Loading...
Invitado


Domingo 18 de junio de 2017

Portada Principal
Cultural El Duende

Una conversación entre Roberto Brodsky y José Kozer

18 jun 2017

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Segunda de tres partes

EXILIO

Hay un nivel a mi juicio empobrecedor y deleznable donde el exiliado utiliza su situación, que considera condición, para beneficio propio: ese oportunismo me parece tan execrable y burdo que apenas pierdo mi tiempo hoy por hoy en plantearlo, combatirlo.

Reconozco que en otra época de mi vida aquello me sacaba de mis casillas, en particular porque veía cómo se trataba al exilio cubano en bloque como un estado enfermizo, de gente tildada en bulto de culpable y de derechas, que resentida clamaba al cielo por haber perdido bienes materiales, y una isla o casa que representaban como lugar ideal que iba, desde el punto de vista político, por buen camino, y que una falsa Revolución hizo abortar.

Hasta la fecha hay una izquierda mediatizada y una derecha de miedo que pujan y pugnan por ser consideradas ante el mundo como las que detentan la verdad, a rajatabla, en la conveniente y nada convincente creencia de que no hay otra verdad sino la suya: si esta situación sólo fuese un asunto cubano o latinoamericano, el problema no me parecería tan grave, pero en verdad ha sido y es un asunto ya global, y ese oportunismo se vuelve el verdadero triunfador, el sicario y verdugo de quienes funcionan en su exilio con una visión más ambivalente y compleja, incluso en parte ambigua (en el sentido retórico de lo que constituye una anfibología), que procuran no caer en dialécticas de luz y sombra, en maniqueísmos rimbombantes (y por supuesto redundantes).

Consecuencia de ese oportunismo es encontrar una y otra vez a escritores y en general creadores de una mediocridad aterradora recibiendo por todas partes canonjías, invitaciones, dineros, plácemes y una audiencia casi siempre cautiva, dándoles el codazo, el fuera a escritores y creadores, minoría como siempre de minorías, que son los que tienen algo que aportar.

Aquí hay que hilar un poco más fino: estos oportunistas lo son porque el poder los utiliza y les brinda en bandeja de plata una oportunidad que, desde el punto de vista de ellos, qué caray, por qué no aprovechar. Ya bastante difícil es la vida como para no aprovecharse de algo caído del cielo, que mejor usufructúen ellos que no otros. Y así las cosas, hay que girar el punto de vista más hacia el poder, ese gran oportunista y manipulador, que utiliza a esos cabros como carne de cañón.

Contubernio que observo no sólo en asuntos de creación o de vida intelectual y académica sino a muchos niveles más, cada vez más espesos y más todopoderosos, de manera que grandes ideas que pudieron o podrían mejorar el mundo y la sociedad, acaban empeorándolo todo, dándole leña a gentes que van poco a poco llevando el mundo actual al desastre: porque vendrán guerras, rebeliones sangrientas a lo An Lu Shan, que han dejado centenares de miles de víctimas inocentes regadas por toda la tierra.

Y eso es lo que viene, si no se pone coto a esta situación, ya que el resentimiento y la injusticia crecen en proporciones geométricas que considero alarmantes, y que en su momento, ya que estamos sentados sobre un polvorín, estallarán.

Un exiliado de tu condición o la mía, circunstancias evidentemente distintas, tiene que optar con claridad mental ante todo esto, por el bien propio y de la propia familia, del país natal y del país de acogida, pero más allá de esas concreciones, por un ideal (no hay ni quiero que haya otra manera de decirlo, porque si algo es recto y considerado un posible bien común, aunque se corra el riesgo de equivocarse, hay que vivirlo como ideal, y sólo como ideal: ideal que confucianamente habrá que rectificar con el paso del tiempo y los acontecimientos, incluido el crecimiento y madurez propios):

ojo avizor, mente clara, concentración y capacidad en su momento de dirimir para decidir, lo cual implica equilibrar la propia conveniencia con las ajenas, de manera que la balanza quede al fiel por el bien de una mayoría que incluya con rigor y justicia a una minoría, a muchas minorías.

