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Antonio Cisneros: "Objeto y sujeto son lo mismo en la poesía" - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
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Domingo 02 de julio de 2017

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Cultural El Duende

Antonio Cisneros: "Objeto y sujeto son lo mismo en la poesía"

02 jul 2017

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Antonio, comenzaste a publicar poemarios desde muy joven, a los 19 años. ¿Qué fue lo que te sedujo de la poesía, qué te atrajo de ella tanto como para dejar de lado la narrativa u otros géneros literarios que también pudieron ser de tu interés?

Cuando era niño según yo escribía novelas, obras de teatro, poesía, escribía todo y era dibujante y pintor, con el tiempo me fui quedando solo de poeta, aunque me gusta dibujar de vez en cuando y manejo prosa y crónicas, buena prosa dicho sea de paso, pero la poesía me fue ganando creo por intensidad.

A mí me parece que la poesía es uno de los pocos géneros en donde el objeto y el sujeto son el propio autor; entonces, la poesía no te deja muchas opciones en realidad, la poesía te atrapa, en la narrativa tú puedes esconderte detrás de cualquier personaje y no importa, o sea, la intensidad de la poesía es tal que, digamos, por ejemplo, en Pantaleón y las visitadoras de Mario Vargas Llosa tú no crees que Mario Vargas Llosa es Pantaleón, ni que es una visitadora, pero si tú lees Poemas humanos de Vallejo no vas a decir: «es un señor que escribe sobre un señor que sufre», objeto y sujeto son lo mismo en la poesía, y es esa intensidad la que me hizo descartar los otros géneros a los que yo, desde niño, pretendía ingresar, y me quedé con la poesía.

Durante tu vida has viajado mucho, ¿cuán importante han sido las experiencias que has vivido en tus viajes y tus largas estadías fuera del Perú para tu poesía?

El viaje para mí, en todo caso, ha sido fundamental siempre, empezando porque si te fijas bien buena parte de mis libros son cuadernos de bitácora de los viajes, tienes Canto ceremonial contra un oso hormiguero que es Inglaterra, Como higuera en un campo de golf es Francia, El Libro de Dios y de los húngaros es Hungría, el Monólogo de la casta Susana es Alemania, entonces el viaje es, finalmente, la ruptura con lo establecido, el volver a comenzar, a vivir, volver a tener vecinos, volver a tener una bodega donde fiar, volver a averiguar donde paran los buses, volver a vivir otra vez, entonces es una forma de renovarte muy interesante que, al mismo tiempo, es un pretexto para el viaje interior porque en realidad el viaje no es tanto, claro que hay puntos de referencia externos, en el poema de repente hay un puente, una calle, un bus, una persona, esa es la cáscara pero adentro lo que está es el viaje interior que tienes que emprender cada vez.

Entonces, para mí ha sido fundamental el viaje, yo creo, por ejemplo, que el comienzo de mi nueva relación con la poesía después de Comentarios reales y antes de Canto ceremonial contra un oso hormiguero no lo hubiera tenido, probablemente, si no me hubiese ido del Perú, al Londres de ese tiempo, de Los Beatles y los Rolling Stones.

Respecto a tu relación con la religión, leí en alguna entrevista que retornaste a tu fe a partir de una misa que oíste en húngaro en Sofía, viaje del que, además, surgió El libro de Dios y de los húngaros. ¿Tu retorno a la religión marcó en algo tus siguientes libros? ¿La religión y tu fe, en general, tanto como la ironía y el humor, ocupan un lugar importante en tu obra?

Supongo que sí, porque empezamos por El Libro de Dios y de los húngaros y continuamos con la Crónica del Niño Jesús de Chilca, pero, en general, si tú te fijas bien, el tema religioso siempre fue importante para mí, antes, en David, mi libro publicado en 1962, en Comentarios reales, publicado en el 1964, los temas son bíblicos, los temas son blasfemos en muchos casos, pero la preocupación religiosa está.

Lo que pasa, es que a partir de una especie de reconversión, no un descubrimiento sino un retomar la religión en Hungría, vuelvo a una cierta armonía conmigo mismo, una armonía que ya se había deshecho realmente porque estamos hablando de que antes de Hungría ya había pasado mi divorcio, la lejanía de mi hijo, la pérdida de la fe política, la pérdida de la fe moral, es decir, la reconversión es una forma de armonía que, en algunos casos, se ve directamente en la poesía por ciertos temas, ciertas actitudes, y en algunos no, pero, supongo que la poesía al fin y al cabo, no es más que un testimonio de ti mismo y de lo que te rodea. Aparece, tiene que aparecer.

Cada poemario per sé es un pequeño mundo, contando con más de 20 poemarios publicados, ¿piensas en tu obra ya impresa al ofrecer una nueva publicación, o, como dicen, lo pasado pisado?

