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Con ayuda de cualquier diccionario de la lengua española se entiende el progreso como acción de ir hacia adelante. Asimismo podemos comprender el progreso como avance, prosperidad, florecimiento, auge, mejora, crecimiento, desarrollo, evolución. Otra forma de entender el progreso es a partir de posibilidades teórico-metodológicas, como las que brinda mi catedrático Blithz Lozada Pereira -profesor de filosofÃa en la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz)-, quien nos enseñó a comprender la filosofÃa de la historia desde dos perspectivas: la filosofÃa analÃtica de la misma y la especulativa. Si bien las dos tienen su base epistemológica y metafÃsica, el progreso, como se lo supone hoy en el siglo XXI, lo encontrarÃamos sólo dentro de la filosofÃa especulativa de la historia. Aunque se critiquen duramente sus supuestos metodológicos, la filosofÃa especulativa de la historia es recomendable para el desarrollo de las ideas filosóficas y de las propias concepciones históricas. Es importante señalar que la filosofÃa de la historia analÃtica es eminentemente epistemológica. Dentro de esta corriente se encuentra el neopositivismo, el relativismo y el idealismo a diferencia de la filosofÃa especulativa de la historia, donde se hallan la visión teleológica de la historia, la concepción utópica y finalmente la teorÃa cÃclica de la misma.
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En la visión teleológica encontramos la tendencia general de la historia a nivel universal. Se habla del final normativo (telos). Para alcanzar el telos es necesaria la transformación, el cambio y el devenir. Resulta entonces importante la división de la historia en etapas que se acercan al telos, pues hay una ubicación del proceso evolutivo según un orden ascendente (el progreso). Esta visión es muy diferente a la utópica y la cÃclica. En la visión utópica de la historia no interesa un principio universal. Se habla del presente y del futuro focalizado en el presente. Se postula un mundo perfecto e ideal pero no como algo que se va a lograr según un programa y un decurso. El telos no es el resultado marcado por el devenir; es una ensoñación deseada. No es un resultado necesario del proceso.
Menciono estas caracterÃsticas porque los crÃticos consideran que aquellos que nos adscribimos al progreso tendrÃamos como fundamento una visión teleológica de la historia, basada en el pensamiento teológico. Con los siglos esta idea de progreso se ha secularizado, aunque sin perder sus raÃces religiosas. H. C. F. Mansilla enfatiza y critica los elementos teológicos en las filosofÃas de la historia, refiriéndose especialmente a los modelos hegeliano y marxista como manifestaciones de la historiografÃa moderna de corte linear-ascendente: "Una base teológica subyace al modelo hegeliano, base que ha sufrido un fuerte proceso de secularización". Mansilla sostiene que desde San AgustÃn aparece en la filosofÃa occidental el intento de vincular el desarrollo de la formación intelectual del individuo con la evolución colectiva de la humanidad, siendo el resultado el despliegue de la razón hasta su culminación. Se corre el peligro de justificar el totalitarismo cuando se conciben doctrinas en torno a leyes obligatorias de la evolución histórica, que harÃan pasar por alto los terribles "accidentes" de las historias concretas.
Basado en el pesimismo y escepticismo de sus maestros de la Escuela de Frankfurt, y siguiendo especÃficamente a Theodor W. Adorno, Mansilla llega a decir que si se habla de progreso, el único cierto es la evolución de las armas desde los arcos y flechas hasta la bomba atómica. Asimismo Mansilla señala que hemos sido poco crÃticos en América Latina con respecto a las ideas del progreso asumiéndolo como una forma de ley histórica obligatoria. Imitando el triángulo mágico conformado por el desarrollo, progreso y crecimiento como un imperativo histórico insoslayable, somos poco crÃticos ante las ambivalencias de los aspectos negativos de la modernidad obligatoria.
A pesar de estas exhibiciones de erudición crÃticas, me propongo mostrar varios elementos del progreso como algo positivo en nuestras vidas, ya sea individual o socialmente. Basta recordar aquà la revolución neolÃtica, que fue probablemente la más grande de la historia, cuando nuestros antepasados inventaron la agricultura y abandonaron la vida de meros cazadores y recolectores. Recuerdo la maravillosa pelÃcula 2001: una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick (con una brillante banda musical), en la que podemos observarnos como monos salvajes lanzando un hueso hacia arriba y mientras gira el hueso se convierte en un cohete espacial, desplegándonos hacia el espacio sideral. Las imágenes lo dicen todo: somos producto del progreso. ¿Qué serÃa de nosotros sin progreso? Sin esta estrella a seguir, sin un paradigma, sin esta búsqueda del progreso aún estarÃamos en las cuevas acicalándonos parasitariamente de forma indiferenciada. Desde lo más doméstico hasta las formas más sofisticadas de pensar y actuar en el mundo los seres humanos tenemos como fundamento el progreso. Podemos apreciar cómo se han desarrollado nuestras manos torpes hasta lo más delicado y complejo como el sostener una copa de cristal: es imposible no apreciar nuestros dedos maravillosos. Hasta la monogamia es una expresión del progreso: desde actitudes instintivas y animalescas hasta construir un orden racional altamente organizado. Hemos construido civilizaciones, nos hemos elevado en alma, mente y cuerpo. Somos las generaciones actuales un producto del dominio de los instintos. Hoy ya no es posible imaginar un mundo sin orden. ¿Qué serÃa de nosotros en un mundo caótico presos de los instintos? ¿Qué serÃa de un mundo sin razón?
