Recientemente el señor Viceministro de Interculturalidad «en un encendido discurso contra la colonización, exigió que para el "Año Nuevo Andino Amazónico" las iglesias católicas abran sus puertas a los amautas, para que realicen sus rituales al interior de los templos».
Aunque el Estado Laico, nunca se ha propuesto como ideal en la doctrina polÃtica de la Iglesia, la doctrina católica ha enseñado siempre que el poder religioso y el poder civil son distintos. El Papa Benedicto XVI ha recordado los principios de una «sana laicidad», y «a la luz de estas consideraciones, ciertamente no es expresión de laicidad, sino su degeneración en laicismo, la hostilidad contra cualquier forma de relevancia polÃtica y cultural de la religión».
Y todo este proceso está contenido como germen en el rechazo original del hombre hacia Dios.
La Revolución usa, pues, una metamorfosis no sólo para avanzar, sino para practicar los retrocesos tácticos que tan frecuentemente le han sido necesarios: la revolución de las tendencias, la revolución de las ideas y la revolución de los hechos.
Las primeras tres etapas de la Revolución fueron la Pseudo-Reforma, la Revolución Francesa y el Comunismo. (Cf.: Revolución y Contra-Revolución, Plinio Correa de Oliveira).
Para aniquilar la Civilización Cristiana las mismas fuerzas de la Revolución que articularon la revolución comunista, requintan la revolución del paganismo tribal, el humanismo naturalista anti-Cristo y el islamismo. Es la cuarta etapa que vivimos hoy.
Muchos años pasaron hasta que los marxistas comprendieron que serÃa mejor para la revolución marxista no tanto combatir la religión como servirse de ella.
La Sagrada Biblia revela dos formas de idolatrÃa: la de la perversión y la de la sustitución. La primera tiene lugar cuando el hombre mismo y/o la imagen del Señor son manipulados o pervertidos; la segunda, cuando el Señor mismo es reemplazado por otros dioses, por falsos dioses: «Y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptilesÂ?» (Romanos 1, 23).
Al rechazar a Dios desde el corazón, es decir, desde el intelecto y la voluntad, se rechaza el propio objeto de estas facultades, que es Dios bajo el aspecto de la Verdad y el Bien infinitos, respectivamente: dado que el intelecto ha sido creado para conocer a Dios bajo el aspecto de la Verdad, y de amarlo bajo el aspecto del Bien.
Una vez que Dios ha sido rechazado del corazón, una vez que el corazón ha perdido la orientación a su propio objeto, se oscurece y cae en objetos sustitutos: en cosas creadas, Ãdolos: demonios, hombres, animales, o esculturas. En resumen, los hombres que rechazan a Dios, al caer lejos de Ã?l, «adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador» (Romanos 1, 25).
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