Domingo 02 de julio de 2017
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La tarea del día en toda Cuba en el año 1961 era la alfabetización. El curso escolar quedó suspendido y todo joven, con voluntad y con un nivel primario vencido, se fue a cumplir su deber: integrarse a las Brigadas Conrado Benítez.
Todo se iniciaba con la solicitud que pedía la firma de los padres para ser aceptada. Como la familia no siempre estaba de acuerdo se utilizaron muchos recursos para convencerlos, y si ello no resultaba, hasta se falsificaba.
Luego la impaciencia por esperar la respuesta en un ansiado listado. Para disponer alguna muda de ropa, el libro de cabecera, los enseres mínimos y el papel para escribir cartas.
El inicio no podía ser mejor: un curso de varios días en la playa de Varadero. Ahí donde el mar pierde la tonalidad entre lo verde y el azul cuando los rayos del sol le penetran, la arena parece cristal y la brisa adormece.
Las mansiones abandonadas por los dueños burgueses servían de improvisados alojamientos a los jóvenes alfabetizadores, quienes por primera vez conocieron de espacios sobrantes y lujos en las paredes.