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Rosas
Con el estiércol que arrojan a mi patio
abono yo mis rosas.
Aéreas en sus tallos, de la luz se alimentan
aunque lleven la muerte dormida en sus corolas.
Y su belleza, inútil como toda la belleza,
sus espinas inocuas, hacen cerco
al corazón, guerrean
con la bestia que acecha en la tiniebla..
La muy perra
En ciertas ocasiones
la vida nos demanda mezquindad
Es -pareciera decirnos-
un acto de justicia una manera sana
de respirar en medio del fastidio
de no ofrecer la otra mejilla
Pero ¿qué tal si optamos por la benevolencia
por ir limpios y ufanos
celestiales?
Innobles son los tratos que la vida propone
Escoge
-nos ladra la muy perra-
entre bilis negra y tu soberbia.
Las cicatrices
No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.
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Precisamente
Mientras escribo este verso
millones y millones de seres
respiran todavÃa
en mi viejo planeta.
Prueba aquel una amenaza
y descubre
un gusano entre su pulpa.
Una mujer escribe una carta
y solloza.
Abre la tierra este otro
con sus manos,
y transpira y no piensa.
Y en una esquina
una muchacha
espera a un hombre que no llega.
Miles de hombres
y mujeres abren sus ojos
y recuerdan su cuerpo
y sus tareas.
Cientos de esófagos,
de glándulas,
de hÃgados,
hacen su inocente trabajo
y el amor resucita caricias
a un millón por segundo
y alguien se juzga feliz
y un hombre
compra una cuerda
y la cuelga del árbol
que en su patio florece.
Tosen, cantan,
defecan, multiplican,
parten su pan,
aceitan su paciencia,
bufan, escupen,
besan, timan a su vecino,
mienten,
mienten y rÃen,
mienten sinceramente
y apuñalan
o leen un poema.
Canción
Nunca fue tan hermosa la mentira
como en tu boca, en medio
de pequeñas verdades banales
que eran todo
tu mundo que yo amaba,
mentira desprendida
sin afanes, cayendo
como lluvia
sobre la oscura tierra desolada.
Nunca tan dulce fue la mentirosa
palabra enamorada apenas dicha,
ni tan altos los sueños ni tan fiero
el fuego esplendoroso que sembrara.
Nunca, tampoco,
tanto dolor se amotinó de golpe,
ni tan herida estuvo la esperanza.
Revelación
De niña me fue dado
mirar por un instante
los ojos implacables de la bestia.
El resto de la vida se me ha ido
tratando inútilmente de olvidarlos.
Los privilegios del olvido
Desde la ventanilla del viejo bus
veo el mundo correr,
los árboles correr,
correr el viento,
el niño que dice adiós correr,
el postigo, la alambrada,
el camino.
¿Son ellos
los que se van
son ellos los que huyen?
Mi hermana y yo
llevábamos abrigos:
ella rojo y yo azul,
mi hermano duerme.
No lloren,
madre,
padre,
el llanto de un adulto
es una piedra
en la espalda
de un niño silencioso.
Madre e hijo
El poeta
bebe el agua del Tigris y del Ã?ufrates,
se desvela y a veces tiene caspa,
y en los alones
tiene reservado su puesto
y los zorros lamen su mano
antes de huir espantados
por el bronco sonido de su verso.
De púas, de cuchillos,
es la piel del poeta.
Con el despertar de la luz
sangra la piel del poeta.
A veces, desalado, silencioso,
desierto
de los pies a la cabeza,
anochece de bruces en su cama.
La envidia del poeta
es amarilla,
su ilusión es azul
como el cielo sin guardas.
A ratos a sà mismo se devora,
se corta en pedacitos,
se reparte.
Lo demás es silencio
Otro vendrá.
Ocupará tu lugar
se beberá tu aire
tomará posesión
de mi cadáver.