Preservar las banderas rojas del comunismo

Cuando aprendí a sentir la gloria del comunismo fue en momentos de conversación con mi Padre, aquel escolar que no terminó la Escuela. Por sus carencias se vio obligado a abandonarla. Pero, se dignificó en su virtud, fue comunista hasta la muerte. �?l me hizo creer en la Revolución, tan reveladora y profunda, tan maravillosa en su esencia, en su estirpe, en su imagen increíble, en su decisión inconfrontable, en su naturaleza atrevida e insolente como es la Revolución.

Cuando este hombre habla, se refiere a un proyecto histórico, al marxismo acabado. Nada es tan importante como la pregunta vital de ¿por qué vivimos? ¿Por satisfacer nuestros deseos? Es esencialmente más profundo. Cuando me pongo a pensar, reflexionar y reír me encuentro con la idea de que es posible un mundo mágico, aquel que trasciende mares y desiertos, el que se encuentra con el corazón y el cerebro y vale la pena reflexionar sobre una vida que está profundamente ligada a un padre y a una madre, Solamente por ellos vale la pena pensar diferente, de una manera trascendente.

El encuentro de un alma y un cuerpo con su inexorable devenir significa alcanzar un instante donde termina un ciclo que contribuiste a traducir en un lenguaje humano, el que estuvo impregnado de acciones y sueños, de atrevimientos y temores, muchas veces utópicos y, quizás, poco creíbles, pero firmes en su convicción humana. Es la existencia humana en contexto y devenir, en pasado y futuro. Aquí, en el más allá, solamente te queda la revelación cruda, el conteo de lo que hiciste, de tus logros y fracasos, donde la vida no es más que una suma y una resta, pero no multiplicación ni división, sería inconcebible. La pregunta esencial consiste en si fuiste fiel a principios no solamente racionales, sino subjetivos, de cosas que asumiste como buenas y defendiste con ardor, no importando que al final fueran falsas, sino que tuviste que tomar decisiones valientes y te permitiste ser capaz de enderezar tu rumbo cuando fue necesario e imprescindible, no en nimiedades vulgares del día en día, más bien en asuntos vitales, estratégicos, así te constituiste como ciudadano del Universo. Y aquí sirve legítimamente validar acciones y descartar errores.

Mis sentidos, al nacer y llegar a la vida, un 05 de septiembre de 1961, en pleno gobierno pro-burgués del MNR -el que ya se había entregado al imperialismo norteamericano en cuerpo y alma, traicionando la Revolución que nunca fue-, lo primero que recibieron fue el hálito vivificador de la presencia cálida de la tierra de mis encantos: La Paz, ciudad de la que me enamoré como solamente puedes enamorarte de la mujer de tu vida, de la que te entrega y recibe todo lo humanamente posible. La empecé a reconocer en la mirada de su cielo, prístino como pocos, azul hasta lo más profundo, en la sonrisa de sus hijas e hijos queridos que saludaban el nacimiento de la presencia humana nueva, cuando nacía la fe en el mañana. Era un eslabón más, de tantos, que se incorporaba al cuerpo de la existencia tentadora y viril. Era un bebé que ya sentía al Mundo y todas sus grandezas y perfidias, además de brutalidades por el alimento que no siempre era suficiente, por la percepción de seres humanos que se encontraban en peor situación. No era algo razonado, pero sí muy sensible. Y la Revolución llegará con dignidad, aunque a tropezones, quizás con muchas dificultades. Así se construye un futuro.