El volcán Antisana, un gigante de nieve que va perdiendo su ropaje en Ecuador
02 jul 2017
Por: Susana Madera - Periodista de EFE - Ecuador
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El volcán Antisana, un gigante de nieve situado a 5.758 metros sobre el nivel del mar en la cordillera ecuatoriana, ve derretir el manto blanco que lo cubre, castigado por los efectos del cambio climático, que podrÃan dejarlo semidesnudo de continuar al ritmo actual.
La variación global del clima ha significado una reducción del glaciar del Antisana en unos 350 metros en los últimos 20 años, según Luis Maisincho, investigador del Instituto Nacional de MeteorologÃa e HidrologÃa (Inamhi).
Y si en números la situación pinta preocupante, una mirada al glacial desde el frÃo páramo a sus pies además de belleza, devuelve tristeza por los numerosos huecos negros que ahora sobresalen en lo que antes parecÃa un volcán bañado con crema batida.
Pero las consecuencias de la reducción del glaciar no se quedan en la postal. Aparte de los efectos a la fauna y flora de la zona, miles de habitantes del sur de Quito podrÃan terminar sin el agua que les llega del coloso situado a menos de una hora de la capital en automóvil.
Aunque el daño ya está hecho, hundirse en lamentos o perderse en la búsqueda de culpables parece el peor de los escenarios para la naturaleza, a la que le urge que la sociedad junte sus manos para concienciarse y contrarrestar los efectos del cambio climático.
Allá llegó con otros colegas de la Unión Europea (UE), para lanzar desde el glaciar un mensaje para "hacer al planeta verde otra vez" y para mostrar el manto sombrÃo del cambio climático, desde los jirones mismos del blanco ropaje del coloso.
Y es que en medio de un fuerte y frÃo viento, Granizo mira complacido la reserva ecológica Antisana, que extiende sus 120.000 hectáreas entre las provincias de Napo y Pichincha, con un rango de altitud que va de los 1.400 a los 5.758 metros, y que acuna a cóndores, osos de anteojos, pumas, tigrillos y lobos, entre otros.
Ya casi no hay vacas ni caballos pues se los expulsó de la reserva porque dañaban el suelo, al punto de dejar algunas zonas sin vegetación, y porque destruÃan los humedales.
No todos los turistas (60.000 sólo en 2016), han respetado el paradisÃaco lugar, al que se llega por un camino asfaltado y rodeado de planicies y montañas que combinan su verdes plantas con el amarillo verdoso de los pajonales que danzan al viento.
Hay quienes dicen que el clima de la zona recibe al turista de acuerdo a sus vibras: lluvioso a quienes dan a su úlcera un trabajo forzado, y con un sol radiante a los de ánimo ligero, pero estos últimos tampoco se libran del fuerte y helado viento de la zona.
Aunque hay momentos de aguas calmas, a 3.920 metros y dentro de la misma zona protegida a los pies del Antisana, la ventisca levanta pequeñas olas en el embalse en que se convirtió la laguna de La Mica, arropada por pequeñas montañas.
Con capacidad de 24,07 millones de metros cúbicos de agua, -la mayorÃa proveniente del glacial que decrece en el Antisana-, La Mica abastece del lÃquido vital a 650.000 habitantes del sur de Quito, y la leyenda dice que esconde sirenas en sus profundidades.
Manuel Simba, guardapáramo de la reserva hÃdrica Antisana hace 16 años, recuerda que antes la zona era de hacendados que tenÃan muchos empleados que llevaban a pastar el ganado, pero ellos -cuenta- aprovechaban el viaje para beber alcohol y pescar.
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