El trabajo infantil causa un profundo desasosiego e impotencia de acción en las poblaciones y urbes sensibles, pues esta forma de explotación de la fuerza laboral de las niñas y niños en formación, debe tener rÃgida e incorruptible protección del Estado y prelación a otros aspectos más vitales y definitivos, que no distorsionen su evolución normal y les priven sin recuperación de la inocencia y la alegrÃa de su edad.
Las peores formas de trabajo infantil que causan desesperanza y dolor en el ser humano sensible, son aquellas que obligan a los niños a trabajar en la minerÃa y en las labores extractivas altamente peligrosas, con inevitables consecuencias en el desarrollo biológico del niño; la más execrable es que los niños, obligados, trabajan en las diferentes modalidades de prostitución y objeto de las mismas, para satisfacer la demanda de sujetos depravados obsesos por relaciones sexuales con niños y niñas vÃrgenes.
La ominosa actividad del narcotráfico utiliza a los niños para sus macabros objetivos, transformándolos en niños-mula y, utilizando su inocencia, los someten a ese inmisericorde riesgo que les deja una impronta negativa para su vida futura.
Otra estadÃstica mundial escalofriante es aquella que causa 6 niños muertos por cada 100 que realizan trabajos peligrosos, por ello, el Convenio de la Organización Internacional del Trabajo que regula el trabajo infantil, deberÃa ser observado fielmente por todos los Estados, cuyo enunciado se encuentra en el artÃculo 182 de la precitada Convención.
(*) Es Abogado Corporativo, postgrado en Arbitraje y Conciliación e Interculturalidad y Educación Superior doctor honoris causa docente universitario, escritor.
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