Miercoles 07 de junio de 2017
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La tipología criminal "mediatizada", con los recientes acontecimientos en todo el país, ha llegado a desbordarse hasta a niveles de perplejidad en la que podríamos denominar "psique social". Es de lamentar que ahora los índices de criminalidad no sólo sean marcados (en el último tiempo) por denuncias de delitos de plagio o por un factor estadístico de decesos por cantidad de habitantes; sino por la particularidad de éstos: desde infligirse heridas para fingir raptos hasta asesinar y/o violar a progenitores y/o descendientes.
Algunas "reinas de belleza" tuvieron grandes galas en los últimos días; pasarelas estrambóticas en las que engalanaron medios y redes, infructuosamente, con sus supuestos secuestros (hasta internacionales) que al final culminaron en que sólo "andaban de parranda". Misterios resueltos por la policía y duramente criticadas en el ciberespacio. Quizás el propio gran (Harry) Houdini se vería asombrado por las recientes destrezas aplicadas a las desapariciones.
Sin embargo, hay otros hechos que laceraron el alma de la sociedad en su conjunto. Anoticiarse sobre casos como: padres, padrastros o tíos que violan a sus niños o niñas (La Paz), hijos que violan o matan a sus madres (Santa Cruz), madres que matan a sus bebés (Cochabamba), sobrinos que violan a su tíos (Tarija), o cercenarle un ojo a una joven profesional entre otros; son crímenes que sobrepasan lo racionalmente concebido hasta ahora, y no son simples historias "comidillas" de la crónica roja.