VÃctima de la relocalización de 1986, Eustaquio Picachuri Cuñaca, pertenecÃa a una generación que mal vino a llamarse Sandwich, que como fueron indemnizados y no se asesoraron debidamente, no pudieron jubilarse y llegaron a la edad del retiro sin una pensión que les garantice por lo menos una vejez digna.
El hombre que habÃa recurrido durante años a diferentes instancias gubernamentales, al no encontrar una debida explicación y mucho menos la solución a sus problemas, cayó en desesperanza y viendo que su situación extrema requerÃa de remedios igual de radicales, optó por exigir sus demandas con la extorsiva inmolación de su ser.
En la enorme sala de ingreso al edificio anexo del Palacio Legislativo, en una silla, tembloroso y con muchas ansias, sostenÃa en su mano derecha el detonador, con el pulgar encima amenazante, exigiendo fundamentalmente un pago global para la familia de su hermano MartÃn, fallecido en 1992, pensión jubilatoria para su ex esposa y un pago excepcional para sà mismo en condición de ex minero.
El gobierno de Carlos Mesa movilizó a quien pudo, y con el entonces ministro de Gobierno, Alfonso Ferrufino, a la cabeza, empezaron a desfilar ante el demandante autoridades que trataban de hacerle entrar en razón, pero lógicamente, ninguno de ellos traÃa soluciones consigo.
Viceministros, directores, el jefe de los bomberos y hasta Monseñor Jesús Juárez trataron de convencerlo pero ninguno lo logró, de manera que entre idas y venidas se hicieron las tres de la tarde, momento en que se apersonó la tragedia para finiquitar el problema.
La tensión durante las dos horas y media previas habÃa disminuido y a la espera de la última de las promesas a cargo del director de Pensiones, tanto el conflictuado minero como quienes lo controlaban habÃan relajado el ambiente, y es en un momento de distracción (probablemente consensuado) que el coronel Marbel Flores, comandante del Batallón Pumas, encargado de la vigilancia del Congreso, intentó sorprender al suicida por la espalda sujetándolo por detrás con un firme abrazo, en ese instante el policÃa Tito Amarrio del Batallón de Bomberos trató de arrebatarle el detonador de la mano derecha forcejeando con el minero. Muy mala idea, Picachuri no estaba jugando, y tan solo sintió el ataque, activó el mecanismo provocando una letal explosión que quitó la vida a las tres personas.
Este triste episodio tiene mucho que ver con lo recientemente acontecido en la ciudad de Santa Cruz en el episodio de la joyerÃa EuroChronos, al igual que con el macabro fallecimiento del viceministro Rodolfo Illanes. En ninguno de los tres casos fue parte de los acontecimientos un negociador especialista en situaciones de secuestro y/o extorsión.
Existen cientos de manuales (el más completo y efectivo es el del FBI), para funcionarios policiales o psicólogos que puedan interceder ante los secuestradores a nombre de las autoridades de forma tal que se puedan evitar sobre todo que mueran las personas que son utilizadas como escudos humanos o como en el caso del minero, tratan de inmolarse pero a la vez causar daños colaterales.
Además de ello debe seguir reglas de negociación muy importantes. Debe ser de graduación media de manera que no sea incapaz de tomar medidas de emergencia pero tampoco pueda asumir todas las responsabilidades. No puede ofrecer lo que no puede cumplir y jamás ceder a pedidos como vehÃculos, aviones, alcohol, drogas y otras cosas que perjudiquen la negociación o alteren la conducta de los extorsionadores.
Una de estas mejoras y de realización inmediata, deberÃa ser justamente la creación de una unidad especializada en capacitar a sus miembros para ser negociadores para cuando se presenten este tipo de acontecimientos. Como no son situaciones que tienen lugar constantemente, puede ser personal que trabaje en cualquier dependencia pero, en caso de darse una situación parecida a las mencionadas, estar a disposición del Comando de la PolicÃa para entrar en acción.
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