La catequización durante la Colonia y los años posteriores manejó un razonamiento parecido. El cura católico advirtió que el indÃgena americano de base no tenÃa un lugar en esta vida gobernada por Incas o similares. Que tampoco tenÃa un lugar en el cielo al morir, y le ofreció, generosamente, un lugar para su alma en el paraÃso. En el lejano allá. Y en otro tiempo. Que se aguantara el presente, le dijo, pensando en la eternidad.
¿Dónde queda el valor del presente? ¿Acaso nuestra vida no es esta? Si bien es posible entender con traumas que somos hijos del pasado y que el futuro será hijo del presente, nadie deberÃa exagerar pidiendo a la gente que se sacrifique, o se resigne, en aras de un futuro mejor pero sin nosotros. Es decir: nunca con un nosotros en tiempo presente. Lo sabemos: el futuro no pertenece a nadie porque es inalcanzable.
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