Be or not to be" (ser o no ser), era el dilema que se planteaba Hamlet hace mucho tiempo y se ha convertido en un dilema aplicable a casi todo el accionar humano.
Ser respetuosos de la vida o no serlo, ser consecuentes con las costumbres o no, ser obedientes con las reglas religiosas o no serlo, esa es la cuestión. Porque en la actual coyuntura, parecen primar otros intereses y otras visiones que podrían convencer a algunos grupos sociales, más no al enorme conjunto poblacional que compone el estado plurinacional
El Gobierno insiste en que el aborto no está siendo despenalizado, por el contrario se está viendo la posibilidad de ampliar algunas causales más. El soberano por su perte cree que esa ampliación de causales implica una despenalización implícita, luego de lo cual ya nada habría que hacer y la sociedad boliviana entraría en una pérdida de valores y costumbres que, acaso, podrían aceptarse en cien o doscientos años adelante, pero no en la coyuntura actual.
LAS COLEGIALAS
Una de las causales que se quiere aprobar tiene que ver con la facilidad con que accederían al aborto las jovencitas bajo el sencillo argumento de decir que son estudiantes de algún colegio secundario. Esto es paradójico, porque se supone que las y los estudiantes, bastante conscientes ya en la secundaria, están siendo formados en valores y costumbres arraigadas en nuestras tradiciones, y más aún ahora que se pregona el nuevo modelo educativo.
El Ministerio de Educación debería fortalecer la formación de maestras y maestros para que estos formen ciudadanas y ciudadanos respetuosos de sí mismos y de la sociedad boliviana. Ahora sí deberían valorarse las costumbres ancestrales y las costumbres religiosas, que aunque a muchos no gusten, son una realidad sin marcha atrás luego de más de 500 años de colonización.
LA RELIGI?N
¿Dónde queda la religiosidad de la población boliviana? Si bien ahora somos un estado laico, no puede taparse el sol con un dedo. Admitamos que un 70 a 75 por ciento de la bolivianidad profesa el catolicismo, expresado en las grandes festividades como el Gran Poder, Urkupiña, Chulillos y la peregrinación del Carnaval orureño, fiestas en las que participan, sea como actores o espectadores, nuestros mismísimos mandatarios. Y si lo anterior no fuese suficiente, admitamos que un 25 por ciento de bolivianas y bolivianos profesan en congregaciones protestantes (evangélicos, bautistas, pentecostales, etc.). Luego, es innegable que la despenalización del aborto va a chocar inevitablemente contra la creencia y los valores religiosos del 100 por ciento de la población boliviana.
¿Por qué remar contra corriente?, ¿Por qué desconocer o soslayar la religiosidad del pueblo boliviano?, ¿Por qué no atreverse a un referéndum? Seguramente el resultado no sería el que esperan quienes proponen la despenalización o quizás pudiese darse si las y los cristianos bolivianos hubiesen trastocado sus creencias, cosa muy dudosa, por cierto.
LA POBREZA
Otro argumento manejado por los proabortistas es que cualquier mujer, a simple argumento de proclamar su pobreza, decida abortar en cualquier momento. Esto ya raya en el absurdo y provocara el caos total. ¿Bajo qué cánones se medirá la pobreza?, ¿Será posible medir la pobreza? Porque es una circunstancia bastante relativa y nada absoluta. Hay parejas pobres que procrean muchos hijos y, aun así salen adelante, como también las hay quienes caen en la indigencia.
¿Dónde quedarían los valores y costumbres ancestrales que promovían familias numerosas? ¿Dónde está nuestra modernidad que a estas alturas ofrece múltiples opciones para evitar el embarazo? ¿Acaso las jóvenes parejas de este tercer milenio no están mejor informadas y orientadas que las de antes?
El estado boliviano debería trabajar intentando responder estas interrogantes y así preservar, aunque sea por un tiempo más, una sociedad medianamente tranquila.
(*) Licenciado en Comunicación Social
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