Mi biografÃa está repartida en todas mis novelas, porque les presto a mis personajes la mirada que mi vida y mis lecturas me han dejado. Pero El pintor de batallas es una novela autobiográfica. Tiene un cinco por ciento de novelesco: todo lo que cuento, lo que ocurre, las circunstancias, y hasta la mirada del protagonista, son reales.
Cuando voy por la mitad de la novela. Te pongo otro ejemplo del mar: trazas un rumbo hacia el cabo Spartivento, y de golpe todo se va al carajo: no te funciona la electrónica, sólo tienes la carta náutica, el piloto automático y el compás. Calculas el rumbo, pero llevas navegando un dÃa y ya no sabes si vas bien o vas mal, pero ruegas haber hecho bien los cálculos. Pasa igual en la novela: en la mitad dejo de verla desde afuera y pierdo la conciencia de la calidad de mi trabajo. "Espero haber hecho bien los cálculos -me digo-, porque ya no puedo ver si voy bien o mal y tengo que seguir." Ese es el momento de incertidumbre que, como todo, se sobrelleva con cojones.
¿La imaginación no basta para
escribir, hay que vivir primero?
SÃ. Hice bien en priorizar eso. Yo querÃa ir a la guerra y navegar; ver cómo era eso. Siempre elegirÃa la experiencia. Escribir es secundario. Haber tenido una vida intensa te mantiene vivo como escritor. Muchos están muertos sin saber que lo están. Porque en la vida todo se agota. La ventaja es tener la mochila llena y seguir siendo lector, porque tus viejas lecturas se resignifican con tu biografÃa.
No visibles, al menos. Pero no todos logran sobrevivirla emocionalmente. Soy un tipo estable, duermo bien. Cuando los recuerdos se hacen demasiado presentes, cojo un libro o voy a navegar y todo se sitúa de nuevo en su sitio.
¿La imaginación no basta para escribir,
hay que vivir primero?
SÃ. Hice bien en priorizar eso. Yo querÃa ir a la guerra y navegar; ver cómo era eso. Siempre elegirÃa la experiencia. Escribir es secundario. Haber tenido una vida intensa te mantiene vivo como escritor. Muchos están muertos sin saber que lo están. Porque en la vida todo se agota. La ventaja es tener la mochila llena y seguir siendo lector, porque tus viejas lecturas se resignifican con tu biografÃa.
No para un guerrero. El mundo se divide entre sacerdotes y guerreros: los que manipulan sin correr riesgos y los que los asumen. A mà me gusta pelear.
Las feministas te asedian.
Las más radicales, que como los fundamentalistas de cualquier tipo, son muy folclóricas. Es ahà cuando la estupidez me enfada. Si me hubieran leÃdo, sabrÃan que en mis novelas las mujeres superan al hombre. El único tipo de mujer que me interesa, literaria o personalmente, es la mujer valiente. No es el amor ni el sexo lo que las perfila, sino la lealtad. Es gente a la que consideras un igual.
Hace poco fui a Cerdeña y volvÃ. Como no tengo jefes, me voy a Alicante y zarpo desde allÃ. Puede ser un par de dÃas hasta un mes. Navego todo el año, con buen o mal tiempo, me da igual. El mar limpia la cabeza y allà todo deja de tener importancia: Rajoy, la capa de ozono, el fin del mundo. Sólo eres libre de verdad en ese desierto que es el mar.
Creo que habrá una diferenciación clara: una cultura popular de masas, más mediocre, diluida, pasteurizada y otra de elite, de consumo personal, fragmentada en individuos. Una suerte de gueto de culto individual como en plan monacal: el individuo con su biblioteca, su música y sus consumos personales. La cultura tal y como la hemos entendido desde Homero hasta ahora, como mecanismo que tira de la sociedad, como referencia moral, intelectual y salvación del hombre, está condenada a muerte. Creo que trasmutará en una especie de hÃbrido, donde se mezclarán Borges con la telenovela mexicana; la Mona Lisa y la Venecia de turistas. Será una cultura sin jerarquización, donde para la gente tendrá igual importancia una selfie en la torre Eiffel que asistir a un concierto en la Ã?pera de Viena. La paradoja es que la cultura ha accedido a lugares impensados, pero todo ha debido devaluarse para tornarse accesible, con lo cual lo positivo de la cultura se pierde.
La entrevista completa puede leerse en: La Nación.com.ar
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