Javier Domingo Aruquipa Paredes. Poeta boliviano (1971). Responsable del colectivo Delírium Trémens: poesía, música y arte plástico. Publicó Semiótica del Graffiti Feminista, del signo al discurso elaborado (2008), y de forma independiente los poemarios El amanuense (2002), Las Sombras (2009), Saudade (2012) y Acto de mirarnos (2015). Radica en La Paz
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Caracolas de olvido
Silba el viento
a través de las caracolas de olvido
Silba lejano el viento
y escucho los murmullos
de voces remotas
Que gritan en el tiempo
su angustia de saberse perdidas
Tras las posibilidades
que sus cuerpos tuvieron
Y que otros condenaron por siempre
Silban las caracolas
los vientos de otros naufragios también
De otros ecos
que todavía arrastran sueños inconclusos
Por los senderos solitarios de sal
Oigo ayes
Confesiones de suicidas
Monólogos patéticos
Declaraciones de amor
que rayan lo ridículo
Intento descifrar
la causa de sus dolencias
Escribo argumentos
Esbozo laberintos
Y en lo que me toca de oficio
(Arduo trabajo de arqueólogo de angustias
Que escarba la tierra y pica las piedras)
Oigo mi propio alarido
incrustado en el viento
Como otra voz entre tantas
Que habitan aquellos socavones
Abandonados de olvido
Heliotropos
Los ojos negros de Eugenia,
la bufanda polícroma de Eugenia,
el cabello negro y ondulado
de Eugenia,
la tristeza de mayo de Eugenia
son heliotropos con tallo leñoso,
de muchas ramas,
de cinco a ocho decímetros de altura,
velludas y pobladas
de hojas persistentes,
alternas, aovadas,
rugosas,
sostenidas en peciolos muy cortos,
con flores pequeñas,
azuladas, en espigas,
vueltas todas al mismo lado,
con fruto compuesto
de cuatro aquenios
contenidos en el fondo del cáliz
olor a vainilla.
Polvo de universo
Vivimos en el pasado
remoto de las galaxias.
Las noches y las estrellas
constituyen el túnel eterno
del tiempo pretérito a nuestros ojos.
Tan distantes estamos del presente
que vemos en lo nocturno
que las concurrencias se arremeten
en nuestros sentidos
y hacen que imaginemos mil cosas.
Es así que nuestro andar
en la noche es errante,
como errante el proceder
del sol que ensueña los días.
Efímeros, minúsculos
eso somos ante tanta bastedad que engulle.
Entramos en el tiempo
desahuciados en nuestra plenitud
y negamos este nuestro estado.
Vanos somos por más que creamos saber algo,
vanos en el ser y en el cuerpo que nos soporta.
Lo que nos ciega es tenernos
como la encarnación de dios en el polvo.
Vivir así opaca nuestros pasos,
encubre nuestro destello,
pues por más que lo neguemos,
somos la continuidad en el cosmos,
como historia mundana,
en principio, como polvo de universo,
después.
Kaluyo *
mi voz se aferra
a las entrañas de la tierra
a los silencios guardados
que viajan en el frío
cualquiera diría
que es el viento que pasa
pero no
es mi voz
en el cauce de piedras y quebradas
mi voz en las soledades del tiempo
en lo oscuro que arrastra misterios
soy raíz que emana
de cuencas de olvido
escarcha de campo
agua de Pukara
las venas en hilo del horizonte
de mí bebieron
yatichiris y kallawayas
achachilas y amautas
de mí nacieron
pueblos y naciones
cóndores y llamas
Inkas leyeron mis signos
entre silicio pedernal y pukina
y lloraron mi llanto
de lo que ahora está
mudo / solitario
devastado
lloraron mi llanto
por lo que fui
y ya no soy / ni seré
en ciudades / y campos
de piedra
Robles petrificados
Hemos de morir tan frágiles
como vinimos al mundo.
Nuestros cuerpos serán hierba,
robles petrificados,
piedras mansas en recodos ocres.
El polvo se adueñará de lo que somos
y nos vestirá de silencio humano,
para hacer cantar a las cumbres,
a los nevados, al charco, a la ceniza.
Volveremos a recibir las noches
y sus oscuridades, entonces;
las tormentas y sus relámpagos, entonces.
Y todo será enigma,
inexorable vacío que puebla la existencia,
implacable e iracundo
silencio que estrangula.
Nadie lo supo,
tan solo lo intuimos.
La muerte es metamorfosis del polvo
que se cubre de sustancia y vive,
mientras dura
el eco de la palabra.
Es la arrogancia del gesto
de eso que llamamos Dios,
en medio de otras alteraciones:
leve movimiento
que nos arranca
y nos arroja a la muda,
como eterno retorno a ser ceniza
de lo que será por el instante.
Accidente, para algunos;
existencia, para otros.
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