profetas fustigan la prostitución como una idolatría y la idolatría como una prostitución. Esto se explica históricamente porque la idolatría y la fornicación ritual iban juntas en los ritos de la fecundidad de los dioses cananeos. Los israelitas se apartaban del Señor yéndose tras esos cultos sensuales. La Sagrada Biblia denomina abominación al culto de los ídolos.
Una de esas demoníacas trampas consiste en hacernos creer que «todas las religiones son buenas». La promesa del Tentador de ser como dioses (Génesis 3, 5), se reinventa una y otra vez, en una metamorfosis de múltiples cabezas de cultos a los modernos Baal y Astarté. La Sagrada Escritura nos pone de aviso que esa forma pagana de vivir es incompatible con el Dios Verdadero (cf. ?xodo 34,13; Sirácides 48,1; 1 Reyes 18, 21), y la Carta a los Hebreos nos advierte que habrán tiempos en los que la verdadera doctrina será rechazada, despreciada, y los que la sigan perseguidos (cf. Heb 13, 9).
La Iglesia Católica enseña como dogma que sólo hay una sola verdadera religión y un solo Dios verdadero. La Iglesia enseña que «todas las religiones no católicas son falsas y son del diablo». Es un dogma de la fe católica que no hay salvación fuera de la Iglesia Católica (extra ecclesiam nulla salus). Esto ha sido definido ex cathedra siete veces por los papas.
El término paganismo se refiere a las religiones falsas y politeístas, como el budismo, el hinduismo, el islamismo, etc. La Iglesia Católica enseña que los dioses adorados por los miembros de las religiones paganas, son demonios: Todos los dioses de los gentiles son demonios? (Salmo 95, 5).
«En estos últimos siglos (el enemigo) trató de realizar la disgregación intelectual, moral y social de la unidad del organismo misterioso de Cristo. Quiso la naturaleza sin la gracia; la razón sin la fe; la libertad sin la autoridad; a veces, la autoridad sin la libertad. Es un "enemigo" que se volvió cada vez más concreto, con una ausencia de escrúpulos que todavía sorprende» (Papa Pío XII, 12-10-1952).
Muchos anatemizan cualquier reconocimiento del hecho que la Iglesia Católica es la única religión verdadera establecida y querida por Dios, y que todas las otras religiones son falsas, sistemas hechos por el hombre, cuyos adherentes creen en falsos dioses. Como tales, estas religiones constituyen un pecado mortal objetivo contra el Primer Mandamiento: «Yo soy el Señor tu Dios, no tendrás dioses extraños ante Mi». Los falsos dioses del Budismo, del Hinduismo y del Islam son «dioses extraños» a los que el Primer Mandamiento prohíbe a toda la humanidad rendir culto.
El Papa Pío XI en su extraordinaria carta encíclica «Quas Primas» de diciembre de 1925, llamando «peste» a la ideología del laicismo, denunció con claridad que ésta comienza «por negar la soberanía de Cristo sobre todas las gentes», y que consecuentemente con sus «malvados intentos» se niega «a la Iglesia, el derecho, que es consecuencia del derecho de Cristo, de enseñar al linaje humano, de dar leyes, de regir a los pueblos, en orden -claro es- a la bienaventuranza eterna» y «equiparando ignominiosamente» a la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, «con las falsas» religiones. Aún más, el Pontífice alertaba ya de los intentos de «sustituir la religión divina por una cierta religión natural, por un cierto sentimiento natural. Ni tampoco faltaron naciones que juzgaron poderse pasar sin Dios y hacer religión de la impiedad y del menosprecio de Dios». Luminosas y proféticas expresiones.
german_mazuelo_leyton@yahoo.com
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.