Loading...
Invitado


Domingo 04 de junio de 2017

Portada Principal
Cultural El Duende

Javier Domingo Aruquipa

04 jun 2017

Javier Domingo Aruquipa Paredes. Poeta boliviano (1971). Responsable del colectivo Delírium Trémens: poesía, música y arte plástico. Publicó Semiótica del Graffiti Feminista, del signo al discurso elaborado (2008), y de forma independiente los poemarios El amanuense (2002), Las Sombras (2009), Saudade (2012) y Acto de mirarnos (2015). Radica en La Paz

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Caracolas de olvido

Silba el viento

a través de las caracolas de olvido

Silba lejano el viento

y escucho los murmullos

de voces remotas

Que gritan en el tiempo

su angustia de saberse perdidas

Tras las posibilidades

que sus cuerpos tuvieron

Y que otros condenaron por siempre

Silban las caracolas

los vientos de otros naufragios también

De otros ecos

que todavía arrastran sueños inconclusos

Por los senderos solitarios de sal

Oigo ayes

Confesiones de suicidas

Monólogos patéticos

Declaraciones de amor

que rayan lo ridículo

Intento descifrar

la causa de sus dolencias

Escribo argumentos

Esbozo laberintos

Y en lo que me toca de oficio

(Arduo trabajo de arqueólogo de angustias

Que escarba la tierra y pica las piedras)

Oigo mi propio alarido

incrustado en el viento

Como otra voz entre tantas

Que habitan aquellos socavones

Abandonados de olvido

Heliotropos

Los ojos negros de Eugenia,

la bufanda polícroma de Eugenia,

el cabello negro y ondulado

de Eugenia,

la tristeza de mayo de Eugenia

son heliotropos con tallo leñoso,

de muchas ramas,

de cinco a ocho decímetros de altura,

velludas y pobladas

de hojas persistentes,

alternas, aovadas,

rugosas,

sostenidas en peciolos muy cortos,

con flores pequeñas,

azuladas, en espigas,

vueltas todas al mismo lado,

con fruto compuesto

de cuatro aquenios

contenidos en el fondo del cáliz

olor a vainilla.

Polvo de universo

Vivimos en el pasado

remoto de las galaxias.

Las noches y las estrellas

constituyen el túnel eterno

del tiempo pretérito a nuestros ojos.

Tan distantes estamos del presente

que vemos en lo nocturno

que las concurrencias se arremeten

en nuestros sentidos

y hacen que imaginemos mil cosas.

Es así que nuestro andar

en la noche es errante,

como errante el proceder

del sol que ensueña los días.

Efímeros, minúsculos

eso somos ante tanta bastedad que engulle.

Entramos en el tiempo

desahuciados en nuestra plenitud

y negamos este nuestro estado.

Vanos somos por más que creamos saber algo,

vanos en el ser y en el cuerpo que nos soporta.

Lo que nos ciega es tenernos

como la encarnación de dios en el polvo.

Vivir así opaca nuestros pasos,

encubre nuestro destello,

pues por más que lo neguemos,

somos la continuidad en el cosmos,

como historia mundana,

en principio, como polvo de universo,

después.

Kaluyo *

mi voz se aferra

a las entrañas de la tierra

a los silencios guardados

que viajan en el frío

cualquiera diría

que es el viento que pasa

pero no

es mi voz

en el cauce de piedras y quebradas

mi voz en las soledades del tiempo

en lo oscuro que arrastra misterios

soy raíz que emana

de cuencas de olvido

escarcha de campo

agua de Pukara

las venas en hilo del horizonte

de mí bebieron

yatichiris y kallawayas

achachilas y amautas

de mí nacieron

pueblos y naciones

cóndores y llamas

Inkas leyeron mis signos

entre silicio pedernal y pukina

y lloraron mi llanto

de lo que ahora está

mudo / solitario

devastado

lloraron mi llanto

por lo que fui

y ya no soy / ni seré

en ciudades / y campos

de piedra

Robles petrificados

Hemos de morir tan frágiles

como vinimos al mundo.

Nuestros cuerpos serán hierba,

robles petrificados,

piedras mansas en recodos ocres.

El polvo se adueñará de lo que somos

y nos vestirá de silencio humano,

para hacer cantar a las cumbres,

a los nevados, al charco, a la ceniza.

Volveremos a recibir las noches

y sus oscuridades, entonces;

las tormentas y sus relámpagos, entonces.

Y todo será enigma,

inexorable vacío que puebla la existencia,

implacable e iracundo

silencio que estrangula.

Nadie lo supo,

tan solo lo intuimos.

La muerte es metamorfosis del polvo

que se cubre de sustancia y vive,

mientras dura

el eco de la palabra.

Es la arrogancia del gesto

de eso que llamamos Dios,

en medio de otras alteraciones:

leve movimiento

que nos arranca

y nos arroja a la muda,

como eterno retorno a ser ceniza

de lo que será por el instante.

Accidente, para algunos;

existencia, para otros.

Para tus amigos: