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Domingo 04 de junio de 2017

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Cultural El Duende

Una conversación entre Robert Brodsky y José Kozer

04 jun 2017

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Primera de dos partes

ROBERTO BRODSKY

El tema del exilio es complejo, to say the least. Algo de que hablar en su momento, tú y yo, en solitario o en público, depende. De entrada nos ha tocado esa extrañeza, pero las circunstancias son distintas. En mi caso, la "huida a Egipto" era tajante y definitiva, sin recurso a un regreso, lo cual pese a ser doloroso facilita la decisión: uno sabe desde el principio que no hay más recurso que hacerse a la idea de que se estará fuera hasta el final de la propia vida, y por ende no hay que plantearse el regreso, más bien olvidar aquello, y a la vez si somos escritores vivirlo de otra manera: manera en sí misma compleja, pero que sin duda deja huellas y fruto.

Yo sabía ya en 1960 que no regresaría a Cuba, además no tenía la menor intención de regresar, quería vivir no un destierro pero sí una experiencia multiforme, esa que viene de mamar de la Diana Multimammalia, extraer savia, calostro, leche de madre y leche de vaca, todo y la totalidad dentro de lo que cabe.

Tu situación, imagino, es más ardua en cierto sentido: puedes volver a tu país cuando te dé la gana o den los dineros, y puedes volverte a radicar allá, si así lo deseas y consigues los medios, pero a la vez intuyes que ese regreso tiene sus contratiempos, que son a la vez reales y prácticos tanto como emocionales e incluso espirituales. A esa complicación añádase que hay una familia, unos hijos, y éstos tienen sus fueros, sus derechos, sus exigencias, y uno como padre tiene que atenderlos.

A medida que pasa el tiempo se hace más difícil el regreso, ya que ellos son mestizos de idioma, de mentalidad, de nación. Y les tira fuerte estar donde están y hacer su vida, una vida y solo una: tú y yo hacemos y necesitamos hacer no una vida sino en una vida muchas vidas, y eso en el país natal se vuelve en exceso limitado (limitante). Para mí, lo práctico en este momento histórico tan difícil e incierto es ir y venir: tienes una profesión que te apoya.

Una vida interior fuerte. Y a lo que barrunto una buena casa, con una mujer que apoyas y te apoya, y unos hijos que me figuro más o menos sostienen la casa sin llenarla de atrocidad: drogas, incultura, y demás. Entonces, de momento lo mejor es aprovechar veranos libres, sabáticos, escabullirse a Chile o a donde sea y relativizar, suavizar ese exilio que tiene tantos beneficios a la hora del crecimiento propio y el de nuestro trabajo literario.

América Latina para un escritor actual acaba siendo una añagaza, un lugar donde crecer se vuelve casi imposible, las presiones ambientes y las facilidades del diario, que son más gratas que acá, acaban por ser esa trampa que dificulta el crecimiento. En todo caso, estamos en un momento en que ni acá ni allá hay mucho para gentes como tú y yo, lo mejor es quedarse quieto y trabajar, que es leer y escribir, ganarse el pan (pro pane lucrando) y tirar p´alante.

Todo esto a modo de abreboca, que ya hablaremos más. Sería incluso importante ver si por algún medio podemos tanto tú como yo, y de haber dineros, conversar con un público sobre el tema, atractivo, interesante y candente del exilio. Pero ya eso es otro asunto, pesos y centavos, como siempre.

ENRIQUE LIHN

Durmió una noche en nuestra casa de Forest Hills, tenía una pequeña maleta con un poco de ropa y unos libros, todo muy desaliñado, se veía que vivía una desorganización, sospecho que paliada por la escritura que lo organizaba, que era su verdadero organismo. A la mañana, tras el desayuno, lo acompañé al metro que estaba a unas 14 cuadras de casa, y al salir vio un hermoso árbol florido en la acera de enfrente y me preguntó: ¿qué árbol es ése?

Contesté, es el sanguiñuelo o cornejo, el árbol de Eliot, el dogwood y me di cuenta que la información ya se iba a convertir, para Lihn, en algún momento parte de un poema, o de varios. Intuí que el suyo era un método parecido al mío. Luego hablamos del neobarroco y Lezama y eso fue interesante, de ello ya hablaremos.

Lihn es para mí un poeta importante. Le pongo dos reparos, no tanto a él en concreto sino a la mayor parte de la poesía latinoamericana que conozco y que, salvo excepciones (mayormente están en Medusario), adolece de: a) ser toda parecida en sustancia, manera y manerismos, estructura y relativa uniformidad de estro y b) corolario si se quiere de lo anterior, no aportar a nivel de invención mucho nuevo. Es decir, siempre es un poco la misma.

Hay muchos, demasiados poetas en nuestra lengua, el 90% estaría mejor cavando papas o vendiendo shmates, el otro 10% constituye una índole, cáfila de buenos poetas en el sentido de que saben hacer sus poemas, pero aportar un cambio o constituir una revolución, como siempre ésos son los contados con los dedos de las manos. A mí en Chile me interesan más Juan Luis Martínez, Anguita, un poco Maquieira, Zurita por razones muy concretas, y Armando Uribe, que Rojas, Lihn y el mismo Parra.

A Lihn le perjudica una tonalidad, la del enfant terrible que acaba siendo banal, que es muy de época y difícil de justificar con el paso del tiempo. Lo epatante acaba por darle la patada al pateante. Pero es un poeta que se sale del montón y de mucho de lo antes descrito por mí: tiene algo, cierta garra, una nobleza que le fue llegando poco a poco, dejando atrás su juego entre político y periodístico que, me parece, al final de su obra superó. Su "trance" final me sigue interesando; mucho me gustaría leer en su momento tu estudio sobre su obra.

Continuará

Tomado de Letras S 5

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