Sin la idea de progreso estarÃa en peligro nuestro mundo espiritual. Hasta el sentido de justicia y solidaridad evolucionó en el tiempo. Prueba de ello es la concepción de los Derechos Humanos. Nuestro mundo corporal estarÃa amenazado sin la idea de progreso ¿Qué serÃa de nosotros sin la ciencia médica? Ilustres personajes de la historia se fueron tempranamente por enfermedades que hoy son insignificantes gracias a una actitud progresista.
En el presente existen muchas corrientes que critican el progreso, la evolución de las ciencias, el avance de la tecnologÃa y también un mundo en constante transformación. Para ellas la visión de la superación de la especie humana es ingenua e ilusa. Pero cuando surgen estas crÃticas, emergen también las nuevas tecnologÃas ecológicas, aminorando el impacto medioambiental. Aparece esta nueva consciencia crÃtica porque el cambio climático nos afecta a todas las especies en el planeta. Para llegar a este objetivo no necesitamos repudiar el progreso. Por el contrario debemos desarrollar la razón instrumental con objetivos globales y humanistas.
Por todo ello me digo: a los enemigos del progreso material me gustarÃa verlos viviendo sin evolución, es decir sin un sistema de alcantarillado, sin espacios de aseo, en fin sin las más mÃnimas condiciones de limpieza. Sin progreso no hubiéramos trascendido la brutal discriminación de género que hasta hace poco era tan expandida. No puedo imaginar un mundo en el que como mujer mi única función sea la de procrear, preservar la prole del esposo, alimentar la progenie, es decir que no haya un ámbito para mà más allá de la transformación de los alimentos crudos en cocidos, que no exista un espacio más allá de las papillas, los pañales, de esposa comprensiva y cariñosa, madre sublime y mujer sacrificada para la sociedad. Hoy las mujeres tenemos la libertad de escoger, y eso es progreso.
Los escépticos pueden criticar que el progreso no ha resuelto los aspectos más fundamentales de la humanidad como la salud, la educación y la calidad de vida. Es verdad que hoy tenemos más inseguridad que ayer. Hoy nos es más difÃcil ser parte de un sistema laboral estable. Hoy la mayorÃa de los ciudadanos ni siquiera tenemos un seguro de salud y ni hablar de un seguro de muerte. Todo los argumentos son aceptables pero no el repudio al progreso en sÃ. Porque tenemos lo más importante que el progreso nos ha dado a las sociedades actuales: la libertad. Tenemos la libertad de elegir y salir de la etapa infantil asumiendo nuestra responsabilidad de existir primero individualmente, luego colectivamente para finalmente hablar de una responsabilidad planetaria. Tenemos la libertad de elegir como planificar y cuándo ejecutar asumiendo responsabilidades en proyectos individuales y colectivos. Esto también es progreso. Quiero decir que el progreso no sólo es una forma de mirar la historia, una forma de justificar la polÃtica o solamente un modelo económico. El progreso lo es casi todo: es la articulación de varios factores complejos como los ya mencionados, lo que incluye disponer de un punto racional de orientación, una estrella a seguir porque implica el avance de la humanidad. Libertad y progreso son los regalos más fascinantes de la evolución para nuestra generación.
Por supuesto que hay problemas, sà y siempre los habrá. No debemos temer a la razón. Nuestra razón instrumental guiado por un sentido humanista nos hará evolucionar como ciudadanos y como civilización. Como humanidad somos capaces de levantar nuestros ojos y mirar el espacio preguntándonos que hay más allá. El mundo no se termina, siempre tenemos algo que hacer. Estamos en constante transformación. Asà la vida sea efÃmera, la historia nos demuestra que no es estática porque a través del progreso percibimos que avanzamos.
Hoy como mujer del siglo XXI puedo expresar públicamente lo que pienso a pesar de mi contexto inestable y efÃmero y mi estrato socio-económico, y lo hago a diferencia de un pasado que casi siempre ha silenciado la problemática del género y ha discriminado la posición social de las mujeres. En la Edad Media hasta las mujeres de la más ilustre cuna se hallaban en una posición legal y cultural cercana a la esclavitud. En épocas muy recientes yo habrÃa sido esclava, yanacona, sierva de la gleba o esposa sin derechos propios (como en la época de la colonia española), o bailarina de un harem, o geisha, y quien sabe cuántos roles, todos ellos ignominiosos, y los habrÃa tenido que aceptar sumisamente. Yo soy la expresión del progreso y soy algo real, y por ello estoy en contra de toda concepción, por más brillante que sea, como la de la Escuela de Frankfurt, que argumenta un elegante y ciego escepticismo ante el progreso.
* Erika J. Rivera. La Paz. Escritora