No hay nada más profundo que el milagro supremo de una Madre que da vida al nuevo ser y lo alimenta mientras viven ambos haciendo posible esa opción que se traduce en el único capital del sentimiento que nunca quiebra y con el cual se puede contar siempre, en todo tiempo y con toda seguridad.
La Madre después de haber dado vida física a su criatura comparte con el nuevo ser la vida moral, plantando los primeros gérmenes de la educación, de su fe y su destino, convirtiéndose en su mejor amiga y siempre con indulgencia ante los errores que su niño pueda cometer.
Tiene tanta fuerza la naturaleza que a través de la Madre imprime en el hijo la vida misma y el ejemplo para sobrevivir con decencia, dignidad y amor, nutriéndose de la sustancia maternal que es la fuente de vida para avanzar en el destino fijado por Dios para cada Ser.
Mucho se habla de la Madre cuando es tiempo de celebración especial, pero se la olvida y hasta posterga en el resto de los días que ella entrega con el mismo afán y responsabilidad a los seres de su creación, sin reclamos, sin presiones, sin injurias, sin arrebatos. Ese hecho de dar todo siempre y recibir halagos de vez en cuando… es propio de quienes no sienten la dicha de compensar con el mayor respeto el sacrificio de la Madre.
Qué difícil es homenajear a la Madre, qué palabras utilizar cuando deseamos hacer presente un sentimiento profundo, enorme, más grande que todas las cosas o cómo decir cosas nuevas con relación a un tema cantado por poetas, por hombres sencillos o eminentes o simplemente por los niños que saben de mejores expresiones que los mayores cuando hablan de Mamá… digámoslo de manera sencilla, pero con palabras nacidas del corazón, con sentimiento sincero que explica el amor inconfundible, inigualable para la Madre, fuente de vida.
Calificativos amorosos y humanos pueden sobrar al referirse a la Madre, pero talvez resulte justo reconocerla como “el ángel del hogar”, tan olvidado a veces por la labor casi siempre silenciosa que realiza diariamente y que pocos observan en su justa dimensión.
La mujer que se convierte en Madre no repara en su gran sacrificio y hasta su propia vida pasa segundo plano frente a la existencia que nace de ella, que se desarrolla y pugna por encontrar un sitio en el mundo. Responsabilidad incomparable de verdadera Madre.
En un día tan especial quisiéramos colocar en su justo nivel el pedestal de reconocimiento a la Madre ponderando su sacrificio y su insustituible valor para dar vida, proteger, educar y acompañar a los hijos.
No es políticamente que se pueda otorgar beneficios para la Madre, no serán uno o más bonos que la hagan feliz, tendrán que ser muchas acciones juntas para reconocer sus atributos de belleza, inteligencia, agudeza, dignidad y consideración… Lo más exigible tiene que ser, el reconocimiento general a su valor y su entereza, proporcionándole las condiciones más propicias para desarrollar una vida en paz, con seguridad para todos y con pleno respeto al único ser que es fuente de vida permanente: La Madre.
Fuente: LA PATRIA
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