Hechos y circunstancias que revelan el cotidiano del poeta y que, de algún modo, pretenden acercarse a las condiciones y entretelones de lo inscrito en su obra; trascendiendo acaso la ortodoxia de la centralidad textual -proclamada por cierta máquina estructuralista- y haciendo más orgánico el proceso creativo.
Con este aporte, una vez más, BenjamÃn Chávez confirma su deseo de que la poesÃa constituya en verdad un alimento común a todos los mortales.
Al leerlos se siente el peso sigiloso de sus palabras, la efusión de imágenes que suscitan, la reflexión y sabidurÃa que emana de la buena poesÃa.
Escritores entrañables yacen bajo sus túmulos, apachetas que denotan la memoria de los idos, voces que se agitan en los meandros del ser y los escombros de la historia.
Esta elección no es gratuita en La torre abolida. Como no es desconocida la capacidad del poeta por explorar otros lenguajes: el cine, la pintura y sÃmbolos capitales como el Angelus Novus -el ángel de la historia- y su terrible significado civilizatorio.
El desierto, el altiplano -habitáculos del espÃritu en expansión- toman forma y sentido en sus poemas.
Lo solar y el cuerpo acuoso del lago contrastan con el túmulo, y de pronto su poesÃa se abre a otra respiración, a otro orden vital.
Mágicamente, reconfiguración de la piedra:
El ejercicio consiste / en mirar la piedra / mirarla sin reposo / hasta que la piedra no cuente / hasta que tú no cuentes / y la piedra se levante / se eleve / dejando un agujero negro / donde tú / finalmente / puedas desaparecer".
En Viaje a Lisboa, Vargas explora otra dimensión del transcurrir. El tránsito, la errancia como revelación y reencuentro. El espacio transfigurado por los ecos de la memoria.
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