ENRIQUE LIHN

Todo lo anterior viene de manera directa a colación ante los primeros atisbos que tuve, siendo yo muy joven de Enrique Lihn: más allá de su necesidad de epatar, que en aquel momento lo signaba, y a mí también, y que se manifestaba en frases como, por ejemplo, "en Chile habemos dos poetas chinos, Hahn y Lihn", o cuando te obsequiaba un libro suyo te decía, "toma por aquello de yo te leo y tú me lees" (risas), había en mí algo que me hacía su persona muy molesta, y era que Enrique llegaba a Nueva York aureolado por publicaciones de importancia, una "fama" que en gran medida procedía de su Premio Casa y de la Revolución Cubana, esa misma Revolución que a mí me había sacado de mi país, me había dado la patada, y a la que le debía mi "derrota" como a Lihn el carisma del triunfo.

¿Lo resentí?

No. Porque Enrique Lihn me caía muy bien y su poesía lo alzaba de ese subsuelo naïf u oportunista (no juzgo ni soy quién para hacerlo) y que más adelante lo hizo sufrir en carne propia y a su manera como muchos cubanos, a nuestra manera habíamos sufrido: padecimiento, dicho sea de paso, que aunque ha disminuido, sigue en pie, se han dado retoques cosméticos al asunto pero no está resuelto, para nada.

ENRIQUE LIHN

Tu relación personal, visual y visible con Lihn me hace reflexionar sobre algo que me interesa comprender hace tiempo: Lihn en su dificultad vital, en sus traspiés, marginaciones y marginalidad (el marginal margina a la vez que es y se siente marginado) tiene (y esto se relaciona con la diferencia entre nuestros exilios) la ventaja de no sólo poder regresar a su país, sino poder trabajar en equipo: o sea, ejercer vida bohemia que fue, y me parece es, importante para el escritor.

Así, el poeta que se destartala entre pintores, compositores, otros escritores y poetas, se nutre de esta experiencia en buena medida comunitaria, simpática por enloquecida, seria en cuanto aprendizaje y rito de paso. Transcurridos los sesenta y en Nueva York pierdo el acceso a esa vida bohemia, y a lo que más me interesa recalcar, la posibilidad de trabajar en equipo, con otros creadores y hacer cosas, como se suele decir (Make it New, Pound).

Lihn puede dar rienda suelta a su necesidad de espectáculo vivo y en la calle y entre la gente que además es su gente en sentido estrecho y lato. Yo no: para mí la pérdida del país implica una soledad absoluta, al principio intolerable, con el tiempo soportable, y pasado todavía más tiempo deseada: es como decir que a todo se acostumbra uno, y lo peor se vuelve, si no lo mejor, al menos algo tolerable y que tiene, así lo descubrimos, sus virtudes.

Una libertad solitaria, una ausencia de compromisos de equipo y contexto, y por ende hacer lo que nos venga en gana sin tener que dar demasiadas explicaciones: explicaciones que se disuelven ante los demás pero asimismo ante el fuero interno y los propios juicios de valor, que se van cayendo a pedazos y reduciendo.

Esto tiene implicaciones: Lihn se queda en una poesía determinada, excelente sin duda pero específica siempre, creciendo hacia el exterior y hacia adentro, dentro de un espacio en el fondo unívoco: un gran espacio que él maneja a las mil maravillas, dado su talento y su honradez espiritual, a trompicones de dificultad, pero que no va más allá de ese espacio conversacional y muy chileno que ha producido joyas y a la vez ha reducido, muchas veces, joyas a bisutería.

O dicho de otro modo: me da la impresión de que Lihn, y en general la mayor parte de los poetas en lengua castellana, no leen lo suficiente, y hoy, sin leer, en amplitud e intensidad, se vuelve casi imposible hacer una poesía importante. En mi caso, la poesía se ha movido a trancas y barrancas, a saltos espaciados y mortales, inconformes consigo misma y con su espacio un espacio y poesía que necesitan, con brusquedad a veces, renovarse lo más posible.

Continuará

Tomado de Letras S 5

Para tus amigos: