Jueves 29 de junio de 2017
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La Organización de los Estados Americanos fue creada para preservar la paz, incentivar la cooperación mutua y reguardar las libertades democráticas de sus pueblos. En este empeño, la organización tuvo luces y sombras. Entre las primeras, por ejemplo, se cuenta una convención pionera: la del asilo para los perseguidos polÃticos aprobada en 1928 en VI Conferencia Internacional Americana, reunida en La Habana, que puso en vigencia una institución del Derecho Internacional Americano. Después de 73 años, fue adoptada la Carta Democrática Interamericana, destinada a proteger los valores democráticos porque "Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla" (Art. 1º).
Ahora, parece que la OEA entra en las sombras: es el resultado en las deliberaciones de la reciente reunión de la Asamblea General reunida en Cancún, sobre la gravÃsima crisis venezolana. Una minorÃa de miembros bloqueó una iniciativa en favor de la paz y la democracia. Esto fue posible por las reglas establecidas en la organización y por el principio, universalmente reconocido, de la igualdad jurÃdica de los Estados, en virtud del cual todos, cualquiera sea su condición, tienen la misma representación. Pero en su aplicación hay circunstancias en que una minorÃa -no sólo de número de estados, sino de población- puede prevalecer sobre una mayorÃa. Quizá éste fue uno de los motivos para la creación en el seno de la ONU del Consejo de Seguridad, integrado con paÃses con derecho a veto, lo que constituye una ostensible excepción a dicho principio.