El epÃgrafe es una frase que pronunció el primer mandatario de Bolivia, la cual infiere una meditación sociológica pues está relacionada con las leyes de la naturaleza humana que son sucesiones y coordinaciones regulares observadas en la conducta de los hombres, cuando se imponen un objetivo que redunda con el desarrollo y perfeccionamiento de la personalidad humana. Estas uniformidades que responden al ámbito moral propio de la persona que conduce su vida siguen un orden por la sucesión de necesidades, esfuerzos y satisfacciones que se manifiestan en las instituciones humanas, sobre todo en la esfera y funciones de control colectivo y la apreciación de la ética y la moral.
Si un mandatario expresa este postulado es porque el robo es un parásito endémico en la mayorÃa de los gobiernos, además porque se siente liberado y ajeno a ese delito y, eso es algo lo enaltece y deberÃa suscitar admiración en la población. Es difÃcil identificar a un mandatario local o continental que, después de dejar el cargo no acarree sobre sà procesos coactivos para la recuperación de fondos del Estado, por sobreprecios en los contratos o uso de influencias para enriquecimiento ilÃcito. Naturalmente la maledicencia argüirá que no solo es necesario no robar para un buen gobierno, empero, es la base fundamental para lograr objetivos de vivir bien y con esperanza, además que nos retrotraigan a los sabios griegos "el buen polÃtico sólo debe servir al pueblo".
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El robo, sociológicamente expresado, no es más que una figura del hurto, calificada por los medios empleados para su ejecución. Es tÃpica de las legislaciones iberoamericanas la equiparación legal de la violencia sobre las personas y las cosas para tipificar un delito autónomo, pues en otros sistemas construyen figuras separadas con estos elementos calificadores.
La honestidad, también sociológicamente enunciada, es la decencia, recato y moderación en las diversas manifestaciones y palabras de la persona que decanta en el honor como uno de los valores fundamentales de la persona humana, y es el relativo a la consideración integral de una persona en sus relaciones éticas, sean cual fueren. Todo lo precitado fundamenta la base moral de una persona, que asume el valor de identificar con su frase el mal de la mayorÃa de los gobiernos precedentes y, la virtud de la gratitud, impele como acción obligatoria a reconocer que nadie puede sospechar, menos imputar este delito al mandatario boliviano, precisamente por esa base moral, apoyada por lo ancestral, que no es poco.
Lamentablemente se percibe en la sociedad, no en toda, sino en aquélla que preserva sus reductos y beneficios, manifestándose acentuadamente en gran parte de la oposición por la renuencia a reconocer nada de lo positivo y útil que hace un gobierno, lo cual significa ausencia de equilibrio e imparcialidad, además de la hidalguÃa en reconocer e imitar acciones que engrandecen a los humanos.
Los movimientos sociales son determinantes, en su incontrastable calidad de mayorÃa legitima, como acción o agitación concertada con grado de continuidad, con la debida organización y unidad por aspiraciones más o menos concretas, que siguen un plan trazado y se dirigen a un cambio de las formas y las instituciones de la sociedad. Y en la hipotética situación que estos movimientos sociales, que son imparables, hubiesen existido con su energÃa y vigencia actuales en anteriores gobiernos, difÃcilmente, mandatarios y colaboradores de esa polÃtica pasada, hubiesen quedado eximidos de procesos coactivos de recuperación de bienes del Estado y, quedaron en la impunidad.
(*) Abogado, posgrado en Interculturalidad y Educación Superior, doctor honoris causa, docente, escritor.