No, normalmente no tengo una idea de una especie de obra integral, no es cierto, como en la poesía de Jorge Guillén, que plantea la construcción de un solo mundo, no, además cada vez soy una persona distinta, para mí es muy importante la diferencia más que la unidad. Yo soy muchas personas que lo único que tienen en común es el DNI, en realidad, no puedo comparar al muchacho de dieciocho años, con el treintón, con el que se casa, con el que se divorcia, con el que tiene un hijo, el que tiene un nieto, son muchas vidas vividas y la poesía corresponde a esos momentos de tu vida, es decir, hay que respetar las cosas como están, y en esa medida yo no me planteo una idea de totalidad, cada vez estoy por mi cuenta.

¿A qué crees que se deba la gran cantidad de producción poética nacional, la gran cantidad de personas que toman el rumbo de la poesía y la alta calidad que muchos muestran en su obra? En un país con tantas carencias, ¿ello motiva a los poetas o es un contrasentido?

Primero, yo no creo que sea exclusivo del Perú, yo creo que es en general en el mundo, siempre ha habido, siempre hay, una gran producción, bueno no sé si grande tampoco, nos parece grande porque estamos planteándolo desde el punto de vista del círculo de la gente que está cercana a la poesía; en realidad, no es grande, ni es importante, ni es masiva, entendámoslo así.

Entonces, la pregunta sería por qué hay poesía, más que si es grande, pero yo creo que es normal, es decir, el mundo estará lleno de decadencia, pero igual no va a dejar de producir cumbias andinas, cumbias selváticas, la vida sigue. En realidad, ese problema de cómo escribir poesía en medio de la pobreza es un problema de los sociólogos de los años sesenta, no tiene ni pies ni cabeza; además, la conciencia, como por ejemplo, si siguiéramos pensado en términos de las ciencias sociales de los años sesenta, no habría habido el boom de la gastronomía, porque cómo puedes hablar de comida en un mundo donde hay gente desnutrida.

Has ganado varios premios importantes por tu obra poética. El Premio Nacional de Poesía del Perú, el Casa de las Américas, el José Donoso, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda y acabas de recibir el año pasado el Premio Southern Perú en reconocimiento obra poética y tu labor cultural. A todo escritor le gusta recibir premios pero, ¿qué significan los premios para Antonio Cisneros más allá del dinero y del reconocimiento?

Bueno, más allá de eso ya no hay nada ¿no?� lo importante es la gloria respaldada por plata, las dos cosas juntas ayudan a sobrevivir, te dan confianza, te devuelven cierta armonía con el mundo en el cual existes, te reconcilia con el mundo, son importantes para mí como para cualquier humano, como para cualquier persona, o sea, siempre diría que es, por ejemplo tú lo estas personificando, qué es para Antonio Cisneros, ¿qué es para cualquiera? Quién va a decir no, no me interesan los premios, no me gustan los premios, no me gustan los reconocimientos, ¡ay, detesto la plata! Yo creo que hace muy bien el llamado de la gloria acompañado de sus chivilines, está bien.

Además de tu labor literaria como poeta y ensayista, has realizado traducciones del inglés, del portugués y del francés. ¿Traducir poesía es tan o más difícil que escribirla?

Bueno, son dos cosas muy distintas, no tienen nada que ver. Es una cosa muy distinta. Escribir poesía es una creación completa, y traducir poesía es un elemento creativo, pero mucho menor, porque ya está dado el tema, está dado por lo menos si no el lenguaje exacto, la fronda del lenguaje está dada, no se pueden comparar. Escribir es todo un acto, y traducir es un acto interesante, pero no se puede comparar.

Ahora, es cierto que para traducir poesía, el traductor de poesía (y no me refiero al de prosa o al de documentos formales) tiene que ser un poeta reconocido o no, secreto, misterioso, inédito, pero poeta, porque no hay otra forma de convertir en poesía lo que ha sido poesía en su idioma original, y ahí viene el famoso traduttore, traditore, el «traductor es un traidor», tienes que saber traicionar para poder saber dar la versión, y sí, tiene que ser poeta.

Has trabajado como periodista, catedrático, traductor, ahora eres Director del Centro Cultural Inca Garcilaso, trabajos que pese a su rigor no han menguado tu producción literaria. El oficio de escritor es muy absorbente, pero de algo hay que vivir. ¿Cómo has hecho para amalgamar la vida de Antonio Cisneros el trabajador con la de Antonio Cisneros el poeta?

Mira, yo siempre he sido esquizofrénico, eso desde muchachito. O sea, por un lado yo era un muchacho de barrio, fútbol en la calle, trompeaderas en la calle, miraflorino antiguo, clásico, y por otro lado, escribía poesía, era secreto, mariconazo escribiendo poesía un muchacho de barrio. Entonces, ya en ese momento yo era esquizofrénico. Siempre he podido hacer las dos cosas, siempre he podido ganarme la vida, detesto a la gente que llora y que no trabaja, el que no trabaja no come por si acaso, así de simple es la vida, yo toda la vida he trabajado y no es para llorar, ni es una tragedia, me parece que es humano, es un orgullo saber cuánto cuesta el pan, dónde para el autobús, tener hijos, tener nietos, ver por tu gente ¡caramba!, eso me parece una cosa maravillosa, detesto a los llorones, vagos.

 

Entrevista realizada en 2012. Tomado de Vallejo & co

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