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Invitado


Domingo 16 de julio de 2017

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Cultural El Duende

Piedad Bonnett

16 jul 2017

Piedad Bonnett. Amalfi - Colombia, 1951. Poeta, novelista y dramaturga. Ha publicado los poemarios: De círculo y ceniza (1989), Nadie en casa, (1994), El hilo de los días (1995), Ese animal triste (1996), Todos los amantes son guerreros (1998), Las tretas del débil (2004), Las herencias (2008) y Explicaciones no pedidas (2011).

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Rosas

Con el estiércol que arrojan a mi patio

abono yo mis rosas.

Aéreas en sus tallos, de la luz se alimentan

aunque lleven la muerte dormida en sus corolas.

Y su belleza, inútil como toda la belleza,

sus espinas inocuas, hacen cerco

al corazón, guerrean

con la bestia que acecha en la tiniebla..

La muy perra

En ciertas ocasiones

la vida nos demanda mezquindad

Es -pareciera decirnos-

un acto de justicia una manera sana

de respirar en medio del fastidio

de no ofrecer la otra mejilla

Pero ¿qué tal si optamos por la benevolencia

por ir limpios y ufanos

celestiales?

Innobles son los tratos que la vida propone

Escoge

-nos ladra la muy perra-

entre bilis negra y tu soberbia.

Las cicatrices

No hay cicatriz, por brutal que parezca,

que no encierre belleza.

Una historia puntual se cuenta en ella,

algún dolor. Pero también su fin.

Las cicatrices, pues, son las costuras

de la memoria,

un remate imperfecto que nos sana

dañándonos. La forma

que el tiempo encuentra

de que nunca olvidemos las heridas.

Precisamente

Mientras escribo este verso

millones y millones de seres

respiran todavía

en mi viejo planeta.

Prueba aquel una amenaza

y descubre

un gusano entre su pulpa.

Una mujer escribe una carta

y solloza.

Abre la tierra este otro

con sus manos,

y transpira y no piensa.

Y en una esquina

una muchacha

espera a un hombre que no llega.

Miles de hombres

y mujeres abren sus ojos

y recuerdan su cuerpo

y sus tareas.

Cientos de esófagos,

de glándulas,

de hígados,

hacen su inocente trabajo

y el amor resucita caricias

a un millón por segundo

y alguien se juzga feliz

y un hombre

compra una cuerda

y la cuelga del árbol

que en su patio florece.

Tosen, cantan,

defecan, multiplican,

parten su pan,

aceitan su paciencia,

bufan, escupen,

besan, timan a su vecino,

mienten,

mienten y ríen,

mienten sinceramente

y apuñalan

o leen un poema.

Canción

Nunca fue tan hermosa la mentira

como en tu boca, en medio

de pequeñas verdades banales

que eran todo

tu mundo que yo amaba,

mentira desprendida

sin afanes, cayendo

como lluvia

sobre la oscura tierra desolada.

Nunca tan dulce fue la mentirosa

palabra enamorada apenas dicha,

ni tan altos los sueños ni tan fiero

el fuego esplendoroso que sembrara.

Nunca, tampoco,

tanto dolor se amotinó de golpe,

ni tan herida estuvo la esperanza.

Revelación

De niña me fue dado

mirar por un instante

los ojos implacables de la bestia.

El resto de la vida se me ha ido

tratando inútilmente de olvidarlos.

Los privilegios del olvido

Desde la ventanilla del viejo bus

veo el mundo correr,

los árboles correr,

correr el viento,

el niño que dice adiós correr,

el postigo, la alambrada,

el camino.

¿Son ellos

los que se van

son ellos los que huyen?

Mi hermana y yo

llevábamos abrigos:

ella rojo y yo azul,

mi hermano duerme.

No lloren,

madre,

padre,

el llanto de un adulto

es una piedra

en la espalda

de un niño silencioso.

Madre e hijo

El poeta

bebe el agua del Tigris y del Ã?ufrates,

se desvela y a veces tiene caspa,

y en los alones

tiene reservado su puesto

y los zorros lamen su mano

antes de huir espantados

por el bronco sonido de su verso.

De púas, de cuchillos,

es la piel del poeta.

Con el despertar de la luz

sangra la piel del poeta.

A veces, desalado, silencioso,

desierto

de los pies a la cabeza,

anochece de bruces en su cama.

La envidia del poeta

es amarilla,

su ilusión es azul

como el cielo sin guardas.

A ratos a sí mismo se devora,

se corta en pedacitos,

se reparte.

Lo demás es silencio

Otro vendrá.

Ocupará tu lugar

se beberá tu aire

tomará posesión

de mi cadáver.

Para tus amigos: