Existen muchísimos escritores e historiadores que aplicando sus trece, se han referido, como un aspecto aparte, a la calidad de los hombres que actuaron en la Guerra del Pacífico, autores de ambos lados, es decir, de Chile y de Bolivia. En cuanto a los autores bolivianos, citaré a unos cuantos, como a Roberts Barragán, Brissot, Alberto Gutiérrez, Botelho Gozálvez, Demetrio Canelas, Augusto Céspedes, Escobari Cusicanqui y otros más. Autores chilenos como Vicuña Mackenna escribieron con crudeza acerca de las acciones de la guerra, calificaron la conducta de sus hombres, pero en general, para los autores chilenos, los hombres de la guerra chilenos fueron sacrificados y héroes, naturalmente.
En la producción literaria boliviana ha habido autores líricos, que sólo se han dedicado a ensalzar a los combatientes bolivianos, tropa y jefes, pero se han dado también quienes con inteligencia, conocimiento y franqueza, han escrito sobre la verdad de hombres y hechos, y los que tengo arriba son precisamente unos cuantos de ellos. Algunos se han referido específicamente, a la guerra, otros a algún personaje que actuó en la misma época como lo escribe Augusto Céspedes en su novela Las dos queridas del tirano, o sea, Bolivia y la Juanacha, las dos queridas de Melgarejo, donde pinta al déspota como a un irresponsable borracho. Otro autor que se refiere a la guerra es Brissot en su libro: Bolivia, Frente a la Liga de las Naciones, en cuyas páginas encontramos los actos de felonía del tirano, que causan desesperación, dan ganas de mesarse los cabellos, sobre todo cuando leemos que este borracho fatal, trágico para Bolivia, fue el autor del Tratado de 1866, que resultó prácticamente el documento de vendimia de la costa boliviana en el Pacífico. Botehlo Gozálvez también se refiere a la actuación de los hombres de la guerra cuando escribe: “el Tratado de 1904 fue un negocio sorprendente”. Se refiere a que los hombres de la guerra del Pacífico, luego del fin de las hostilidades tuvieron que contentarse con el pago de 300 mil libras esterlinas y la construcción del ferrocarril Arica-La Paz que ofreció Chile como compensación. Muchos creyeron y aún creen que los bolivianos pudieron lograr más, quizá el puerto de Arica, pero Vicuña Mackenna advirtió a gritos: “chilenos, no soltéis el Morro de Arica…”
Todos los demás personajes que intervinieron política y militarmente fueron señalados como culpables. Según el libro de Roberts Barragán: “La gran traición en la Guerra del Pacífico”, se hallan comprometidos Arce, Pacheco, los presidentes Frías y Adolfo Ballivián, siendo el más nefasto de todos aquellos hombres de la guerra, Campero. Pues éste dejó abandonadas a las tropas de la alianza, principalmente a las bolivianas, a quienes se debía, en la Batalla del Alto de la Alianza. Lo que no se precisa es si su actuación, visiblemente traicionera, fue por cobardía o por intereses mezquinos, escondidos debajo de su capote. Por todo eso, la derrota de los aliados en esa batalla, fue desastrosa. No se puede acusar al soldado raso boliviano; hizo cuanto pudo, y fue instrumento de uso de los traficantes,y devorado por las fauces pantagruélicas de la guerra.
Con documentos fehacientes sobre tapete Roberts Barragán se refiere a la traición de los presidentes Tomás Frías y a Adolfo Ballivián cuando los aliados planearon, para un Tratado de Alianza con la Argentina, lo cual hubiera sido decisivo para una victoria. Pero los chilenos, con la astucia y flema heredada de sajones y teutones, trabajaron sobre esos dos personajes bolivianos. Frías y Ballivián no movieron un dedo para apoyar a esa proyectada alianza, y ahí está su traición. Conocían lo que hubiera significado el proyecto, no eran tontos. A veces no se necesita “hacer” para cometer algo, se comete también “no haciendo”, y así fue cómo actuaron dos de nuestros presidentes de aquella parte de la historia de Bolivia. La Argentina se hallaba en cierto modo dispuesta a formar parte del Tratado, pero todo se enfrió, por decirlo de ese modo, ante la indiferencia de esos personajes referidos.
