Domingo 16 de julio de 2017
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Afirma Armando Chirveches que "todas las ramas tienen una astilla que clavar, todas las zarzas hieren, las flores mismas besan el rostro y lastiman"
La naturaleza se presenta armada de todas armas, por doquier; fría, impasible, serena, amoral cumple con sus leyes. ¿Cómo el hombre, que es su más alta expresión, no estaría armado para la lucha por la vida?... ¡Y el hombre tiene la más poderosa de las armas: su inteligencia!
Esto es lo más dramático y grave: que los seres, para subsistir, tengan la necesidad de la lucha; y que la lucha no siempre sea noble.
¿En qué quedan los valores? ¿En qué quedan las prédicas de amor al prójimo, caridad y servicio fraternal?
¡Cuán difícil resulta la misión del Cristianismo, misión de sacrificio y de renuncia! Y, sin embargo, sin ella la humanidad no alcanzará la suprema y divina elevación del espíritu.
¿En qué sentido somos mejores que ayer?
Hay que comprender que la especie humana -muy diferente a todas las animales, destinadas a luchar bravamente para subsistir- tienen la conciencia que le permite discernir el bien y el mal y se da cuenta que su triunfo y subsistencia mejor han de conseguirse por las vías de la cooperación y el amor, que por las de la violencia. Y si sabe esto, tiene la gran responsabilidad de seguir el mejor camino: aquel por el cual puede confirmar su divino signo; ser a imagen y semejanza del Padre. Su lucha, en este sentido, solo puede ser una lucha por el Bien.