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Domingo 18 de junio de 2017

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Cultural El Duende

La bolivianidad

18 jun 2017

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Idéntica a una semilla esencial yacente en la tierra, la bolivianidad de la que habla Carlos Montenegro nos impele a identificarnos de una vez por todas con la patria (como decían nuestros admirados abuelos en la guerra) que nos vio nacer. No sólo eso: exige que estudiemos nuestra mentalidad y actuemos en consecuencia. Es decir: como bolivianos. El siglo veintiuno se está afanando en demostrar que cada pueblo del mundo quiere pensar por cuenta propia. Es lo correcto. Las influencias externas, igual que en el arte, apenas son un punto de partida. El punto de llegada se ha de llamar siempre identidad propia. Originalidad.

He releído Nacionalismo y Coloniaje impulsado por la curiosidad del estudio que antecede al texto. Fernando Mayorga recorre la vida breve y la obra de Carlos Montenegro, y se detiene a estudiar este libro que algunos pueden entender como joya valiosa del periodismo, otros como documento indispensable y fundamental de la historia social boliviana (continuación de "�ltimos días coloniales", de Gabriel René Moreno), y todavía hay quienes pensaron que se trataba de las bases fundamentales para hacer política. El MNR de los 50´s, por ejemplo, inteligentemente lo entendió así. También la ciudadanía con el correr de los años.

Además de un lúcido análisis de la historia de Bolivia desde su lejana fundación hasta 1940, el esfuerzo de este magnífico intelectual se concreta en un hecho natural pocas veces logrado: la ideologización principista del lector. Es importante que todos nosotros pasemos por esta experiencia tan necesaria para ponernos la camiseta. Montenegro desarrolla la conciencia política de sus lectores mientras explica minuciosamente los hechos vitales y significativos de nuestro derrotero. En sus páginas vemos el rostro ruin de la anti-patria, la absoluta ajenidad afectiva hacia esta tierra y su gente de las elites "pudientes" que se reproducen, para mal de todos los pesares, hasta el mismísimo día de hoy. Pero al mismo tiempo, y con sagacidad, descubre en el profundo abono de cada uno de nosotros, la semilla esencial del amor a nuestra tierra y a su ser originario: el indio.

La (re)lectura de Montenegro es de capital importancia si creemos en la necesidad de desarrollar un pensamiento propio, así como una visión de la vida, desde la geografía de encuevamiento que nos caracteriza ahora. Se hace imprescindible incluso para el día a día: ¿Qué significa ser boliviano? ¿Cómo piensa el boliviano la alegría o el dolor? ¿Cómo vive su fiesta? ¿Y la muerte? ¿Qué visión tiene de la patria? ¿En esa visión estamos todos los que somos bolivianos por sangre y/o por suelo? ¿Acaso no hay segregación y/o discriminación de unos a otros? Pero también podríamos formular otras preguntas: ¿Qué piensa el boliviano del confort? ¿Prefiere el Walkover a la abarca o la ojota? Y del acullicu� ¿va a reemplazar al postre afrancesado? ¿El mate de coca es de masivo consumo nacional? Y algunas otras un tanto complicadas: ¿Qué pensamos de la movilidad social? ¿Estaríamos acaso de acuerdo en que un heladero (tipo Tom Cruise, pero nacional) sea presidente en el futuro? ¿Preferiríamos que siga siendo heladero?

La bolivianidad está de rodillas en el fondo de cada uno de nosotros. Recordemos (o leamos) el precioso poema de Pablo Neruda: "Farewell". En vez de un niño, es la patria que nos mira e invoca una respuesta. Nadie debe pensar en acciones heroicas o de inmolación, sino en la permanente y gozosa transformación interior hasta convertirse en incuestionablemente boliviano. La bolivianidad de Montenegro urge a que comprendamos qué razonamiento es nacional y cuál un resabio colonial. Qué actitud, se diría, es propia del complejo que nos induce a rechazar lo nuestro. Qué traumas han generado que, cerca a dos siglos de concluida la Colonia, tengamos aún grupos sociales que menosprecian el fondo telúrico y humano que cimienta la construcción del país.

Una lectura imprescindible para aceptarnos tal cual somos (un país de matriz indígena) y catapultarnos a una vida mejor. Carlos Montenegro murió a los cincuenta años de edad, en 1953, así que pudo darse el gusto de saber que Bolivia vivía su revolución social. Mucho ha cambiado desde ese entonces, y nadie debe negar que se ha progresado significativamente. Sin embargo, la pugna entre el pensamiento nacional y el extranjerizante nos llega de la derecha y de la izquierda. Debemos reflexionar al respecto para debatir y hallar, un día no lejano, el pensamiento, el sentimiento y también la espiritualidad propia de los bolivianos.

* Gonzalo Lema Vargas. Escritor novelista y narrador tarijeño, 1959.

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