Lo que Roberts Barragán y otros autores dicen es que, en efecto, los hombres de la Guerra del Pacífico velaron antes por sus intereses. Tenían riquezas que preservar, materializada en minas, empresas, fincas, dinero, de modo que como eran una especie de hermandad, debían juntar sus ideas e intereses y buscar una víctima propiciatoria, para cargar en ella su ulterior responsabilidad. Todo hace ver que estos hombres importantes de la política boliviana favorecían a Chile.
Por documentos muy confiables, se sabe que Daza, aunque tal vez debido a su simplicidad podía mantener la rigidez militar, más aún tratándose de una guerra. Su conducta era propia del militar sujeto a la metafísica de la disciplina castrense, incluso con fanatismo, cuando generalmente se deja crecer una gran autoestima. Se asegura que Chile envió un mensaje secreto a Daza, proponiéndoles una alianza con Chile, contra el Perú, pero la rechazó tajantemente y hasta se escandalizó; eso es que Hilarión Daza resultó impenetrable para los demás políticos y militares involucrados en el mal manejo de la guerra. Entonces fácil fue a éstos encontrar en él el chivo expiatorio buscado. El pretexto fue la retirada de Camarones. Para dar crédito a su intriga le abrieron proceso, pero, más fue para tapar aquellos espurios acuerdos que Chile propuso. Esto fue precisamente lo que Daza condenó y rechazó. Vox populi asegura que quien llevó el mensaje de la propuesta chilena a Daza, aún conociendo su contenido deshonesto, fue nada menos que René Moreno, aunque parezca raro.
¿Cómo entonces puede explicarse el asesinato de Daza en Uyuni, cuando desembarcaba del tren para ir al hotel? Todo estaba preparado para el crimen. La orden vino desde La Paz, sabían que el ex presidente traía consigo un maletín con documentos comprometedores, donde figuraban: Arce, Campero, Baptista, Camacho, y varios más. También traía documentos en su favor. Era preciso quemar el detonante, o esconder la pajuela antes que se produzca el incendio.
Tanto los escritores referidos, cuanto otros que no lo son, pero que fueron buenos trasmisores de la información tradicional en forma oral, así como también los analistas, sostienen que sí, que es cierto que la guerra toda fue un negocio sorprendente. Existen no sólo libros, sino diarios y periódicos de la época. Chile, quizá en un rasgo de “mea culpa”, se dice que para que Bolivia no quede enclaustrada, ofreció ceder Arica, considerando que ese puerto era ya casi de Bolivia.(que, por no pertenecer al uti possidetis de la Real Audiencia de Charcas, no fue incluida en la configuración del territorio de la república) . Por ahí salía la plata a ultramar, y lo llamaron “Puerto Potosí”, pero siempre los grandes potentados, no trabajaron a favor de la posibilidad de que fuera puesto boliviano. Pero, como se tiene dicho: Vicuña Mackenna advirtió el supuesto peligro que significaba para Chile, deshacerse del Morro, que está precisamente en Arica.
Queda sin embargo el sabor amargo de que pudieron conseguir algo más los políticos bolivianos, pero les faltó, o voluntad o capacidad o prevalecieron los grandes intereses, por eso dice Botehlo Gozálvez que el Tratado de 1904 era “un negocio sorprendente”. Creo que faltó allí todo eso y más aún la calidad humana, que Nietzsche configura en su libro: Más allá del bien y del mal.
BIBLIOGRAFÍA
1.- ROBERTS BARRAGÁN, HUGO, La Gran Traición en la Guerra del Pacífico. Ed. Burillo, La PAZ, 1968.
2.- BOTEHLO GOZÁLVEZ, La Guerra del Pacífico.
3.- BRISSOT, Bolivia ante la Liga de las Naciones.
4.- GUTIÉRREZ ALBERTO, La Guerra de 1879.
(*) Abogado, Escritor Nacional, Historiador, Miembro de Número de la Academia de Ciencias Jurídicas, Catedrático universitario.
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