El valor de la limpieza

Hace poco me llegó un correo en el que se nos pide tomar conciencia respecto de «la basura que tiramos». En esa corta pero útil publicación se nos pide: «si usaste una jeringa, déjala dentro de una botella. Si vas a desechar vidrio déjalo dentro de una caja o envuelto en diarios. Si vas a tirar una bolsa llena de ramas espinadas escribe un cartelito. No dejes que rompan las bolsas». Esta publicación tiende a evitar que los trabajadores del servicio de recolección de basura sufran accidentes, cortes o contagios. Me parece muy bien.

El austríaco Iván Illich, cuya obra se inscribe en las corrientes antiindustriales y ambientalistas dijo: «Me llevó largo tiempo superar mi repulsión innata al olor de la m� y los orines rancios, que con ligeras variedades nacionales hacen olor parecido a todos los barrios industriales pobres� el mundo entero ha llegado a oler parecido; la gasolina, los detergentes, las cañerías y los alimentos chatarra�».

Cuando leo al anarquista Illich, pienso en Oruro a última hora de la tarde de cada día, cuando ese olor nauseabundo se esparce por toda la ciudad, ingresando aún a nuestras habitaciones.

La limpieza de las ciudades no una necesidad estética sino sobre todo higiénica y de protección medioambiental.

Fíjese Usted cuando un transeúnte adquiere algún producto comestible o bebible en vía pública. Generalmente no desecha los envases en los basureros, sino que los tira sobre las aceras y calzadas, en las puertas de las casas y hasta en las ventanas, incluyendo pañales desechables.

Fíjese Usted cómo es ese mismo comportamiento, cerca de los centros educativos, primarios, secundarios y universitarios. En época de clases es un caos. A la salida de los centros educativos, en media hora, las calles adyacentes quedan como si las mismas no hubieran sido limpiadas. Bolsas plásticas de productos líquidos, envoltorios de golosinas, servilletas etc., todo queda por donde los padres de familia y estudiantes han pasado.

Fíjese Usted, cómo quedan las arterias y plazas al final de las inacabables protestas, reclamos y marchas, las calles se convierten en un basurero gigante. Nuestra ciudad se hace cada vez más sucia, no sólo por la presencia de bolsas de basura, junto a los basureros colocados en las aceras antes de los horarios en los que pasan los camiones recolectores de basuras. Ni qué se diga de botellas y vasos rotos en plena vía pública.

Fíjese Usted cómo los transeúntes tenemos que sortear defecaciones de canes varias veces en una misma acera. Las defecaciones en vía pública, ya de parte de perros, o ya de parte de personas constituyen un abyecto y fétido panorama.

Una vez más hay que decir, que los encargados del control de la limpieza, permiten que la industria de la comida del centro de la ciudad deseche el aceite en las bocatormentas de las esquinas céntricas, ¿no es así? Vea Usted las bocatormentas llenas de grasa acumulada, y si así está el exterior de las mismas, ¿cómo estará su interior? Hay esquinas del centro de la ciudad de las que no se ha retirado la tierra acumulada desde antes del Carnaval 2017.

Los vehículos de servicio público como taxis y otros, son también otro factor de suciedad. Asientos llenos de tierra, con desechos de comidas o bebidas, sus propietarios o conductores circulan todo el día sin detenerse a verificar la limpieza de los mismos. Y las fundas de los asientos sin ser lavadas frecuentemente.

La pulcritud es un valor. Valor proviene del latín «valere» que significa fuerza, salud, robustez.

Los valores siempre refieren una excelencia, una perfección. Valor es todo aquello capaz de despertar por sí mismo el interés de una persona. Los valores son pautas que orientan el comportamiento humano en dirección de la transformación social y la persona. Los valores son referentes que orientan la conducta y la vida de las personas.

La pulcritud es un valor vinculado a la limpieza y el orden, refiere a la higiene, el aseo ya sea en sentido físico o figurado, una condición que la tienen quienes son pulcros. Así, viendo que la limpieza de nuestra ciudad no mejora, sino que empeora, al parecer tanto los estantes como los habitantes de nuestra ciudad hemos olvidado en qué consiste la pulcritud.

La pulcritud debe comenzar por uno mismo, por la propia casa o vivienda, donde cada uno de sus habitantes debe responsabilizarse por limpiar y mantener el espacio ordenado.

Las autoridades respectivas no prestan la debida atención a la suciedad que dejan quienes construyen, ya que tanto los materiales que son descargados fuera de las propiedades privadas para ser introducidos de a poco al interior de la construcción, así como los escombros, permanecen indefinidamente en las aceras y calzadas.

¿Es que no hay una autoridad que sancione a quienes obstruyen los espacios de tránsito peatonal y vehicular? Al parecer no. Es menester para una correcta gestión de estos servicios la implementación de un tratamiento interdisciplinar, complejo y coordinado, de todos los diversos y variados aspectos que inciden en el ensuciamiento y en la limpieza de nuestras calles y demás espacios públicos.

Los vendedores de comida, bebidas y otros puestos de venta al aire libre, como lo deben ser de los locales, deben también, ser parte activa del recojo de basura de sus clientes, y que esto comience con quienes expenden bebidas alcohólicas durante el tiempo de Carnaval.

german_mazuelo_leyton@yahoo.com