Miercoles 19 de julio de 2017
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Contrariamente a la práctica que observan los países efectivamente democráticos, hay políticas que están muy alejadas de concebir que la comunicación social es de su absoluta conveniencia porque las libertades tienen su forma de manifestarse a través de los medios de comunicación que son los lábaros que conducen el pensamiento y los sentimientos de los pueblos; en otras palabras, sin libertad de expresión no hay democracia y toda libertad está restringida.
Hay países en el mundo que están gobernados por quienes han sido elegidos libremente por sus pueblos mediante el voto; sin embargo, en sus hechos, esos gobiernos actúan en sus políticas partidistas como si fuesen totalitarios o contrarios a los principios del Derecho o sea de la legalidad porque, según demuestran, los obnubila el poder hasta el extremo de creerse dueños de vidas y haciendas al considerar que el ejercicio del poder debe ser ilimitado y que todos, incluidas las instituciones que deben regir la marcha del país, deben someterse a la voluntad de los que gobiernan.
Quienes actúan bajo parámetros de dominio sobre todos, contrarían lo que pregonaron durante sus campañas electorales en que expresaron promesas y compromisos claros de respetar la voluntad del pueblo, acatar lo que las leyes señalan y no apartarse de los lineamientos constitucionales en lo que se refiere a la libre expresión. La libertad de prensa, para algunos grupos político-partidistas que tienen poder se convierte en una especie de dogal o freno a sus ambiciones porque tienen vocación por las dictaduras; la prensa es para todos ellos un "enemigo solapado" que se opone a todo, que controla todo, y que con sus críticas confabula contra el "régimen legalmente constituido".