Si hubo una imagen, por ejemplo, que me impactó y generó en lo más profundo de mi alma un deseo virulento de venganza, fue cuando vi al Rey Juan Carlos de España apuntar una escopeta de doble caño a la cabeza de un enorme, gigantesco, paquidermo, cuyo pecado fue estar cerca de aquel cobarde monarca.
Con el poder que cobran los acoquinados cuando están empoderados con un arma que exuda fuego y metal, don Juan Carlos presionó los gatillos y en una fracción de segundos vio caer a sus pies una hermosa bestia de más de tres toneladas de peso, con colmillos enormes y que si hubiera podido arremeter contra ese insignificante ser, seguro lo hubiera deshecho hasta la desintegración.
Pero más pudo el disparo y, entonces, para inmortalizar el momento, su majestad y quienes lo acompañaban no tuvieron mejor idea que regodearse ante la especie humana y solazarse con su destructiva pusilánime conducta de cazador.
Y es que muchas veces, toda una vida dedicada a la bondad, o la generosidad, o las leyes y el derecho, en fin, a cualquier virtud, puede irse al basurero en cuestión de minutos, por un error, no necesariamente involuntario, pero que quizás no tenÃa en su inicial intención la de molestar a tanta gente como suele suceder hoy en dÃa, con un Internet que puede hacer que en segundos, un mongol o un tunecino sepan de tu existencia, pese a que nunca ni se cruzaron ni lo harán en tu camino.
Nosotros no nos quedamos muy cortos, a lo largo de nuestra historia hemos tenido, ya sea porque fueron inculpados y muchas veces calumniados, seres notables que han logrado generar afecto y desprecio en similares medidas.
Y sin tener que derrapar muy lejos, don Evo Morales es un hombre con esa cualidad, aquella capaz de hilvanar entusiasmos opuestos, aunque, ya no tan fanáticos como lo creen sus propios seguidores, que son los únicos que piensan que puede haber alguien siquiera, que tenga ganas de que se muera.
En todo caso, son los odios nomás los capaces de desear y otras veces hacer cosas muy malas a la persona aborrecida.
Pero cómo serÃa de malo, don Oliver Cromwell, que lo mataron dos veces para confirmar que estaba bien muerto.
Durante la reconquista de Escocia pero sobre todo de Irlanda, los bautizados bajo las normas del Vaticano, sufrieron lo indecible a manos de soldados y verdugos que con un estilo bastante similar a la Santa Inquisición, les metÃan el amor y paz de Dios de la manera más violenta posible.
Cuando el Sucesor del Rey abdicado, Carlos II retornó al poder, junto a los monárquicos, no les alcanzó saber que Cromwell habÃa muerto dos años antes vÃctima de la malaria y los cálculos renales, sino que exhumaron sus restos a fin de darle una ejecución póstuma. Como aquello tampoco los satisfizo, colgaron su cuerpo con cadenas en Tyburn, luego lo decapitaron, arrojaron los restos de su cuerpo a un pozo, y su cabeza fue expuesta en una pica en la entrada de la abadÃa de Westminster hasta 1685.
Cuando terminó el partido final de la copa de Confederaciones en San Petersburgo, entre Alemania y Chile con triunfo para los teutones, el festejo del resto de paÃses sudamericanos por la derrota chilena, mostró a flor de piel el sentimiento que genera la nación trasandina entre sus vecinos.
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